"Dar un rostro a la amada"
“Busqué la divinidad y estoy a las puertas del Infierno. Caer... aún puedo seguir cayendo... Aún a través de las llamas, he de tener una meta: ¡Hay una senda hacia el Cielo!”
Más allá de la Luna y el Sol, sigue el recorrido por las esferas superiores,análogas a los estados universales del ser, que Apolo señala con su dedo;es el ascenso hacia el polo celeste, punto original de donde emana todo el orden del universo.
Los nacimientos contranatura relatados por los mitos son una manera de explicar lo que con la razón es imposible de comprender.
Los sabios renacentistas ya decían que "Morir es ser amado por un dios, y viceversa, que amar es morir o ser matado por un dios".
Toca pues, en esta empresa, que el alma se deje raptar o aspirar por el furor de los dioses, lo cual es una forma de hablar, ya que no vendrán divinidades de fuera a rescatarla y elevarla, sino que se trata de dejar de poner las trabas que impiden el despertar o renacer de sus posibilidades superiores.
En este caso, el mito, que es un símbolo verbalizado, actúa de partera y ayuda a extraer lo que el alma ya lleva en su seno de modo potencial.
Por ejemplo, la mortal Semele, madre de Dioniso, le pide a Zeus que se le revele con toda su majestad y fuerza; él así lo hace, y la mujer de carne y hueso cae fulminada, pero el vástago que lleva en su vientre completa su período de gestación implantado en el muslo paterno, lo que le hace adquirir su condición inmortal.
Nace el niño-dios que en su vida no hará sino recordar su identidad humana y divina.
Es Parsifal, con la espada en la mano y con el pensamiento de la Amada en la mente y el corazón, el único que logrará curar a Anfortas, el Rey del Grial.
Miguel Serrano afirma que toda su obra escrita se halla centrada en el misterio del Amor Mágico con la propia anima, en esta Iniciación de Amor, de los Minnesänger.
Hay una mujer espiritual que nos llama desde la no-muerte.
Ella nos puede visitar “reflejándose” en una mujer mortal,
siendo su amor fruto de la inmortalidad.
El ser humano es un ser escindido cuya naturaleza, de forma inconsciente, busca completar la unidad o la totalidad perdida.
Cuando el héroe cae precipitado en la tierra, lo hace escindido en una de las dos mitades o pares de opuestos que conforman el mundo demiúrgico.
Existe un amor animal que da como resultado el hijo de la carne, pero existe el amor mágico de cuya unión surge el hijo de la inmortalidad.
La fuerza del amor busca la unión de los pares opuestos. Fruto de la unión de los pares opuestos, de la unión de los polos, surge el elemento vida: tan grande es el poder del amor.
A través del amor, el hombre, o la mujer, busca restablecer, reencontrar la vida, la “unidad perdida”. Sin embargo, así como el amor profano, el amor vulgar da lugar a la procreación y el hijo de la carne, el amor mágico es el que da creación al “hijo del hombre” esto es, al hijo del espíritu y de la inmortalidad.
En toda esta iniciación, el arquetipo del ánima es la Dama del Castillo. Como tal, ella puede visitarnos "constelándose”, para usar la expresión de Jung, con la aparición de una mujer real.
Serrano establece una distinción entre el arquetipo del anima, que es femenino, equivaliendo al alma del hombre y el arquetipo del animus, que es masculino y es el alma de la mujer. Equivale esto con que el “Cuerpo del deseo”, o cuerpo sutil, etérico, que en el hombre es femenino y en la mujer masculino.
Por esto, el hombre desea a la mujer y la mujer desea al hombre.
Dentro de esta concepción, la Dama del Castillo es más que un arquetipo, es la Ella de EL-ELLA. Y el Rey, es el Él de ELLA-EL.
EL-ELLA es él que busca a ella y ELLA-EL, es ella que busca a él.
La unión última, indica Miguel Serrano (“NOS, libro de la Resurrección”), habrá de producirse no en la fusión de los opuestos, no en el Andrógino primordial, sino entre EL-ELLA y ELLA-EL, en la separación última y en la reunión en esta separación.
En la Resurrección esta unión será NOS.
La iniciación de A-mor (no-muerte) fue descubierta por el primer trovador (trovare, “hallar”), Wotan, quien encontró las runas, crucificado en el Árbol del Espanto. Y Wotan, para cumplir la Inmortalización, la Resurrección, necesitó de Freya, o Frigga, de ELLA-EL.
La primera llamada, el primer despertar en el camino se cumple con “la mirada”.
La Dama del Castillo, la Domna, “mira” profundamente, desde su más íntimo secreto al “elegido”. Este se prende, se enciende, “constelándose” dentro del arquetipo del ánima.
Se enamora: lo ha visitado la mujer divina. En “la Divina Comedia”, Beatriz “mira” a Dante y éste queda prendado a vida y muerte.
Habiendo sido “mirado”, el adepto se transforma en Fenhedor o suspirante.
Así que parte con su flauta del dios Pan que toca sus notas en su sangre y se va al bosque, al monte, a la caverna, suspirando de A-Mor por su amada, hasta que ella le escucha, se apiada de su sufrimiento y le “visita”.
Cuando se le aparece, él le declara su sentimiento de A-Mor. Ahora el adepto es el Precador, y pregona su A-Mor a su Walkiria, a su Domna. El pregón es un secreto inviolable, sólo de dos, porque el A-Mor nunca dura cuando se divulga y dispersa. Los Dioses y los Héroes aman el secreto.
El adepto se convierte en un Entenedor, un amado correspondido; cuando ella le ha besado suavemente, depositando apenas sus labios sobre los suyos, como el roce de una pluma.
Entonces el adepto comprende que su naturaleza es aún torpe y vulgar: no se halla al nivel de tan sublime amor.
Es la iniciación de A-mor la que habrá de vigorizarle, transmutarle, hasta que la amada decida que se halla preparado para la gran prueba de contemplarla desnuda.
Para el Entenedor, la visión del cuerpo de la mujer es la revelación suprema de un Misterio reunido en su esencia en la forma femenina.
Ha sido colocado ante un espejo donde, con espanto,
contempla la forma de su propia alma, de su anima.
Es el Recuerdo y la Nostalgia de la unión primera,
antes de la partición del Huevo Órfico.
Es la revelación del Paráklitos, de la Paloma cátara.
De ahí sigue “la prueba de Asag”. Dice Dante que “quien ha puesto allí su planta, jamás deberá retroceder”. Si así lo hiciera, sería como suicidarse.
En el suceso de la preñez esotérica, el iniciado, gracias a una Sacerdotisa de A-Mor, una Walkiria espiritual, o una yoguini tántrica, puede dar a luz el Cuerpo Astral, su vehículo de la Eternidad, su Hijo de la Muerte y de la Inmortalidad.
La alquimia es también un tantrismo heredero del “platonismo”.
Es la misma iniciación de los trovadores cátaros y de los Minnesänger germanos.
La soror mística pasa los metales al alquimista para que los mezcle en el Atanor de su propia alma, hasta alcanzar el oro alquímico, el “aurum potabile”, que se bebe y nos entrega la vida eterna.
Sin ese contacto de la mano de la “hermana mística”, sin esa penetración de la energía y vibración femeninas, la transmutación conjunta no es posible, como tampoco lo sería el proceso jungeano de la individuación.
La mujer es la que custodia la Piedra del Grial.
Es la antigua sacerdotisa hiperbórea que preserva el Fuego Sacro y hace así posible que el Cordón Dorado no se rompa en espera del nuevo ciclo de la Resurección del Rey.
Ella, a veces, duerme en el medio de un bosque, en la base de una montaña o en la Torre de un castillo esperando que el héroe la despierte de su catalepsia. Ella es Shakti-Kundalini.
Miguel Serrano dice que la alquimia es una ciencia de la Segunda Hiperbórea (posterior a la caída), que tiende a restaurar lo perdido.
Según una antigua tradición, los ángeles fueron seres gloriosos que habitaron este mundo viniendo de fuera. Luego se mezclaron y decayeron.
Osiris despedazado sería así un ángel caído, involucionado. Isis, uniéndose al ángel, obtiene de él la sabiduría alquímica del Grial y la preserva para entregársela a su hijo, nacido virtualmente (su ánimus).
Horus, quien será el héroe vengador que reconstruirá a Osiris (equivalente de Anfortas, el Rey del Grial) y restaurará el Reino Dorado, regenerando la Terre Gaste, haciéndola de nuevo fértil.
Vemos aquí que el Parsifal del ciclo del Grial es equivalente al Horus de la tradición egipcia.
De esta manera se reconstituye el Imperium de la Dinastía Divina, superando por fin el Crepúsculo de los dioses.
Ha de recuperarse el Árbol del Centro en medio del Paraíso Terrestre, conquistar el Segundo Árbol de la Vida (la segunda muerte), el Segundo Paraíso Terrestre.
Esto nos lleva a un combate tremendo. Se trata de conseguir que sane un Rey Enfermo, muerto y no muerto, que hay que restituir.
El metal es el plomo y ha de transmutarse en oro.
Es la reconquista de la Edad Dorada. Es la quinta esencia.
En definitiva, es el Gral, el Hombre Total,
la conquista del Superhombre,
Osiris resurrecto, Anfortas restablecido.
Para que el plomo se transmute en oro, es necesario agregarle azufre, que es el fuego y es lo divino, elemento luciferino.
El azufre es también la voluntad que convierte la sangre en fuego.En la alquimia el arsénico o el azufre corresponden a la virilidad.
Mediante la virilidad conseguiremos movilizar la voluntad pura.
El opus alchimicum es el producto final que se produce en el Atanor y es Rebis, el Umúnculo, el Andrógino, Shiva, el Cuerpo Astral, dado a luz por el alquimista gracias a su soror.
Es EL-ELLA, Él y Ella reencontrados. El cuerpo astral del alquimista con el rostro de la soror, además del rostro de él. Es el dios con dos rostros.
Vemos aquí que se produce el rostro de la Domna en el anima (femenina) del Minnesänger. Simultáneamente la soror se ha desposado con su propio animus (masculino), dándole el rostro de Él. Es ELLA-EL, Ella y Él reunidos.
Así pues nos encontramos con el hijo Horus, un andrógino:
el Cuerpo Astral creado.
Es él y ella: EL-ELLA en el caso de él y ELLA-EL en el caso de ella. Porque el cuerpo astral sólo existe virtualmente, en potencia.
Hay que crearlo, inventarlo, en este proceso misterioso de A-Mor alquímico. El cuerpo astral es el andrógino que vive más allá de la muerte del cuerpo físico.
Todo ello tras pasar por la Nigredo, la noche oscura y negra de la muerte mística, la Albedo, o resurección de esa muerte y la Rubedo, la inmortalización por medio de la materia espiritual roja que se produce en el Rayo Verde.
El primer misterio se consuma con la resurección del cuerpo físico, que es arrastrado a su resurrección por el cuerpo astral, como en un Carro de Fuego, como en un Vimana (pues su forma se ha hecho redonda) y es llevado más allá de este mundo, como un sol negro, por la puerta de Venus hacia una extra-situación.
El segundo misterio es que en la resurección e inmortalización del alquimista, como una consecuencia, se produce la inmortalización de la soror o la Amada.
Ahora hay dos esferas, dos andróginos, ELLA-EL y EL-ELLA, que se aman unidos y separados para siempre. Reunidos en la separación.
El tercer misterio es la mutación de la sangre producida primero en las venas del cuerpo astral, logrando posteriormente la regeneración de la sangre del cuerpo físico del vira, por medio de la vibración ígnea del azufre, capaz de transmutar el plomo de Saturno en oro, en “aurum potabile”.
"Y sucedió que a continuación iba por ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios; le acompañaban los doce, y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios. Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que les servían con sus bienes". (Lucas 8, 1-3)
Es de destacar que las mujeres que lo buscan, se le acercan, lo llaman y le tocan las vestiduras son enfermas o pecadoras, tal la hemorroísa, la encorvada, la poseída por demonios, la adúltera, la ya difunta hija de Jairo, etc, las cuales experimentan una total transmutación ante la presencia del Mesías.
Este hecho extraordinario sólo puede comprenderse a la luz de la visión mágico-teúrgica de la existencia; si las relaciones analógicas entre distintos órdenes de la realidad se rompen o debilitan, se originan entonces desequilibrios, enfermedades, ignorancia o error (que es lo que es el pecado), sobre todo si lo que se corta o desdibuja es el vínculo entre la realidad material y psíquica (correspondiente al cuerpo y el alma individual) con la de las ideas universales generadoras y nutricias que sustentan esos mundos inferiores, las que a su vez emanan de los principios arquetípicos eternos.
Cuando Jesús les dice a todas ellas: "Tu fe te ha salvado", no está aludiendo a una ciega creencia en poderes personales que sanan desde afuera, sino que ahí se apela al despertar de aquellas hembras a la aprehensión unitaria del cosmos que todo lo incluye como manifestación de un misterio insondable que se da a conocer a sí mismo a través de su creación.
Y ese reconocimiento, que implica la muerte a un punto de vista profano, dual y fragmentado, conlleva de inmediato el nacimiento a una nueva vida y a la posibilidad de que aquella experiencia de unidad que se ha producido virtualmente en un espacio virgen del alma, pueda completarse si se resiguen todos los jalones de la vía de Conocimiento, expresada en los Evangelios como un sendero que retorna a la fuente de agua viva (fuente es "ayin" = ayin, iod, nun = 130 = 13, palabra que también significa "ojo"), a esas aguas celestes que brotan del manantial de la Sabiduría que el propio Jesús simboliza, tal como le transmite a una mujer samaritana: …"el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna" (Juan 4, 14-15).
Así comienza un largo proceso de reconstrucción, pues lo conocido de modo virtual debe realizarse efectivamente, pero ¿cómo?
"Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios" (Lucas 9, 62) -empieza diciendo el guía interno.
"Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar el hombro" (Lucas 9, 58).
"No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis" (Lucas 12, 22).
"Velad". "No juzguéis, para que no seáis juzgados" (Mateo, 7, 1).
"El reino de Dios viene sin dejarse sentir… porque el Reino de Dios ya está entre vosotros" (Lucas 17, 20-21).
"No amontonéis tesoros en la tierra… amontonad más bien tesoros en el cielo… Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón" (Mateo 6, 19-21).
Y seguiríamos espigando muchas de sus palabras a modo de ideas fuerza que insinúan el sendero a seguir; palabras remitidas al centro del ser humano, que cobran sentido en la soledad de la meditación, donde siempre la contemplación es jerárquicamente superior a la acción, y en todo caso ésta última deriva de la intelección producida en el silencio:
"Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: 'Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude'. Le respondió el Señor: 'Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada'". (Lucas 10, 38-42)
Pues, "al que tiene se le dará, y al que no tiene, incluso lo que tiene se le quitará"; por supuesto que todo este mensaje es paradójico, desacondicionador y de la sola incumbencia del que lo vive en el campo invisible de la conciencia, de ahí su enorme dificultad para llevarlo a cabo, ya que uno siempre querría comprobaciones sensibles -las más de las veces engañosas o estériles en sí mismas-, cuando la única confirmación es una certeza interna que no necesita justificante ni certificado de autenticidad, pues es verdadera en sí misma y sólo se puede contemplar desde el ojo del corazón.
Jesús enseña a las multitudes con parábolas, a los discípulos les habla en privado y de modo directo acerca del Reino de los cielos, y con María Magdalena, aquella mujer de familia pudiente que llevó una vida de placer y desidia hasta que conoció las enseñanzas del Maestro, la forma de transmisión es de otra naturaleza.
El símbolo y el mito incluyen distintos niveles de lectura, concéntricos y cada vez más interiores, desde el literal, pasando por el alegórico, el sintético o simbólico y finalmente el arquetípico y secreto.
La relación de Jesús y María Magdalena se inscribe en este tercer grado, que conduce hasta la puerta del cuarto, del cual nada podrá decirse por su naturaleza inefable.
De aquella hembra se han destacado los dos extremos de una visión dual, ya sea la moralista-beata o bien la progresista y vulgarizadora, y tan pronto es la prostituta que se vuelve santa, como todo lo contario, la compañera demasiado humana de Jesús.
Pero vamos a acercaremos a través de las escrituras aceptadas por la ortodoxia, así como por los Evangelios llamados apócrifos y otros textos de la literatura sagrada de la tradición hebrea e incluso de cabalistas cristianos posteriores, a esa visión simbólica y operativa de la relación enigmática entre el maestro y la de Magdala.
Se dice en el Evangelio de Felipe a modo de presentación:
"Tres mujeres caminaban siempre con el Señor: María su madre; la hermana de ésta; y Magdalena que es denominada 'su compañera'. Así, pues, María es su hermana, y su madre, y es su compañera".
(Evangelio de Felipe en Textos Gnósticos. Biblioteca de Nag Hammadi II. Evangelios, Hechos, Cartas. Editorial Trotta, Madrid, 2009)
Más adelante se agrega:
"Y la compañera del Salvador es María Magdalena. El Salvador la amaba más que a todos los discípulos, y la besaba frecuentemente en la boca. Los demás discípulos se acercaron a ella para preguntar. Ellos le dijeron: ¿Por qué la amas más que a todos nosotros? El Salvador respondió y les dijo: ¿Por qué no os amo a vosotros como a ella?". (Evangelio de Felipe, op. cit.)
María Magdalena figura en los evangelios sinópticos como "la que ungió al Señor con perfumes y le secó los pies con sus cabellos" (Juan 11, 2).
Criticada incluso por los mismos apóstoles por este gesto que consideraron un despilfarro, el Maestro sin embargo lo ensalzó para su gloria y la de ella, pues con él se anunciaba su próxima muerte, sepultura y la inminente resurrección. Y al fariseo con el que estaba cenando cuando la mujer lo cubría de perfumes, lágrimas y besos, le dice:
"'¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies. Ella, en cambio, ha mojado mis pies con lágrimas, y los ha secado con sus cabellos. No me diste el beso. Ella, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. No ungiste mi cabeza con aceite. Ella ha ungido mis pies con perfume. Por eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra'". (Lucas 7, 44-47)
Nos encontramos frente a una de las expresiones más misteriosas del amor, amor que es el eje de la existencia de este avatar(a), que no hace sino religar constantemente con la Palabra lo de arriba con lo de abajo: lo infrahumano, lo humano y lo divino, aunando Gracia y Misericordia con Rigor y Juicio, y equilibrando siempre el fiel de la balanza cósmica en el altar del sacrificio, el corazón que finalmente entrega y del que brotará el agua y la sangre nutricias y liberadoras.
El Verbo del que es emisario impregna todos los mundos en su recorrido descendente, atando el cielo con la tierra, fecundándola y regenerándola, y señalando además que él mismo, en tanto que Verbo encarnado, es "el camino, la verdad y la vida" hacia la casa del Padre, el Sancta Sanctorum que alberga el misterio de la Suprema Identidad.
Este camino gradual, angosto y estrecho que conduce del ara o corazón del templo a la puerta estrecha de la sumidad, la coronilla, sigue siendo Amor quien lo traza, y es en Amor donde se origina y concluye.
La fuerza del Amor está muy presente en la literatura y en los textos sagrados y sapienciales de la tradición hebrea, a la que pertenece el maestro Jesús, y tiene uno de sus más bellos exponentes en el Cantar de los Cantares, donde se describe de forma poética ese viaje del alma hacia su origen con el que se fusiona, a través de una serie de imágenes que utilizan como soporte el cortejo del Novio y la Novia.
Comienza el canto de Salomón aludiendo al extraño poder del beso, beso que es el que sella la unión de Cristo y María Magdalena:
"¡Qué me bese con los besos de su boca! Mejores son que el vino tus amores, mejores al olfato tus perfumes, ungüento derramado es tu nombre, por eso te aman las doncellas".
¿Por qué el beso?, nos preguntamos, y responde un comentario del Zohar:
"(Cant. 1, 2): 'Que me bese con los besos de su boca'. Esto lo dijo la Kneset Israel -es decir la Shekina-. Se pregunta: ¿Cuál es el sentido de 'Que me bese', no habría tenido que decir: ' ¿Que me ame', ¿Por qué 'Que me bese'?
Se responde: Se nos ha enseñado que el besar es la unión de un espíritu [ruah] con otro espíritu, por ello el beso es en la boca, pues la boca es el origen y la fuente del espíritu.
Y por esto en el amor, el beso es en la boca y se une espíritu con espíritu, sin haber separación del uno con el otro.
Y debido a esto, aquel que muere [sheiotsé neshamato: 'que hace salir su alma'] en el beso, une su espíritu al espíritu del Santo, Bendito Sea y no se separa de él. Y esto es a lo que se llama beso, y por ello dice la Kneset Israel:
'Que me bese con los besos de su boca', a fin de que se una un espíritu a otro espíritu y no se separen nunca". (Zohar, vol. II, 124 b)
Y también:
"Las palabras (Cant. 1, 2): 'Que me bese con los besos de su boca' tienen la siguiente significación:
El rey Salomón aspiraba a la unión del mundo superior con el mundo inferior. Y la unión de dos espíritus solo se realiza a través de un beso; cuando dos personas se besan en la boca, sus espíritus se unen hasta el punto de convertirse en uno.
En el libro de R. Hamenuna el Anciano, las palabras: 'Que me bese con los besos de su boca', están aplicadas a los cuatro espíritus celestes suspendidos de las cuatro letras del Tetragrama [iod, he, vav, he].
Son los espíritus del amor, y cuando ellos se dan el beso, es cuando se expande aquí abajo la misericordia del palacio celeste denominada 'Amor'.
Y cuando estos cuatro espíritus no se besan, el amor que emana del palacio celeste se convierte en ira cuando llega aquí abajo. Cuando los cuatro espíritus se besan, se funden en uno solo, y este espíritu desciende sobre la tierra para llevarle el amor y vuelve enseguida al palacio celeste donde permanece". (Zohar, vol. II, 146, b)
Todo lo cual tiene, pues, una repercusión no sólo alquímica sino teúrgica, operada a través de la lengua divina, que desde su boca invisible profiere el impronunciable nombre (YHVH) con el que crea, sostiene y aniquila el mundo y todos los seres, siendo el ser humano la criatura central que adhiriéndose a esas misteriosas cuatro letras (cada una de las cuales se corresponden con los mundos que la Cábala conoce como Asiyah, Yetsirah, Beriyah, Atsiluth) coadyuva a construir el universo, a mantener la armonía cósmica y a reunificarla con el Principio.
"Beso", en hebreo, es una palabra compuesta por nun (50), shin (300), iod (10), kaf (100), (exactamente las mismas de Caín pero en otro orden, a saber, kaf, iod, nun, a las que se agrega shin, letra viril relacionada con el principio masculino del cosmos y que intercalada en el nombre impronunciable YHVH conforma YHSVH, Yeshua = Jesús, el que pronunciará lo que del Misterio puede pronunciarse; y esa misma shin agregada al nombre de Caín hace del beso el gesto viril de este personaje, o sea que deviene su emisario) y su valor numérico es 460 = 4 + 6 + 0 = 10 =1 + 0 = 1, por lo que el "beso" reúne en sí mismo al Principio, al Uno (1) y a la Totalidad (10) que lo refleja.
Relacionado con esta función teúrgica del lenguaje, el cabalista zaragozano Abulafia nos ilumina con este texto que aúna la simbólica del eros y las letras:
"Y en virtud de su concentración, él prepara a la esposa para recibir el influjo de la potencia del esposo. Los elementos divinos, (o sea las letras emanadas) mueven a los inteligibles, y persistiendo en su concentración e intensificándola y reforzándola, por motivo de su gran deseo y de la fuerza de su anhelo y de la persistencia de su aspiración a alcanzar la unión y el beso, la fuerza de la esposa y su nombre y su potencia serán mencionados con benevolencia y serán preservados para siempre, ya que ésta es su ley.
Y las cosas separadas serán unidas, y las unidas serán separadas, y la realidad será transformada". (citado en: Moshe Idel, Cábala y Eros, Ed. Siruela, Madrid, 2009, pág. 98)
Y prosigue el mismo cabalista:
"El nombre divino [el Tetragrama] está compuesto por dos partes, puesto que hay dos partes de amor [dividido entre] dos amantes, y las [dos partes de] amor se convierten en una sola cuando el amor se realiza. El amor intelectual divino y el amor intelectual humano se unen convirtiéndose en una sola cosa.
Precisamente así el nombre de Dios incluye [las palabras] uno uno, puesto que la existencia humana está comunicada con la existencia divina durante la intelección -que es idéntica al intelecto en su existencia- hasta que él y Él no se convierten en una sola [entidad].
Este es el gran poder del hombre: él puede comunicar la parte inferior con la superior, y la parte inferior se elevará y se unirá a la superior, y la parte superior descenderá y besará a la entidad que asciende hacia ella, como un esposo besa a su esposa por motivo de su deseo, grande y real, característico del gozo de ambos, por el poder del nombre de Dios". (op. cit., pág. 99)
Pues ya se sabe que YHVH tiene valor 26, que es a su vez la suma de "Amor" (alef, he, beth, he = 13) más "Uno" (alef, het, dalet = 13); y no es casualidad que otra de las maneras de escribir "Jesús" sea con iod, he, vav, shin, ayin = 391 = 3 + 9 + 1 = 13, que es el mismo valor que el de "Mesías" (mem, shin, iod, he = 355 = 3 + 5 + 5 = 13), con lo que estos cuatro nombres, a saber, Amor, Uno, Jesús y Mesías, se identifican entre sí por su gematría y sumados dos a dos siempre remiten a YHVH. Por otra parte ya hemos visto que "Miriam", "fuente" y "ojo" se reducen también al valor numérico 13, lo que conjugando a pares todas estas palabras nos dan la clave de la relación de Jesús y María o Miriam.
Se trata de un vínculo de Amor que partiendo del Uno a él retorna, a la "fuente" original, a través del "ojo" del corazón, o sea de esa mirada interior, intelectual, que posibilita la asunción del YHVH, gracias al poder del beso y a todas las nupcias que él promueve.
En el Cantar de los Cantares el beso abre la puerta al palacio del Amor -a la cosmogonía completa graficada por el lenguaje divino-, en cuya estancia más recóndita se esconde la Sabiduría: "Negra soy pero graciosa" -dice la diosa al comenzar el poema-, la cual se revelará en la conciencia de los amantes que la amen con toda el alma.
Es tanta su generosidad que siempre va dejando pistas, las huellas del rebaño de ovejas que hacia ella se dirigen. Atraídos por la Virgen Negra, los novios comienzan su cortejo con palabras inflamadas, y se adentran en un ámbito secreto, oscuro y embriagador:
"Me ha llevado a la bodega, y el pendón que enarbola sobre mí es amor", a la casa del vino, ¡de nuevo el vino!, donde el líquido espirituoso abrirá la mente a concepciones universales. Se oye la voz del amado: "¡Levántate amada mía, hermosa mía y vente!", pues "Me robaste el corazón, hermana mía, novia, me robaste el corazón con una mirada tuya", "Huerto eres cerrado, hermana mía, novia, huerto cerrado, fuente sellada".
A lo que la novia responde:"¡Entre mi amado en su huerto y coma sus frutos exquisitos!". Y entonces él: "Ya he entrado en mi huerto, hermana mía, novia; he tomado mi mirra con mi bálsamo, he comido mi miel con su panal, he bebido mi vino con mi leche. ¡Comed, amigos, bebed, oh queridos embriagaos!".
Lenguaje arrobador, gracias al cual el alma es cautivada, raptada y conducida una y otra vez a realizar todas las bodas alquímicas, que se siguen expresando en el poema de Salomón como un juego de encuentros y desencuentros, acercamientos y alejamientos, atracciones y rechazos, mecidos siempre al vaivén de un solo canto que conjuga todas las tensiones:
"Yo dormía pero mi corazón velaba ¡La voz de mi amado que llama!", "¡Ábreme hermana mía!", "Mi amado metió la mano por la hendidura y por él se estremecieron mis entrañas… Abrí a mi amado, pero mi amado se había ido de largo. El alma se me salió en su huida. Le busqué y no le hallé, le llamé y no me respondió"... y así paso a paso, perseverando en la lucha vertical por el eje inmutable del mundo, los amantes se aproximan a la cámara más interna, a la auténtica matriz cósmica que ha parido, pare y parirá todos los seres. Los que en ella ingresan son los que aun siendo novios se han reconocido entonces como hermanos, hijos de una misma madre, divina:
"¡Ah! Si fueras tú un hermano mío amamantado a los pechos de mi madre. Podría besarte al encontrarte afuera sin que me despreciaran. Te llevaría, te introduciría en la casa de mi madre y tú me enseñarías…"
Vivencia absolutamente secreta, inexplicable, la de la copula del Alma y el Espíritu en el Sancta Sanctorum del templo; sólo al asomar de nuevo el rostro hacia el mundo de la ilusión cósmica, la Shekinah, la divina inmanencia, da testimonio de una realidad que es Unidad sin atisbo de dualidad:
"¿Quién es ésta que sube del desierto apoyada en su amado?
Debajo del manzano te desperté, allí donde te concibió tu madre, donde concibió la que te dio a luz. Ponme cual sello sobre tu corazón, como un sello en tu brazo. Porque es fuerte el amor como la muerte, implacable como el Sol la pasión. Saetas de fuego sus saetas, una llama de Yahve. Grandes aguas no pueden apagar el amor, ni los ríos anegarlo. Si alguien ofreciera todos los haberes de su casa por el amor, se granjearía desprecio".
(Todas estas últimas citas pertenecen a el Cantar de los Cantares de Salomón)
Y es que el beso, además de efectivizar la unión a todos los niveles posibles, mata, o mejor dicho, es justamente porque provoca la muerte que la unión se realiza.
Recordemos que la muerte se vincula con el número 13 antes tratado, y bien se dice que sólo penetrando los misterios de la muerte y del amor se conocen los de la Inmortalidad, pues como explicaban los sabios renacentistas: "morir es amar o ser amado por un dios, y amar es morir o ser muerto por un dios"; y en palabras de Lorenzo de Medici: "quienquiera que viva para el amor, muere primero para todo lo demás. Y si el amor tiene alguna perfección en sí… es imposible llegar a esa perfección sin morir primero respecto a todas las cosas imperfectas" (citado en: Edgar Wind, Los misterios paganos del Renacimiento, Barral editores, Barcelona, 1972, pág. 160).
Vivir es morir y muriendo resucitamos, y esto es así porque es así, pues ya la palabra muerte lleva en sí misma implícita la resurrección: "mavet" = mem, vav, tav= 40 + 6 + 400= 446 = 4 + 4+ 6 = 14, número del arcano XIV del Tarot, la Templanza:
"Símbolo de la resurrección y la nueva vida. Aquí tenemos a una mujer alada, en actitud de vuelo, mezclando el contenido de dos vasijas, combinando las energías contrarias, a las que complementa, lo que también está simbolizado por los colores de sus vestidos. Se puede ver en ella a las Musas y a las Gracias que inspiran al artista, y en general al Arte como vehículo de conocimiento. Abre nuestra mente a nuevos aspectos del ser, cada vez más profundos y sutiles…"
Escuchemos como Pico de la Mirandola ahondó en esta simbólica que conjuga vida-muerte-inmortalidad relacionada con el beso, en un texto en el que sintetizó enseñanzas cristianas, hebreas y paganas:
"Puede además con la primera muerte, que es separación sólo del alma respecto del cuerpo, y no al revés, ver el amante a la amada Venus celeste, y cara a cara con ella, razonando sobre su divina imagen, nutrir felizmente sus ojos purificados; pero quien quiera poseerla todavía más íntimamente, y no contento con sólo verla y escucharla, ser digno de sus abrazos más íntimos y sus besos más anhelados, debe con la segunda muerte separarse completamente del cuerpo, y entonces no sólo verá y escuchará a la Venus celeste, sino que con un nudo indesligable se abrazará a ella, y volcando el alma con besos el uno en el otro no cambiarán, sino en la medida en que se unan con tanta perfección que, cada una de ellas, dos almas, y ambas una sola alma, podrán llamarse. Y advierte que la más perfecta e íntima unión que puede tener el amante con la amada celeste se demuestra con la unión del beso, porque no es lícito usar unión o cópula alguna que vaya más allá de este santo y sagradísimo amor, como las que se usan en el amor corporal; y porque los sabios cabalistas quieren que muchos de los antiguos padres en dicho rapto del intelecto hayan muerto, encontrarás entre ellos muchos que han muerto de 'binsica', que en nuestra lengua significa morir por el beso; lo que se dice de Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, Aarón, María y algún otro.
Y quien no entienda el dicho principio, no entenderá nunca perfectamente su intención; y no leerá en sus libros sino que 'binsica', esto es la muerte por el beso, es cuando el alma, en el rapto intelectual, tanto se une a las cosas separadas que, elevada del cuerpo, en todo lo abandona; pero por qué conviene a muerte semejante dicho nombre no ha sido, por cuanto he podido leer, expuesto hasta ahora por nadie".
(Pico de la Mirandola, Comentario a una canción de amor de Girolamo Benivieni, PPU, Barcelona, 2006)
Y a continuación el veneciano Francesco Giorgi o Zorzi sigue profundizando en estas realidades espirituales:
"Al no ser suficiente el hecho de elevar al hombre hasta la unión con Dios, nos esforzaremos en hacerle progresar y conducirle hasta el último grado, es decir, a la transmutación del cuerpo en espíritu, y del espíritu en Dios. De los cuales ha dicho el Apóstol: 'Esperamos al Salvador, nuestro Señor Jesucristo quien reformará el cuerpo de nuestra humildad conforme al cuerpo de su claridad'. En otro lugar declara cual será esta reforma, cuando dice: 'Aquel que es animal está sembrado, aquel que es espiritual lo resolverá'; por otro lado, el Evangelista ha dicho: 'Les ha dado el poder de ser hechos hijos de Dios, a saber, cuando los hombres son transformados en la misma imagen de Dios'. Dicha transformación se logra mediante el rapto del espíritu y éxtasis, que los hebreos llaman la muerte del beso, de la cual en el Cantar de David se dice (Sal. 116, 15): 'Preciosa en la presencia del Señor es la muerte de los santos'. Porque en el rapto del espíritu, el hombre muere por este beso, del cual el sabio ha dicho en los Cantares: (1, 2):
'Que me bese con los besos de su boca'. Ya que el hombre, estando en el rapto del espíritu muere al cuerpo, de manera que su vida ya no vive, y entonces no recibe ninguna ayuda ni socorro, aunque el cuerpo no haya sido destituido de la vigorosa virtud del alma, la cual en tal rapto y éxtasis apoyada sobre Dios en un cierto beso, es unida con Dios gozando con Él de una dulzura tan grande que hace olvidar todas las cosas exteriores, incluso el propio cuerpo que ella abandona viviente pero privado de sentidos y como medio muerto.
Esto es lo que explica san Pablo cuando dice (Col. 3, 3): ‘Estáis muertos, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios’, el cual recibe el alma y la une con una fe tan fuerte que el hombre vive entonces más la vida de Cristo que su propia vida.
Pero esta transformación no solamente se hace por la iluminación del pensamiento sino también por el amor que une, que es un fuego divino, que se funde, que se une y que se transforma". (Francesco Giorgi, De harmonia mundi, III, 7, c. 18.)
Para terminar con esta intervención de Filaleteo que apunta un "detalle" clave en todo este viaje simbólico:
"Los peldaños de la escalera [de Jacob] representan las naturalezas medias por las que Jacob se ha unido a Dios, la naturaleza inferior unida a la superior. Respecto a los ángeles de los que se dice que suben y bajan por la escalera, su movimiento demuestra que no eran de una jerarquía superior sino de ciertas otras esencias secretas, ya que primero subían y luego bajaban. En cambio, si hubieran sido de arriba, primero habrían bajado, lo cual es lo contrario del texto. Y aquí lector quiero ver tu conocimiento. Pero volviendo a Jacob está escrito que estaba dormido, pero esto es un discurso mítico, ya que significa la muerte, es decir esa muerte que los cabalistas llaman Mors Osculi o muerte del beso, de la que no diré ni una sílaba". (Filaleteo, L'Aquarium des sages, París, 1989, pág. 89)
¿A qué esencias secretas se refiere? ¿Quienes son estas entidades inferiores con las que uno debe equipararse para ascender la escala del conocimiento?
Sigamos el tramo final de la mano de nuestro guía interno. Jesús, aun habiendo penetrado completamente los misterios de la iniciación en su vida terrenal, que son como hemos visto los de la Inmortalidad, padeció la pasión y la muerte física después de instaurar el rito de la transmutación del vino en sangre, y del pan en carne. Se entregó entero y el dolor no estuvo ausente, pues como apunta Federico González en El Simbolismo Precolombino (op. cit., pág. 110-111):
"Hay una dialéctica del dolor. Dios es Amor y necesita Amor. Ama y es Amado. El dolor surge entonces como un ansia de ese amor y la imperiosa necesidad de amar. Todas las tradiciones del mundo han conocido esa paradoja, esta inversión y complementación, esta analogía que liga indestructiblemente a todos los pueblos entre sí y constituye la dinámica del mundo. El dolor como forma de amor a Dios constituye parte de la dialéctica de la creación y no solo era practicada por la tradición judeocristiana, por los descubridores, sino también y de modo muy riguroso por los precolombinos. Este tipo de sacrificio, muchas veces sangriento, adquiría su pleno sentido en las pruebas de iniciación, donde el Conocimiento y la preparación a otras realidades y formas de percibir diferentes, auténticas y verdaderas, necesitaba de la propia esencia, del ser del iniciado".
Tal es así que Jesús es crucificado. A los pies de la cruz varias mujeres lo acompañaban: su madre, María Magdalena y María de Clopás.
Cuando uno de los soldados que hacían la guardia atravesó el corazón del Señor con una lanza, al instante brotó agua y sangre, bañando la tierra del Gólgota (que significa "calavera" en hebreo), justamente donde la tradición dice que se localizaba la tumba de Adán. "Tierra" es "adamah" (alef, dalet, mem, he), que contiene "Adam" (alef, dalet, mem, nombre de Adán en hebreo) y también "dam" (dalet, mem), que es sangre.
Con la sangre derramada del Cristo, la tierra se regenera, los ciclos se renuevan y el ser humano se realiza plenamente como tal; pero aún hay más. Cristo no encarna solamente la asunción del Hombre verdadero, sino del Hombre Universal o Trascendente.
El mito también explica que José de Arimatea recogió el precioso líquido del corazón de Jesús en una copa tallada por los ángeles en el Paraíso, justamente con la esmeralda que se desprendió del tercer ojo de Lucifer, el ángel de la luz que había fecundado a Eva engendrando a Caín, el vástago de ascendencia no humana, prototipo del iniciado de todos los tiempos y lugares.
Esa copa es también la que conforman las mujeres que reciben y acogen la sangre alrededor de la cruz, líquido que es el símbolo de la enseñanza tradicional que se vierte, se recoge y se habrá de devolver (tal cual el gesto de las tres Gracias) a todas las generaciones hasta el fin de los tiempos, con lo cual ellas se hacen también depositarias de la doctrina y encargadas de transmitirla.
Además, Caín juega aquí un papel muy oculto, oscuro, pero fundamental. El hijo de la luz, el de divina ascendencia que mata a su hermano demasiado humano Abel y es odiado desde entonces por toda la humanidad amnésica que reniega de la realidad metafísica, es obligado a peregrinar como extranjero por el tiempo y el espacio asumiendo en medio de múltiples contradicciones la misión de perpetuar las verdades eternas hasta el fin de los tiempos del ciclo que él también encabeza y debe concluir.
"'Pues bien -le dice YHVH- maldito seas, lejos de este suelo que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano. Aunque labres el suelo, no te dará más su fruto. Vagabundo y errante serás en la tierra'. Entonces dijo Caín a YHVH: 'Mi culpa es demasiado grande para soportarla. Es decir que hoy me echas de este suelo y he de esconderme de tu presencia, convertido en vagabundo errante por la tierra, y cualquiera que me encuentre me matará'. Respondióle YHVH: 'Al contrario, quien quiera que matare a Caín, lo pagará siete veces'. Y YHVH puso una señal a Caín para que nadie que le encontrara le atacara". (Gen. 4, 11-15)
Los nacidos del espíritu, o los nacidos dos veces, los iniciados que se saben depositarios de la semilla de inmortalidad en la caverna de su corazón se reconocen en esta entidad llamada Caín, e identificándose con ella conocen su genealogía suprahumana.
"Semilla" es "zera", palabra formada por la letra zayin (que significa arma y tiene valor numeral 7), resh (cabeza, 200) y ayin (fuente, 70) lo que le da un valor de 277 = 2 + 7 + 7 = 16 = 1 + 6 = 7, y como ya vimos anteriormente éste es el número al que se reduce el nombre de Caín así como el de la marca que lo señala y protege y también es el de "vino" y "secreto".
Caín es entonces el que adentra en la casa del "vino" y en un acto viril "besa", provocando la muerte y la resurrección, la unión a todos los niveles; esta entidad que se ha tenido que ocultar para salvaguardar la doctrina, que ha penetrado el mundo subterráneo domando todos sus númenes, se levanta del fondo de los abismos y con el "arma" afilada rasga los velos de la ignorancia y descubre en sí mismo la escala cósmica de siete peldaños que asciende hasta la "fuente".
Traspasa la frontera de la creación demiúrgica y la Virgen Negra lo adentra en su "secreto". La "semilla" que porta en el centro de su nombre (la iod en medio de la kaf y la nun) -sembrada en el corazón de miles de iniciados- debe ser recogida y depositada en la copa esmeraldina, y restituida en la frente del ángel de la luz que es la residencia espiritual del Rey de Mundo, el Agartha.
Entonces, la "kaf" con la que empieza el nombre de Caín, que significa "ojo de la aguja", abre la puerta más estrecha a los Misterios Mayores de los que nunca nada podrá ser expresado.
Jesús, el Caín redivivo, también es sepultado y transita por los corredores oscuros del inframundo, librando una temible batalla con las fuerzas oscuras, a las que somete por el poder de la Palabra, resucitando victorioso al tercer día y ascendiendo a los cielos donde se sienta en el trono del Padre, pues no hay dualidad entre uno y otro. María Magdalena sigue siendo la elegida para grabar en su alma el proceso completo de este viaje iniciático; a ella se le aparece el Señor antes que a los demás discípulos y la envía para dar testimonio de la Buena Nueva:
"Estaba María junto al sepulcro fuera llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Dícenle ellos: 'Mujer, ¿por qué lloras?' Ella les respondió:
'Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto'.
Dicho esto, se volvió y vio a Jesús. Le dice Jesús: 'Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quien buscas?' Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: 'Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré'. Jesús le dice: 'María'.
Ella se vuelve y le dice en hebreo: 'Rabbuní' –que quiere decir: 'Maestro'-. Dícele Jesús: 'No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete dónde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios'.
Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras". (Juan 20, 11-18)
Cuando Jesús ya ha resucitado, reunidos los apóstoles con María Magdalena, Pedro la interpela, y ella continúa transmitiendo las verdades grabadas, talladas y esculpidas desde siempre en su alma:
"Mariam, hermana, nosotros sabemos que el Salvador te apreciaba más que a las demás mujeres. Danos cuenta de las palabras del Salvador que recuerdes, que tú conoces y nosotros no, que nosotros no hemos escuchado.
Mariam respondió diciendo: 'Lo que está escondido para vosotros os lo anunciaré', entonces comenzó el siguiente relato:
'Yo -dijo- vi al Señor en una visión y le dije: 'Señor, hoy te he visto en una visión'.
El respondió y me dijo: 'Bienaventurada eres, pues no te has turbado al verme, pues allí donde está el Intelecto, allí está el tesoro'.
Yo le dije: 'Señor, ahora, el que ve la visión ¿la ve en alma o en espíritu?'.
El Salvador respondió y dijo: 'No la ve ni en alma ni en espíritu, sino que es el Intelecto que se halla en medio de ellos el que ve la visión'...".
(Evangelio de María en Textos Gnósticos. Biblioteca de Nag Hammadi II. Evangelios, Hechos, Cartas. Editorial Trotta, Madrid, 2009)
"La ligadura del olvido dura un instante. En adelante alcanzaré el reposo del tiempo de Dios (kairós), del tiempo (chronos), y el reposo de la eternidad, en silencio. Después de decir esto, Mariam permaneció en silencio, dado que el Salvador había hablado con ella hasta aquí" (op. cit.).
Más allá ya no hay palabras, ni atributos, ni calificativos, ni viaje, ni esto, ni lo otro, ni subida, ni bajada. Solamente el Secreto, impronunciable. Toda la navegación es una preparación para el salto al vacío ilimitado.
Entregadas al rito cosmogónico, anónimas mujeres que mantienen el pulso vital del Cosmos, repiten desde el centro del cubo cósmico donde habitan:
Somos viento
Y luz
Y la sustancia del pensamiento
Viento y luz y la sustancia del pensamiento
Somos número y armonía
Somos la idea
Y el símbolo que la refleja
Viento y luz
Viento, luz y la armonía de la idea
El número y el símbolo que lo expresa
Viento
Y luz
Y voz
Secreto
Libre, la idea. Y el símbolo que la expresa
(Fragmento final de Noche de Brujas, de Federico González)
Valquirias. Diosas germánicas que formaban parte del cortejo de Odín en el "más allá" (el Walhalla). Desde allí envían sus beneficios a los hombres por su condición guerrera, especialmente en la batalla del fin de los tiempos (Ragnarok).
Simbolizan la muerte heroica del guerrero en acción y estas vírgenes eran profundo acicate en la mentalidad de los soldados que pedían su protección.
Tienen otras mujeres ayudantes que cabalgando en corceles briosos despiertan a la batalla a los ejércitos. Hay varias de ellas incluyendo a Brunilda la más popular a raíz de las óperas de Wagner: "El Anillo del Nibelungo".