La raíz gramatical árabe q-l-b posee un enorme valor simbólico para el tasawwuf o sufismo islámico. De dicha raíz trilítera deriva, en primer lugar, la palabra qalb, cuyo significado más inmediato es ‘corazón’.
Sin embargo, para los espirituales sufíes qalb no sólo alude al órgano físico, al corazón anatómico, sino también a eso que podríamos denominar ‘corazón místico’, que no es sino el espacio simbólico que evoca la patria celestial, el centro por antonomasia, tierra original de luz de la que el ser humano ha sido arrancado de cuajo al nacer, como también lo ha sido el ney, la flauta derviche, del cañaveral.
Qalb también posee el sentido de ‘motor’, de tal manera que, para el derviche, qalb no es sino el asiento de esa fuerza interior sin la cual no es posible transitar por la senda interior.
Existe una expresión sufí, ‘ayn al-qalb u ‘ojo del corazón, que alude de forma simbólica a la cualidad de la intuición. El ojo interior no es ciego, el ojo interior posee la capacidad de ver. Y ver, que no es sino otra forma de referirse a la comprensión, constituye la razón de ser de la senda sufí.
Ver para distinguir la naturaleza real de las cosas.
Ver para discernir entre la realidad omniabarcante de Al·lâh y nuestra inexistencia.
Pero volvamos a nuestra raíz gramatical q-l-b. De ella derivan también las palabras árabes taqallub, inversión y conversión, e inqilâb, revolución.
Quiere ello decir que el corazón es lugar de la transmutación, que la verdadera transformación del ser humano consiste en la conversión de sus corazón, esto es, de su sí mismo más esencial; y, al mismo tiempo, que no hay cambio (externo) sin cambiarse (interiormente), algo que para la mayoría deviene un imposible, algo así como tratar de desfreír un huevo frito, dicho llanamente.
Por último, hallamos qâlib (de donde procede el vocablo español 'gálibo'), que puede significar ‘matriz’ (y entonces el corazón devendría ese centro matricial capaz de engendrar vida, nueva vida) e incluso ‘instrumento para modelar algo’. El ser humano sólo es plenamente humano cuando se (re)construye desde su corazón, que en el sufismo, por supuesto, nada tiene que ver con el sentimentalismo, como a menudo suele confundirse.
Y es que como cantaba el romance anónimo del Conde Arnaldos:
"Yo no digo mi canción, sino a quién va conmigo".
No es, pues, el sufismo secreto, o mejor aún, secretista, sino discreto.
“Si lo que vas a decir no es más bello que el silencio,
no lo vayas a decir”.
Gracias a la página: http://instituto-sufi.blogspot.com.es/
Preciosa reflexión que se atesora en el centro del pecho.
ResponderEliminarGracias, Hermano, por hacer latir de LUZ mi qalb...
De nada Kavod.............gracias a tí por reflejar mi luz, en TU LUZ..._/\_
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