"Con la barbilla hacia arriba y los ojos cerrados, Lizzie aparece profundamente consciente de su destino inminente, la muerte. Un pájaro, que sirve como mensajero de la muerte, posa una amapola en sus manos. La crítica ha alabado esta obra por su resonancia emocional, que puede sentirse simplemente gracias a la tonalidad y la composición conmovedoras".
A Elizabeth Eleonor Siddal, escritora y pintora inglesa, se la conoce por ser el rostro de la famosa Ofelia de Millais, pero la historia de su trágica vida permanece olvidada y sólo es conocida por muy pocos.
En 1855 Siddal comienza a escribir poemas, a menudo con temas oscuros acerca de la pérdida del amor o la imposibilidad del amor verdadero. Sus versos eran tan simples como conmovedores, como si fueran antiguas baladas.
Rossetti ensalzó a Lizzie en sus escritos tanto como en su pintura. De hecho, su período de mayor producción poética comenzó al conocerla a ella y terminó alrededor de la época de su muerte. El poema A Last Confession ilustra especialmente su amor por ella, a quien personifica como la heroína con ojos “como del mar y del cielo en un día gris” (“as of the sea and sky on a grey day”). En esta obra, el afecto de un hombre por una joven pasa de amor paternal a romántico a medida que la chica crece.
Vivieron algunos años juntos en los cuales el inestable y ardiente Rossetti siguió buscando frágiles modelos de las que enamorarse. La dedicación a la poesía y a la pintura no sustrajeron a la cada vez más enfermiza y depresiva Elizabeth de los celos ampliamente justificados, llegando a arrojar al Támesis los retratos que Rossetti dibujaba de otras mujeres. En todos esos años Rossetti canceló a último momento y en repetidas oportunidades sus promesas de casamiento, motivado por sus incesantes infidelidades y la presión de su familia que detestaba a Elizabeth por provenir de la clase trabajadora, afectando notablemente a los ánimos y a la ya de por sí frágil salud de Elizabeth
Probablemente por pena de la salud de Elizabeth, Dante cumplió su promesa y por fin se casaron en 1860, en una ceremonia sin parientes ni amigos, luego de dos años de separación motivados por las constantes infidelidades de Rosetti. Pero la vida no estaba dispuesta a hacerlos felices. En 1860 Rosetti pinta a Elizabeth embarazada en el cuadro "Regina Cordium", con la mirada perdida y gesto de tristeza. La hija que llevaba dentro no nacerá viva. Elizabeth no se recuperó del golpe y se pasaba horas meciendo la cuna vacía.
Hundida emocionalmente, y sabiendo de los escarceos de él con otras mujeres, pasa su vida entre dosis de laudáno, opio y morfina, posiblemente recetados para remediar las secuelas del baño de Ofelia; sea como sea la cuestión es que se volvió adicta.
En 1861 durante su embarazo Elizabeth escribe "Al final" y "Amor Muerto", desgarradores poemas que enmarcados en la tragedia personal de la autora, adquieren tintes realmente ominosos.
Al Final
Oh, Madre, abre la amplia ventana
Y deja que entre el día;
Oscuras se tornan las colinas
Y los pensamientos comienzan a nadar.
Madre querida, toma mi joven hijo,
(Ya que de tí he nacido)
Y cuida todos sus pequeños caminos
Hazlo sabio sobre tu falda.
Lava mis manos luctuosas
Y luego ata mis pies;
Mi cuerpo ya no puede descansar
Fuera de su sábana tortuosa.
Toma el brote de un árbol joven
Y verde hierba recién segada,
Déjalos sobre ésta lóbrega cama
Para que mi dolor no se sepa.
Encuentra tres bayas rojas
Y arráncalas del tallo,
Quémalos al canto del gallo
Para que mi alma no regrese.
Cuando caigan las gruesas lágrimas,
(Y caerán, Dios lo sabe)
Díle que que morí de un gran amor
Y que mi corazón ha muerto alegre.
Cuando el sol se haya puesto
Y la hierba ondule en tu regazo,
Arrástrame en el frágil ocaso
Y ocúltame entre las tumbas.
Amor Muerto
Nunca llores por un amor muerto,
ya que rara vez el amor es verdadero.
El cambia sus ropas del rojo al azul,
y del más brillante azul al rojo,
el amor ha nacido a una muerte temprana,
y su realidad es apenas un despojo.
Entonces no ancles tu sonrisa
en su pálido rostro descarnado,
para exhalar el más profundo de los suspiros.
Las palabras justas en labios sinceros.
Pasarán y sin duda morirán;
y tú estarás solo, mi querido,
cuando se desaten los vientos invernales.
Nunca lamentes aquello que no puede ser,
pues este Dios no regala dones.
Si este pobre sueño de amor fuese nuestro,
entonces, querido, estaríamos en el cielo,
pero aquí sólo hay campos muertos,
donde el verdadero amor jamás es cierto.
La leyenda cuenta que Elizabeth amenazó varias veces a Rossetti con el suicidio pero él no la tomó en serio y una noche de 1862, destrozada, mientras él pasaba la noche en la cama de Fanny , Elizabeth se pasó con la dosis de láudano y la encontraron muerta tal como a la Ofelia del cuadro que inmortalizó.
Rossetti tampoco supo liberarse de las brumas del espíritu. Desgarrado de dolor enterró en el ataúd de Elizabeth, bajo la larga cabellera pelirroja de su amada, una agenda con la única copia de los sonetos que le había compuesto. Pasó el tiempo, se dedicó, recluido, a la pintura y a la poesía, con el mismo énfasis con el que continuaba sus excesos en alcohol y láudano.
Rossetti volvió a pintar a Elizabeth como la Beatriz de Dante en una de sus obras más famosas, Beata Beatrix (1864-1870), que ejecutó como conmemoración tras la muerte de ella. La pieza imita la muerte de la amada de Dante Alighieri como aparece en su obra autobiográfica, Vita Nuova. En el cuadro, en medio de un resplandor amarillo con formas poco claras, entre ellas el Ponte Vecchio de Florencia y las figuras de Dante y del Amor, aparece Elizabeth representando a Beatriz.
Con la barbilla hacia arriba y los ojos cerrados, Lizzie aparece profundamente consciente de su destino inminente,la muerte. Un pájaro, que sirve como mensajero de la muerte, posa una amapola en sus manos. La crítica ha alabado esta obra por su resonancia emocional, que puede sentirse simplemente gracias a la tonalidad y la composición conmovedoras. La historia real de Rossetti y su amada esposa profundiza aún más su significado.
Con la barbilla hacia arriba y los ojos cerrados, Lizzie aparece profundamente consciente de su destino inminente,
Elizabeth Siddal "...A nadie importaba mi alma..."
El trágico amor de Elizabeth Siddal y Dante Rossetti
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