El Universo, tú, yo, no somos parte
sino de una ilusión generada por
Brahman, mientras su compañero Shiva
danza.
Lo que es, no es. La única realidad es
Brahman-Atman, el Macrocosmos y el
Microcosmos, un solo y único Ser. El mundo no
existe sino vagamente, a modo de un sueño, una realidad
virtual. Todos somos espectros de la mente de Brahman y, al igual
que todos los dioses, finalmente seremos absorbidos por el Uno,
el Todo. El influjo de Māyā nos hace ver el
mundo fragmentado, fragmentos que son ilusiones para la
mente.
Toda la vida es parte de un gran proceso rítmico de creación y destrucción, de muerte y renacimiento, y la Danza de Shiva simboliza este eterno ritmo de vida y muerte que continúa en ciclos sin fin. Ananda K. Coomaraswamy explica:
Toda la vida es parte de un gran proceso rítmico de creación y destrucción, de muerte y renacimiento, y la Danza de Shiva simboliza este eterno ritmo de vida y muerte que continúa en ciclos sin fin. Ananda K. Coomaraswamy explica:
En la noche de Brahman, la Naturaleza está inerte, y no puede
danzar hasta que Shiva lo desea: Él sale de su éxtasis y danzando envía a través
de la materia inerte ondas pulsantes de sonido despertador, y ¡Ya!, la materia
también comienza a danzar, apareciendo como un círculo de gloria a su alrededor.
Con su danza, sostiene sus múltiples fenómenos. Cuando el tiempo se completa,
todavía danzando, él destruye todas las formas y nombres mediante el fuego y
confiere un nuevo descanso. Esto es poesía, pero no por ello deja de ser
ciencia.
Las dos formas de la Danza de Shiva son la danza de la
creación (Ananda Tandava) y la de la destrucción
(Rudra Tandava). Esta danza también simboliza el
cambio constante e inherente del Universo y el ritmo diario de nacimiento y
muerte, considerado en el misticismo hindú, como la base de toda la
existencia.
Al mismo tiempo, Shiva nos recuerda que las múltiples formas son māyā, no fundamentales, ilusorias y siempre mutables, mientras continúa creándolas y disolviéndolas en el incesante flujo de su danza. En palabras del indólogo Heinrich Zimmer:
Sus gestos espontáneos y llenos de gracia precipitan la ilusión cósmica; sus brazos y piernas al viento y su torso balanceándose producen, y son en sí mismos, la continua creación y destrucción del Universo, con la muerte equilibrando al nacimiento, la aniquilación equilibrando a toda creación.
Los artistas hindúes de los siglos X y XI
representaron la Danza Cósmica de Shiva en magníficas esculturas danzantes de
bronce, con cuatro brazos cuyos gestos equilibrados y dinámicos expresan el
ritmo y la unidad de la vida. Los diversos significados de esta danza son
transmitidos mediante los detalles de las figuras en una compleja alegoría
pictórica.
Desde su antebrazo inferior
derecho se desenrrolla una cobra. La Luna Creciente (nacimiento y
crecimiento) y un cráneo (muerte) posan sobre su tocado; también tiene en
él una flor de estramonio, planta con la que se prepara un veneno. La mano
superior derecha de Shiva, en un mudra conocido como
damaru-hasta, sostiene un tambor,
llamado damaru, que simboliza el sonido que marca el
ritmo espacio-temporal y la primera actividad de Shiva llamada
Sristi, es decir, la creación. La mano superior
izquierda sostiene una llama, que es la energía que impulsa al
mundo y que acabará por devorarlo, es el fuego
(Agni), el elemento de la destrucción (tercera
actividad: Samhara), pero también de la renovación. El
equilibrio de las dos manos representa el dinámico equilibrio entre la creación
y la destrucción del mundo, equilibrio que se ve acentuado por la expresión
serena e imparcial del rostro del danzante: ni placer, ni dolor, en el centro de
las dos manos y donde la polaridad de la creación y la destrucción es disuelta y
trascendida.
Su diestra inferior está alzada en el mudra llamado
abhaya que significa "no temáis", y simboliza
conservación (Sthiti, la segunda actividad),
protección y paz a aquellos que siguen los caminos de la rectitud del
Dharma.
La siniestra inferior apunta a su pie izquierdo alzado
y está en la "posición del elefante" (el elefante es el que abre los caminos a
través de la "selva del mundo", es decir, el guía divino) símbolo de la
liberación (Anugraha, la quinta y
última actividad) del encanto de Māyā; la Gran
Ilusión, que engaña a los profanos; los dormidos, con la apariencia de
que el mundo es real.
El arete derecho de Shiva es de hombre, el izquierdo es de mujer, porque el dios incluye y está por encima de las parejas de contrarios creadas por el mundo sublunar. Los mechones de cabellos revueltos representan el pelo desarreglado del yogui hindú, que ahora se revuelven en la danza de la vida. Los brazaletes de Shiva, los aros de sus brazos, tobillos y el cordón brahmínico son serpientes vivas. En sus cabellos está escondida una pequeña imagen de la diosa Ganga, porque él es quien recibe en su cabeza el choque del descendimiento del divino río Ganges desde los cielos, y quien permite que las aguas que dan vida y salvación corran suavemente a la Tierra para refrescar física y espiritualmente a los hombres
El aro ígneo a su alrededor es el Universo manifestado a partir de la Gran Explosión Primigenia, además de representar a la naturaleza circular o cíclica del tiempo. La serpiente en su cintura es Kundalini, la energía sexual y creadora. La pequeña figura que es aplastada por el pie derecho de Shiva (que representa la cuarta actividad llamada Tirobhava, la encarnación) es el demonio Avidya, o Apasmara, la Ignorancia, misma que debe ser derrotada antes de alcanzar la liberación.
La Danza de Shiva, dice Coomaraswamy, es "la más clara imagen de la actividad de Dios, de la que cualquier arte y religión pueda presumir". Como el dios es una personificación de Brahman, su actividad es la actividad de la miríada de manifestaciones de Brahman en el mundo. La Danza de Shiva es la Danza del Universo; el incesante flujo de energía que pasa por una infinita variedad de modelos que se funden unos con otros.
El arete derecho de Shiva es de hombre, el izquierdo es de mujer, porque el dios incluye y está por encima de las parejas de contrarios creadas por el mundo sublunar. Los mechones de cabellos revueltos representan el pelo desarreglado del yogui hindú, que ahora se revuelven en la danza de la vida. Los brazaletes de Shiva, los aros de sus brazos, tobillos y el cordón brahmínico son serpientes vivas. En sus cabellos está escondida una pequeña imagen de la diosa Ganga, porque él es quien recibe en su cabeza el choque del descendimiento del divino río Ganges desde los cielos, y quien permite que las aguas que dan vida y salvación corran suavemente a la Tierra para refrescar física y espiritualmente a los hombres
El aro ígneo a su alrededor es el Universo manifestado a partir de la Gran Explosión Primigenia, además de representar a la naturaleza circular o cíclica del tiempo. La serpiente en su cintura es Kundalini, la energía sexual y creadora. La pequeña figura que es aplastada por el pie derecho de Shiva (que representa la cuarta actividad llamada Tirobhava, la encarnación) es el demonio Avidya, o Apasmara, la Ignorancia, misma que debe ser derrotada antes de alcanzar la liberación.
La Danza de Shiva, dice Coomaraswamy, es "la más clara imagen de la actividad de Dios, de la que cualquier arte y religión pueda presumir". Como el dios es una personificación de Brahman, su actividad es la actividad de la miríada de manifestaciones de Brahman en el mundo. La Danza de Shiva es la Danza del Universo; el incesante flujo de energía que pasa por una infinita variedad de modelos que se funden unos con otros.
La Física moderna ha demostrado que la materia, en realidad, no existe al menos en la forma en que creíamos, sino que más allá de su apariencia sólida y de reposo, está compuesta por ondas electromagnéticas y partículas de energía que vibran y se mueven constantemente. Tanto el movimiento, como el ritmo, son propiedades esenciales de la materia y el Universo; toda la materia en el Universo está en una danza cósmica continua, al ritmo de la "Música de Dios".
También se ha demostrado que el ritmo de creación y
destrucción no sólo se manifiesta en la sucesión de las estaciones, el
movimiento aparente del Sol, las fases lunares y en el
nacimiento y muerte de los seres vivos, sino que es también la esencia de la
materia inorgánica. Según la teoría cuántica del campo, todas las interacciones
entre los componentes de la materia tienen lugar a través de la emisión y
absorción de partículas virtuales. La física moderna revela que toda partícula
subatómica no sólo realiza una danza de energía, sino que al mismo tiempo es en
sí misma una danza de energía, un proceso pulsante de creación y
destrucción.
Los esquemas de esta danza constituyen un aspecto esencial de la naturaleza de cada partícula y determinan muchas de sus propiedades. Por ejemplo, la energía utilizada en la emisión y absorción de partículas es equivalente a una cierta cantidad de masa que contribuye a la masa de la partícula que autointeractúa. Partículas diferentes desarrollan modelos distintos en su danza, requiriendo diferentes cantidades de energía y esa es la razón de que tengan diferentes masas. Las partículas virtuales, finalmente, no son sólo una parte esencial de las interacciones llevadas a cabo por todas las partículas y de las propiedades de la mayor parte de ellas, sino que también son creadas y destruidas por el vacío. Así, no sólo la materia, sino también el vacío participan en la danza cósmica, creando y destruyendo sin fin los modelos de energía.
Los esquemas de esta danza constituyen un aspecto esencial de la naturaleza de cada partícula y determinan muchas de sus propiedades. Por ejemplo, la energía utilizada en la emisión y absorción de partículas es equivalente a una cierta cantidad de masa que contribuye a la masa de la partícula que autointeractúa. Partículas diferentes desarrollan modelos distintos en su danza, requiriendo diferentes cantidades de energía y esa es la razón de que tengan diferentes masas. Las partículas virtuales, finalmente, no son sólo una parte esencial de las interacciones llevadas a cabo por todas las partículas y de las propiedades de la mayor parte de ellas, sino que también son creadas y destruidas por el vacío. Así, no sólo la materia, sino también el vacío participan en la danza cósmica, creando y destruyendo sin fin los modelos de energía.
Para los físicos modernos, entonces, la Danza de Shiva es la danza de la materia subatómica. Al igual que en la mitología hindú, se trata de una danza continua de creación y destrucción que involucra a todo el Cosmos. Es la base de toda la existencia y de todos los fenómenos naturales.

A la entrada del laboratorio que sustenta esta gigantesca máquina circular (semejante al aro ígeno de Shiva), el CERN (Organización Europea de Investigaciones Nucleares), ubicado entre la frontera de Francia y Suiza, se colocó una de estas esculturas de Nataraja como símbolo del proyecto. A sus pies se instaló una placa que explica la conexión entre la imagen de la Danza de Shiva y la "danza" de las partículas subatómicas.
La metáfora de la Danza Cósmica, de este modo, unifica a la antigua religión con la ciencia moderna. Realmente, como dijo Coomaraswamy: "es poesía pero no por ello deja de ser ciencia".
Aum Namah Shivaya.
Doctrina del Eterno
Retorno

En la tradición hindú, dice Eliade, el mito de la repetición eterna encontró su forma más audaz. La creencia en la destrucción y la creación periódica del Universo se encuentra ya en el Atharva Veda (X, 8, 39-40). Se conservan ideas similares en la tradición nórdica, como en la idea de la conflagración universal, conocida como Ragnarök, seguida de una nueva creación, lo que confirma la estructura indoaria de ese mito, y la cual puede, por consiguiente, ser considerada como una de las numerosas variantes de ese arquetipo. Las eventuales influencias orientales sobre la mitología germánica no atentan necesariamente contra la autenticidad y el carácter autóctono del mito del Ragnarök.
Sin embargo, la especulación hindú amplía y combina los ritmos que ordenan la periodicidad de las creaciones y de las destrucciones cósmicas. La unidad de medida del ciclo más pequeño es el yuga, "edad".
Un yuga va precedido y seguido por una
"aurora" y por un "crepúsculo" que enlazan las edades entre sí. Un ciclo
completo o mahayuga se compone de cuatro "edades" de
duración desigual, de las cuales la más larga aparece al principio del ciclo y
la más corta al final.
Así la primera edad, la Krita-yuga, dura
4.000 años, más 400 años de "aurora" y otro tanto de "crepúsculo"; le siguen
Treta-yuga, de 3.000 años, Dvapara-yuga, de
2.000 años y Kali-yuga, de 1.000 años (más las "auroras" y
"crepúsculos" correspondientes, como es natural).
Por consiguiente, un mahayuga
dura 12.000 años. A las disminuciones progresivas de la duración de cada nuevo
yuga corresponde en el plano humano una disminución de la duración de la vida,
acompañada de un relajamiento de las costumbres y de una declinación de la
inteligencia. Esta decadencia continúa en todos los planos
—biológicos, intelectuales, éticos, sociales, etc.— y alcanza un relieve más
destacado en los textos puránicos.
El pasaje de un yuga al otro se produce, como
hemos visto, en el curso de un "crepúsculo" que señala un decrescendo aún en el
interior de cada yuga, terminando cada uno por una etapa de tinieblas. A medida
que nos acercamos al final del ciclo, es decir al cuarto y último yuga, las
"tinieblas" se espesan. El último yuga, aquel en que nos encontramos
actualmente, se llama, por lo demás, la "edad de las tinieblas" (o de hierro),
Kaliyuga. El ciclo completo termina por una "disolución", un
pralaya, que se repite de manera más radical
(mahapralaya, la "gran disolución") al final del
milésimo ciclo.
H. Jacobi cree con razón que, en la doctrina original, un yuga equivalía a un ciclo completo, comprendiendo el nacimiento, el "desgaste" y la destrucción del Universo.
H. Jacobi cree con razón que, en la doctrina original, un yuga equivalía a un ciclo completo, comprendiendo el nacimiento, el "desgaste" y la destrucción del Universo.
Semejante doctrina se
acerca más al mito arquetípico, de estructura lunar, que estudia Eliade en su
Traite d’Histoire des Religions. La especulación
ulterior no hace sino ampliar y reproducir hasta lo infinito el ritmo primordial
de creación-destrucción-creación, proyectando la unidad de medida, el yuga, en
ciclos cada vez más vastos.
Los 12.000 años de un mabayuga han sido considerados
como "años divinos", durando cada uno de éstos 360 años, lo que da un total de
4.320.000 años para un solo ciclo cósmico.
Un millar de semejantes mahayuga
constituyen un kalpa; 14 kalpa hacen un
manvantara. Un kalpa equivale a un
día de la vida de Brahma; otro kalpa a una
noche. Cien de esos "años" de Brahma constituyen su vida. Pero esa
duración considerable de la vida de Brahma no llega siquiera a agotar el tiempo,
pues los dioses no son eternos y las creaciones y destrucciones cósmicas
prosiguen ad infinitum.[1]
![]() |
Ouroboros, símbolo del Infinito y el tiempo cíclico del Universo; el Fin es el Principio. |
Lo que conviene recordar de ese alud de números es el carácter cíclico del tiempo cósmico. De hecho asistimos a la repetición infinita del mismo fenómeno (creación-destrucción-creación nueva) presentido por cada yuga (aurora y crepúsculo) pero completamente realizado por un mahayuga.
La vida de Brahma
comprende así, 2.560.000 de esos mahayuga, cada uno de los cuales recorre las
mismas etapas (krita, treta, dvapara, kali) y termina con un pralaya, un
ragnarök, la destrucción "definitiva", en el sentido de una regresión de todas
las formas a una masa amorfa, que se produce al final de cada kalpa en el
momento de mahapralaya.
Además de la depreciación metafísica de la historia que,
en proporción y por el solo hecho de su duración, provoca una erosión de todas
las formas, y agota la substancia ontológica de éstas, y del mito de la
perfección de los comienzos (mito del paraíso que se pierde gradualmente, por la
simple causa de que se realiza, toma forma y dura), lo que merece ocupar nuestra
atención en esa orgía de cifras es la eterna repetición del ritmo fundamental
del Cosmos: su destrucción y su recreación periódicas. El hombre no puede
apartarse de ese ciclo sin principios ni fin más que con un acto de libertad
espiritual, pues todas las soluciones soteriológicas hindúes se limitan a la
liberación previa de la ilusión cósmica y a la libertad espiritual.
En un sentido cosmológico de acuerdo a las observaciones empíricas del Big Bang, cada vez que Shiva crea el Universo con su danza, éste se expande durante cincuenta mil millones de años, luego se contrae durante otros cincuenta mil millones de años y finalmente es absorbido por un agujero negro, o bien colapsado sobre sí mismo, en el llamado Big Crunch para, finalmente, volver a empezar otro Universo. El consenso de los científicos contemporáneos sobre la edad del Universo es de trece mil seiscientos millones de años.
El número 5, entraña un profundo misterio sobre cómo se constituye y organiza la materia en las leyes físicas y biológicas. Cinco son los sólidos platónicos o ideales de los que derivan todas las formas existentes. En la filosofía hindú los cinco sentidos u órdenes de sensación son llamados tanmatras mismos que se relacionan con los cinco tattvas (elementos).
También cinco son las actividades que Shiva
realiza en su Danza Cósmica:
1. Sristi (creación);
2. Sthiti (preservación);
3.
Samhara (destrucción);
4. Tirobhava (encarnación); y
5. Anugraha
(liberación).
Después de cinco universos, creados y
destruidos, el ciclo se repite, y en la sexta encarnación, el Atman vuelve al
primer universo y al primer cuerpo físico.
Esto pasa de igual modo en una extraña serie numérica y cíclica que sigue cierto algoritmo. Para formarla, se toman dos números reales positivos cualesquiera. Por ejemplo, el 4 y el 8.
Para obtener el tercer número de esa serie (4, 8...), se suma 1 al segundo elemento, es decir, 8 + 1 = 9. Después, el 9 se divide entre el primer número (4) lo que da como resultado: 2.25.
Para obtener el cuarto número de la serie se repite la operación, esta vez con el tercero y el segundo: 2.25 + 1 = 3.25 ÷ 8 = 0.40625.
El quinto número, siguiendo exactamente el mismo patrón, sería: 0.625.
Entonces la serie final queda de la siguiente manera:
Esto pasa de igual modo en una extraña serie numérica y cíclica que sigue cierto algoritmo. Para formarla, se toman dos números reales positivos cualesquiera. Por ejemplo, el 4 y el 8.
Para obtener el tercer número de esa serie (4, 8...), se suma 1 al segundo elemento, es decir, 8 + 1 = 9. Después, el 9 se divide entre el primer número (4) lo que da como resultado: 2.25.
Para obtener el cuarto número de la serie se repite la operación, esta vez con el tercero y el segundo: 2.25 + 1 = 3.25 ÷ 8 = 0.40625.
El quinto número, siguiendo exactamente el mismo patrón, sería: 0.625.
Entonces la serie final queda de la siguiente manera:
4, 8,
2.25, 0.40625, 0.625...
Uno podría pensar que si se sigue aplicando el algoritmo sólo se obtendrán nuevos números tan horribles como los anteriores. A medida que se busca el siguiente elemento de la serie, aparecen más números imperfectos y fragmentados.
Uno podría pensar que si se sigue aplicando el algoritmo sólo se obtendrán nuevos números tan horribles como los anteriores. A medida que se busca el siguiente elemento de la serie, aparecen más números imperfectos y fragmentados.
Veamos:
0.625 + 1 = 1.625 ÷ 0.40625 = 4
0.625 + 1 = 1.625 ÷ 0.40625 = 4
Así,
después de cinco ciclos, la serie retorna a su estado inicial, consolidando
aritmológicamente la Apocatástasis,
el retorno a los
orígenes.
Eso que es, existe siempre como ello es.
__________________
Bibliografía.
-Ananda K. Coomaraswamy, The Dance of Shiva.
-Fritjof Capra, The Tao of Physics. Sirio.
-Heinrich Zimmer, Myths and Symbols in Indian Art and Civilization.
-Mircea Eliade, El Mito del Eterno Retorno.
-Martin Gardner, The Magic Numbers of Dr. Matrix. Gedisa.
-Joseph Campbell, The Hero with a Thousand Faces. p. 21. Fondo de Cultura Económica.Notas.[1] ↑ Otros sistemas de cálculos amplían, en proporción mucho mayor, las duraciones correspondientes.
Bibliografía.
-Ananda K. Coomaraswamy, The Dance of Shiva.
-Fritjof Capra, The Tao of Physics. Sirio.
-Heinrich Zimmer, Myths and Symbols in Indian Art and Civilization.
-Mircea Eliade, El Mito del Eterno Retorno.
-Martin Gardner, The Magic Numbers of Dr. Matrix. Gedisa.
-Joseph Campbell, The Hero with a Thousand Faces. p. 21. Fondo de Cultura Económica.Notas.[1] ↑ Otros sistemas de cálculos amplían, en proporción mucho mayor, las duraciones correspondientes.
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