"Cuando el cielo quiere salvar a un hombre, le envía amor" Lao-Tse. Que el amor sea tu única guía, sin mapas, sin dogmas, sin maestros, sólo amando...
Sospecho que hoy empiezo a Ser Canción, si seco un llanto. Y la canción con alma echó a volar y desde entonces los dos, vivieron más despacio, a pesar de su tiempo y de su espacio. Y un día como lluvia, ellos caerán y mojaran todo y su misterio crecerá verde sobre el mundo" Silvio Rodriguez.

martes, 1 de octubre de 2013

El lenguaje de los pájaros



Wa-s-sâffâti saffan
Fa-z-zâjirâti zajran
Fa-t-tâ1iyâti dhikran…

(“Por los que están ordenados en órdenes y los que expelen repeliendo y los que recitan la invocación…”) 
Corán, XXXVII, 1-3.

A menudo, en diversas tradiciones, se trata acerca de un lenguaje misterioso llamado “el lenguaje de los pájaros”; designación evidentemente simbólica, pues la importancia misma que se atribuye al conocimiento de ese lenguaje, como prerrogativa de una alta iniciación, no permite tomarla literalmente. Así, se lee en el Corán: “Y Salomón fue el heredero de David; y dijo: ¡Oh, hombres!, hemos sido instruidos en el lenguaje de los pájaros (‘ullimna mántiqa-t-tayri) y colmados de todo bien…” (XXVII, 15). 

Por otra parte, se ve a héroes vencedores del dragón, como Sigfrido en la leyenda nórdica, comprender al punto el lenguaje de los pájaros; y esto permite interpretar fácilmente el simbolismo de que se trata. 

En efecto, la victoria sobre el dragón tiene por consecuencia inmediata la conquista de la inmortalidad, figurada por algún objeto al cual aquél impide aproximarse, y esta conquista de la inmortalidad implica esencialmente la reintegración al centro del ser humano, es decir, al punto en que se establece la comunicación con los estados superiores del ser. 

Esta comunicación es lo representado por la comprensión del lenguaje de los pájaros; pues, en efecto, los pájaros se toman con frecuencia como símbolo de los ángeles, es decir, precisamente, de los estados superiores. 

Hemos tenido oportunidad de citar en otro lugar la parábola evangélica donde se habla, en este sentido, de “las aves del cielo” que vienen a posarse en las ramas del árbol, ese mismo árbol que representa el eje que pasa por el centro de cada estado del ser y vincula todos los estados entre sí.

En el texto coránico que hemos reproducido como lema, se considera que el término "es-saffât" designa literalmente a los pájaros, pero a la vez se aplica simbólicamente a los ángeles (el-malá’-ikah); y así, el primer versículo significa la constitución de las jerarquías celestes o espirituales

El segundo versículo expresa la lucha de los ángeles con los demonios, de las potencias celestes contra las potencias infernales, es decir, la oposición entre estados superiores y estados inferiores; es, en la tradición hindú, la lucha de los Deva contra los Asura, y también, según un simbolismo enteramente semejante al que estamos tratando aquí, la lucha del Gáruda contra el Nâga, en el cual encontramos, por lo demás, la serpiente o el dragón de que se ha hablado líneas antes; el Gáruda es el águila, y en otros casos está reemplazado por otras aves, como el ibis, la cigüeña, la garza, todos enemigos y destructores de los reptiles

Por último, en el tercer versículo se ve a los ángeles recitar el dhikr, lo cual, en la interpretación más habitual, se considera que indica la recitación del Corán, no, ciertamente, del Corán expresado en lenguaje humano, sino de su prototipo eterno inscripto en la “tabla guardada” (el-lawhu-mahfûz), que se extiende de los cielos a la tierra como la escalera de Jacob, o sea a través de todos los grados de la Existencia universal.




"¿Por qué huís cobardemente? Triunfad sobre la tierra, que en el cielo veréis la recompensa" (Boecio)


En Parzival, el comienzo de su aventura tiene lugar cuando descubre repentinamente la belleza del mundo, belleza que su madre le había vedado y entonces, siguiendo el anhelo por reencontrar su verdadera naturaleza, decide romper definitivamente los lazos que lo aferraban a su limitada vida profana, intuyó en lo íntimo de su corazón, y más allá de su rudimentario conocimiento, que el mundo clamaba ser restituido a su majestuosidad sempiterna y que él, al igual que su padre, podría ser parte de esta misión.

Durante la niñez se presentaron las primeras señales que despertarían el temor de la reina; se sintió conmovido, embelesado y embargado por una emoción desbordante al escuchar el canto de los pájaros, lo cual nos da pie para hacer algunas consideraciones.

Citando el relato de Wolfram von Eschenbach [1], sabemos que...con sus propias manos se hizo un arco y unas pequeñas flechas, con los que abatía a los muchos pájaros que encontraba. 

Pero siempre que acertaba a un pájaro que antes había cantado muy fuerte, lloraba y se mesaba el cabello, y se vengaba con su pelo. El joven era bello y extraordinario. 

Todas las mañanas se lavaba en el río del prado. No conocía la tristeza, a no ser por el canto de los pájaros, cuya dulzura penetraba en su corazón y le agrandaba su pequeño pecho. 

Bañado en lágrimas corría hacia la reina, quien le preguntaba: «¿Quién te ha hecho algo? ¡Ya estuviste allí, en el prado!». Y él no sabía contestar, como sucede a menudo a los niños.

La reina trató de desentrañar durante mucho tiempo este enigma, hasta que un día lo vio mirar fijamente a lo alto de los árboles y oír el canto de los pájaros. Observó que el pecho de su hijo se hinchaba al escuchar sus trinos. 

Se debía a la naturaleza que había heredado y a la añoranza. 

Sin saber por qué, doña Herzeloyde empezó a sentir odio por las aves y quiso enmudecer su canto. Mandó a sus labradores y a sus criados que se apresuraran a capturarlas y estrangularlas. Pero los pájaros fueron más rápidos y no todos murieron. Algunos quedaron con vida y siguieron cantando felices.

El joven preguntó a la reina: «¿Qué tienen contra los pajarillos?». Quería que los dejaran en paz enseguida. Su madre lo besó en la boca y dijo: «¿Por qué quebranto el mandamiento de Dios Todopoderoso? ¿Deben perder los pájaros por mi causa su alegría?».


Consideramos que esto bien podría ser una clara alusión al sublime "Lenguaje de los Pájaros", ese lenguaje cuya antigüedad, según Fulcanelli, se remontaría a Adán, que lo habría utilizado para imponer, según el mandato de Dios, los nombres convenientes, capaces de definir las características de los seres y de las cosas creadas. [1]

Leemos en el Corán: “Y Salomón fue el heredero de David; y dijo: ¡Oh, hombres!, hemos sido instruidos en el lenguaje de los pájaros y colmados de todo bien…” (XXVII, 15). [2]

Los pájaros, en diversas tradiciones, son tomados generalmente como símbolo de los ángeles. En efecto, el término árabe es-saffât designa literalmente a los pájaros, pero a la vez se aplica simbólicamente a los ángeles (el-malá'-ikah)[3].

Parzival se sobrecoge al percibir lejanos pero poderosos vestigios de la lengua angélica cuya dulzura penetraba en su corazón, alcanzaba, quizá sin comprenderlo, el medio por el que podría entrar en comunicación con las formas epifánicas del mundo sutil.


A pesar de lo que pudiera parecer, debido las condiciones en las que estamos inmersos en la actualidad, que no están demasiado lejos de ese exilio degradante al que fue llevado nuestro héroe, donde las facultades de percepción están atrofiadas y toda vía de acceso a lo sagrado parece haber sido ocultada y restringida, donde la ruta que conduce hacia el Centro del Mundo fue perdida totalmente de vista entre las ominosas ruinas de un pasado remoto, no debemos olvidar que "algunos pájaros siguen cantando felices", el espíritu sopla donde quiere y cuando quiere; siempre tendremos la posibilidad de restituir los símbolos a su verdadero valor, la posibilidad siempre es ahora, la puerta hacia esa otra visión del mundo puede ser abierta en cualquier momento por el buscador sincero que sepa cómo y dónde golpear.

Después de oír el amargo lamento de su madre, cuando ésta se cuestionó por qué debía quebrantar el mandamiento de Dios, el niño preguntó: «¡Ay, madre! ¿Qué es esto, Dios?» 

Entonces ella, por fin decide darle una somera explicación sobre la divinidad y algunas instrucciones para el comportamiento religioso, que no fueron ciertamente comprendidas por el rústico muchacho.

Pasaron los años, Parzival se había convertido un hábil cazador, y llegó el momento en que se operaría el comienzo de su transformación. Ese día fue a cazar, como de costumbre, y se cruzó con un grupo caballeros con relucientes armaduras ante los que quedó fuertemente deslumbrado, confundiéndolos con dioses.

Uno de ellos, el príncipe Karnachkarnanz, tomó la palabra para sacarlo de su error:

«No soy Dios, pero cumplo gustoso sus mandamientos. Si miras bien, verás aquí a cuatro caballeros».

El joven le preguntó: «Dijiste caballero. ¿Qué es eso? Si no tienes la fuerza de Dios, dime: ¿quién hace caballero?» 

«El rey Arturo. Doncel, si vais a su castillo, os otorgará el título de caballero y nunca os avergonzaréis de ello. Tenéis el aspecto de proceder de caballeros.»

El diálogo continuó hasta que los caballeros decidieron seguir su camino. 

Ya nada volvería a ser igual, algo se movía dentro de Parzival, algo que brotaba de su sangre. 

Por línea paterna estaba vinculado con el rey Arturo y, por añadidura, con los caballeros de la Tabla Redonda; por línea materna formaba parte del linaje del Grial, la jerarquía espiritual por excelencia, a la que finalmente accederá ocupando la posición más elevada.

Era parte de su naturaleza, por derecho de nacimiento merecía formar parte de la caballería espiritual destinada a luchar por la regeneración cósmica. 

Aquí encontramos una afinidad evidente con el término árabe fotowwat o con el persa javânmardi, que implica a la vez las ideas de juventud y caballería. 

Designa a la juventud mística, juventud que escapa a los dominios del tiempo y en la que están actualizadas las perfecciones humanas y las energías espirituales. Quienes permanecen en contacto con el Grial, alcanzan efectivamente este estado, no envejecen jamás y, a través de este objeto, entran en comunicación con el Ser Divino, son los "Amigos de Dios", por medio de los cuales el mundo de la humanidad terrestre se comunica con el mundo superior invisible.

Henry Corbin explica, al comparar el ethos shiíta y zoroastriano con el ethos del Budismo y del exoterismo cristiano en general que:

...para le ética zoroastriana ni el ser ni la manifestación del ser son una herida; más bien, el ser y la manifestación del ser han sufrido una herida; esta herida es la invasión de Ahrimán, invasión que se produce, en el zoroastrismo, cuando aparece la creación luminosa de Ohrmuzd y, en la gnosis shiíta, con la epifanía del Imam, en el origen de los mundos. [5]

No se trata de vivir el sufrimiento, la vejez y la muerte como pruebas con las que Dios somete al hombre; son derrotas que el Dios de la luz sufre en cada uno de sus miembros de luz y a las que se deberá hacer frente, sin resignación, siguiendo el ideal de la caballería.

Parzival, como los javânmardân, no buscará la reabsorción del mundo, sino de conducirlo a su transfiguración o rejuvenecimiento, al frashkart, en la terminología zoroastriana [6], luchará por restaurar su pureza primordial; lo que conseguirá luego de formular la "pregunta fatídica" a su tío, el rey Pescador, que le valdrá su coronación como nuevo rey del Grial. 


La regeneración no sólo tiene lugar en Munsalwäsche y a partir de ahí hacia el resto del Cosmos, sino que se realiza al mismo tiempo en el interior del propio caballero que se colocará en el Centro del Mundo, que es también el Centro del estado humano, la recuperación de la integridad edénica.




En un último intento por frustrar las aspiraciones de su hijo, Herzeloyde tratará de convertirlo en un objeto de burla vistiéndolo como a un bufón.

La dama no sabía bien qué ardid emplear para apartarle de ese deseo. 

El joven, noble e inexperto, pidió insistentemente a su madre un caballo, de modo que el corazón de ésta se llenó de tristeza. 

Ella pensaba: «No se lo voy a negar, pero tiene que ser un rocín muy malo». Y la reina siguió meditando: «A la gente le gusta mofarse. Mi hijo llevara sobre su bello cuerpo vestidos de bufón. Cuando le tiren de los pelos y le den palos, seguro que volverá a mí». ¡Ay! ¡Cómo sufría!

La dama tomó tela de saco y le hizo una camisa y unos pantalones, ambos en una pieza, que le cubría hasta la mitad de la blanca pierna. Así se vestían los bufones. Arriba iba la capucha. De piel de becerro sin curtir le hizo dos botas de campesino, a la medida de sus pies.

Al bufón también se lo llamaba loco, aunque no lo fuera realmente; las vestimentas y el aspecto de "locura" presentan un doble simbolismo, como en el Arcano sin número del Tarot. 

(Con respecto al simbolismo del arcano "El loco" y su sabiduria oculta, cotejándolo con el pasaje de la infancia de Parzival, puede ser interesante y revelador que en la lengua árabe, Wali quiere decir Sabio, entendiéndose como cercano a Dios, Balid, también en árabe, seria el idiota, el que solo habla de cosas sin sentido e insustanciales, que podría traducirse también como Loco.

El alfabeto árabe al igual que el hebreo, son considerados sagrados, encontrándose una correspondencia numérica en cada letra, siendo el número la esencia de esta, lo que se conoce como Gematria en la Kábala.

En árabe el valor numérico de Wali es 46, y el de Balid 46 también, y si hacemos la reducción según la ciencia de los números:

46 = 4+6 = 10 = 1+0 = 1

Llegamos a la unidad.

También a tener en cuenta, que el arcano número 1 del Tarot de Marsella y el Visconti es el Mago, y como todos sabemos, los magos eran los Sabios de oriente).


Por un lado podría referirse a la sabiduría oculta bajo un disfraz que servía, en todas las formas tradicionales, a iniciados de alto rango cuando tenían que desempeñar en el exterior alguna "misión" especial [7]; pero, en este caso, sin perder de vista el contexto en el que es utilizado, nos contentaremos con decir que es representativo de su estado profano, de aquel que aún no sabe de dónde viene ni a dónde va, y marcha ciegamente sin conciencia del abismo al cual se podría precipitar. [8]

Ahora, deberá cruzar el bosque, el pasaje hacia otro mundo, el lugar de lo eterno, atestado de prodigios y seres maravillosos, de misterios y revelaciones, el lugar donde ocurrirán sus experiencias más significativas, 



...el lugar donde iniciará su valeroso viaje 
a la estación del corazón...




[1] Wolfram von Eschenbach, Parzival.
[2] Fulcanelli, Las moradas filosofales,
[3] Citado por René Guénon en Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada.
[4] René Guénon, op. cit.
[5] Henry Corbin, El hombre y su Ángel.
[6] Ibíd.
[7] Ver René Guénon, Iniciación y Realización Espiritual.
[8] René Guénon, Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada.







No hay comentarios:

Publicar un comentario