"Cuando el cielo quiere salvar a un hombre, le envía amor" Lao-Tse. Que el amor sea tu única guía, sin mapas, sin dogmas, sin maestros, sólo amando...
Sospecho que hoy empiezo a Ser Canción, si seco un llanto. Y la canción con alma echó a volar y desde entonces los dos, vivieron más despacio, a pesar de su tiempo y de su espacio. Y un día como lluvia, ellos caerán y mojaran todo y su misterio crecerá verde sobre el mundo" Silvio Rodriguez.

domingo, 19 de mayo de 2013

Liber Primus: El camino de lo venidero



CAP.II: Alma y Dios

14 de noviembre de 1913

Personajes principales: Yo-Espíritu de este tiempo-Espíritu de la profundidad.

Síntesis: El “espíritu de la profundidad” aconseja tomar consciencia de todo lo que vive el alma. Se ha de ser adulto, aceptar Ser Cristo.

La inicial historia de este capítulo contiene un árbol, una serpiente y un ave. Yaa hemos adelantado que el complejo serpiente-ave simboliza el alma en sus aspectos ctónicos y celestes. En su trabajo “Él árbol  filosófico”, Jung estudió la relación simbólica alquímica del ave y la serpiente con el árbol. El árbol con el ave se refiere al opus y a su consumación, como puede observarse en más de una imagen de la tradición.


Es oportuno adelantar que Filemón aparece muchas veces en la copa de los árboles, y que el propio Cristo se manifiesta, al final del Liber Novus, como una sombra azul en la copa del árbol.

La relación de la serpiente con el árbol es aún más obvia si nos remitimos a la historia bíblica pero en la alquímia, en tanto alude al serpens mercurialis, representa el “espíritu vegetativo” ctónico que emerge de las raíces y asciende hacía las ramas.

El árbol es entonces el mediador entre lo bajo y o alto, el lugar de encuentro  y transformación de lo ctónico y lo celeste. En este capítulo, el “yo” llama nuevamente a su alma y le confiesa su cansancio por la larga travesía de su vida. En esa travesía, primero la reencontró indirectamente en la imagen que está en los hombres y luego la halló a ella misma directamente. Pero le alma ya se había anticipado en oscuros sueños y aparecía como un niño o una niña.

El “yo” anduvo muchos años, al punto de olvidar que poseía un alma; aunque ella siempre recoge los fragmentos , los une con el todo y deja ver al “yo” ese todo en cada parte.

El alma compensa lo que el “Yo” hace, quita cuando hay exceso y da cuando hay carencia. Ella-quizá como rasgo acuciante de nuestra época-sostiene la fe en momentos de soledad y desesperación.

El “yo” se presenta, como un caminante fatigado que debe comprender que detrás de todo yace el alma. Aquello que se busca en el mundo se halla en el alma y son los sueños, suerte de “escoria” del pensar: “…las palabras rectoras del alma” (ELR, P.231).

Tal dependencia de las palabras, ha llevado, en la actualidad, a depender totalmente de ellas, hasta el punto de que sustituyen a las cosas, y un verbalismo vacío intenta reemplazar vanamente esta pérdida de relación con la profundidad. Pero el “espíritu de este tiempo”, que se guía por lo que es bello o inteligente, se resiste a abrirse al mundo del alma y a su primer ingreso, el sueño. En cambio,  el “espíritu de la profundidad” le enseña a contemplar su vida consciente como si dependiera de los sueños. Los sueños nos preparan para la viday, aunque no los entendemos, nos condicionan. EL lenguaje del sueño es misterioso y está cerrado al saber erudito, que es incapaz de captar el alma. Por cierto, pese a esta última afirmación del Liber Novus, ya la entonces incipiente teoría junguiana del sueño suegería sus carácter simbólico anticipatorio que mereció ulteriores desarrollos.

Esta afirmación que lleva a despojarse de una vida sesgada, erudita, academicista reaparece claramente en el capítulo 11 del Liber Secundus, en donde el “yo” se encuentra con un erudito que sufre el peso de su enorme saber y, sobre todo, de lo que ignorar.

En un teto teórico de 1912, el propio Jung recomienda que para ser un conocedor del alma es necesario abrazarla a través del mismo vivir y no en el gabinete o laboratorio.

Por ello, tal auténtico buscador…

“(Renunciará la ciencia exacta) se despojará de su bata de erudito y , despidiéndose de su estudio, vagabundeará con humano corazón por el mundo, por los terrores de prisiones, manicomios y hospitales, por turbias tabernas arrabaleras, burdeles y casas de juego, por los salones de la sociedad elegante, las bolsas, los mítines socialistas, las iglesias, los revivals y los éxtasis de las sectas, viviendo en carne propia amores, odios, y todas las formas de pasión (…)”

Para obtener el saber del corazón es necesario vivir la vida de modo completo 
y ello se logra cuando se vive lo que aún no se ha vivido y se dejó vivir a los otros.

Ahora bien, es evidente que no es posible vivir ( o pensar) todo lo que viven o piensan otros pero, sin embargo, es posible permanecer abierto a vivir la vida que uno aún podría vivir. Y lo mismo puede decirse del pensar: ha de pensarse o abrirse el pensar que aún se podría pensar.

Para poder comprender de qué se trata esto, es menester retomar el anuncio que originalmente dio el espíritu de la profundidad: Vivir lo no vivido es, en definitiva, abrirse al contrasentido, pues solo así es posible reunir sentido y contrasentido y acceder al suprasentido.

No se trata de actuar lo no vivido, 
sino de abrirse interiormente a los movimientos compensatorios del alma.


Si vivo o pienso lo bueno, debo advertir lo malo que se constela en mi interior. Esta es la vida total que no puede razonarse, pues se expresa en un saber que, por involucrar toda la vida, contiene y excede lo racional.

El saber del corazón es entonces, tanto el saber del corazón malo como del corazón bueno. No se trata, insistimos, de vivir lo malo, sino de asumir que lo que creemos no vivido vive de algún modo y con gran malestar en nosotros.

Por eso el texto señala que el bienestar decide, no el bienestar del “yo”ni el de los otros, sino el bienestar como tal. El bienestar no está ni en el “yo” ni en los otros sino entre el “yo” y los otros, en la comunidad.

El espíritu de la profundidad reunió en el “yo” sentido y contrasentido, y ello le permitió comprender al “yo” que es siervo de su alma. Mientras que el espíritu de este tiempo enseña que uno es un conductor de los pensamientos maduros, el espíritu de la profundidad enseña que el “yo” sólo es símbolo del alma, su servidor y, por ende, servidor del niño. 

ASÍ EL “YO” TUVO QUE RECONOCER 
QUE TANTO SU ALMA COMO SU DIOS EN SU ALMA, SON UN NIÑO.


Y en el inicio de un pasaje “ditirámbico” se ensaña que:

“El Dios es donde vosotros no sois” (ELR, P.232)

El Dios, es decir, aquello que verdaderamente tiene peso en nosotros y nos determina, es lo que no asumimos, lo que no incorporamos. 

Por ello, solo quien vive todo aquello que se puede vivir es adulto y solo siendo adulto el Dios continúa vivo. En cambio, a quien es niño en estos tiempos, se le muere el Dios. Por cierto, este misterio que enseña el espíritu de la profundidad parece aludir a que, en tiempos antiguos, en particular en el cristianismo, el hombre se presentaba como un niño ante Dios. El cristianismo así entendido era para los espíritus maduros del pasado, pero hoy es solo para los inmaduros.


Ahora, es menester ser adulto, pues cada uno debe elaborar, 
engendrar a su propio Dios interior. 


De allí que el Dios sea un niño y que la vida esté rodeada por este niño divino del cual brota eternamente una juventud.

Por cierto, es sabido que Jung publicó en la década del cuarenta, en colaboración con Karl kerényi, un estudio sobre el arquetipo del niño.

El símbolo del niño anticipa al sí – mismo, pues es un intento  de abrir el camino a la integración de opuestos. Bien distinto es el infantilismo que supone un estado regresivo del “yo”. En otras palabras, mientras lo infantil es infecundo, lo adulto, en cambio, engendra al niño divino.

El espíritu de este tiempo se burla de que este Dios sea un niño pero, ante ello, es menester reírse de sí mismo, ser uno mismo burlado, atormentado y escarnecido por sí mismo, pues es así como se puede Ser Cristo. Nadie puede ahorrarse el camino de Cristo que, como veremos, es un camino que no se imita, pues cada uno debe recrearlo desde sí. El desafío es, entonces, mayúsculo; se trata de ser Cristo y su primer intento en el proceso visionario de este libro.

En un texto teórico tardío de 1952, Respuesta a Job, Jung señaló:

“A través de habitar la tercera persona divina en el hombre, es decir, 
El Espíritu Santo, surge una CRISTIFICACIÓN DE MUCHOS”




“Es verdadero, verdadero, sin duda y cierto. Lo de abajo se iguala a lo de arriba, y lo de arriba a lo de abajo, para consumación de los milagros del Uno. Y lo mismo que todas las cosas vienen del Uno, por la meditación del Uno, así todas las cosas han nacido de esa cosa única, por modificación. Su padre es el sol, su madre la luna, el viento lo ha llevado en su vientre; la tierra es su nodriza. Es el padre de todas las maravillas del mundo entero. Su fuerza es orbicular, cuando se ha transformado en tierra. Separarás la tierra del fuego, lo sutil de lo grosero, suavemente y con gran entendimiento. Asciende de la tierra al cielo y vuelve a descender a la tierra, recogiendo la fuerza de las cosas superiores e inferiores. Tendrás toda la gloria del mundo, y las tinieblas se alejarán de ti. Esta es la fuerza de fuerzas, pues vencerá todo lo sutil y atravesará lo sólido. Así se creó el mundo. He aquí la fuente de las admirables transmutaciones y aplicaciones indicadas aquí. Por eso me llaman Hermes Trimegisto, porque poseo las tres partes de la sabiduría universal”.


Aunque la Tabla Esmeralda ha sido fechada por la crítica textual entre los siglos VI y VIII de la era actual, los antiguos cultores de la alquimia le atribuían una edad mítica, con lo cual el documento se revestía de nobleza y dignidad.

Alexander Roob refiriéndose la historia de esta disciplina, señala:

“Pero la alquimia, tal cual llegó al Occidente cristiano después de pasar por España en los siglos XII y XIII, es infinitamente más rica y misteriosa de lo que sugieren los textos de alquimistas de comienzos del período alejandrino. Si se quiere hacer honor a toda la complejidad del ‘arte real’, hay que recurrir al esquema ternario tan socorrido por los filósofos herméticos: el alma de la alquimia se situaría en Alejandría; su corpus, sus innumerables prácticas empíricas, su saber técnico, los criptogramas, las máximas y las imágenes alegóricas, encuentran su continuación en los árabes. Su espíritu, por último, está estrechamente ligado a la filosofía de la naturaleza griega, cuyos fundamentos teóricos fueron sentados en el siglo V a. C.

A la alquimia confluyeron los buscadores de los secretos de la naturaleza y quienes querían explorar la mente humana, inspirando, así, a químicos y esoteristas.

Las imágenes de la alquimia son enigmáticas. Ellas buscan penetrar al intelecto del observador a través de los sentidos, apelando no a las capacidades intelectuales, sino que a la intuición.

La alquimia fue una de las fuentes de las cuales bebió Carl Gustav Jung para desarrollar su trabajo sobre los arquetipos y la simbología de los sueños.

El libro de Alexander Roob, publicado por Taschen, en su colección El Museo Hermético, trae más de 500 ilustraciones. La mayor parte de ellas sacadas de documentos medievales.

El índice de la obra es más claro que cualquier cosa que nosotros podamos agregar:

El Macrocosmos: El mundo; el sol; la luna; astronomía interior; los astros; la música de las esferas; génesis; el ojo; el huevo cósmico.

El Opus Magnum: Génesis de la retorta; la purificación; la caída de Adán; el Caos; la noche saturnal; el martirio de los metales; resurrección; aurora; luz y tinieblas; la escala; el árbol filosófico; los sephiroth; Ab uno; el fuerte; enigmas de la zoología; Oedipus chymicus; el rocío; labor de mujeres y juegos de niños; química vegetal; la serpiente; el retorno; la cópula; el andrógino; separatio; los yantras herméticos; la trinidad; el fuego; el huevo filosófico; la matriz; la fuente; el lapis Cristo; la sangre.

El Microcosmos: Las proporciones divinas del cuerpo; cerebro y memoria; los signos; escritura y sellos; apariciones.

Rotación: Torbellinos y magnetos; geometría divina; la rueda; la rosa; el peregrino.

Los temas tratados en el libro son una exhaustiva compilación del objeto de estudio de la Alquimia.

Las escuelas iniciáticas han dado un lugar importante a esta disciplina en sus planes de estudio, toda vez que ella enseña la importancia de trabajar en la transmutación de la materia burda para convertirla en el metal noble de una superior espiritualidad.

El libro Alquimia y Mística no pretende ser un nuevo tratado de alquimia; ni pretende ser tampoco la síntesis de todas las escuelas que la han trabajado. Su aporte, sin embargo, es significativo, pues proporciona una visión panorámica de los textos medievales que se abocaron a ella y, en esta medida, es una orientadora guía para iniciarse en la búsqueda de bibliografía acerca de esta disciplina. Sus ilustraciones, por otra parte, son de una belleza magnífica y la calidad de su impresión permite imaginar con precisión el manuscrito o la obra impresa que sirvió de fuente.

La lectura de este libro proporciona conocimiento y placer, pues todo lo impreso por Taschen es una obra de arte en sí mismo y alegra el espíritu del lector ávido de belleza.



"...El símbolo puede salvarnos de la fragmentación del conocimiento."


"Todo depende de cómo vemos las cosas y no de cómo son en realidad… 
Tu visión devendrá más clara solamente cuando mires dentro de tu corazón. 
Aquel que mira afuera, sueña. Quién mira en su interior, despierta".

[C. G. Jung]



En ese entonces, ya estaban dadas las condiciones para la profunda indagación a la que se dedicó como un verdadero pionero que se dispone a explorar tierras ignotas.

(...) y, sobre todo, con las experiencias cuidadosamente anotadas de El libro rojo. La importancia de este último trasciende el ámbito de lo subjetivo. Jung comprendió que las intuiciones conquistadas allí no están destinadas solo para él, sino que son una respuesta al Zeitgeist, al espíritu de este tiempo, constelado sobre el polo de la justificación, la utilidad y el valor, como se señala en su comienzo. Retrospectivamente, varios años más tarde,diría:


“Cuando hoy vuelvo la vista atrás y medito sobre el sentido de lo que me sucedió en la época de mi trabajo sobre las fantasías me parece como si hubiese presentado ante mi una embajada con plenos poderes. En las imágenes, había cosas que no solo me afectaban a mi, sino también a muchos otros. De ello resulto que ya no pudiera considerar que me pertenecían a mi nada mas. A partir de entonces, mi vida pertenecía a lo universal”.


Ante el embate de lo inconsciente, a diferencia de Nietzsche, supo asirse a la vida cotidiana mediante tres anclas: la vida familiar, su profesión de psicólogo clínico y el ejercicio físico de navegar a vela por el lago de Zürich. Eventualmente practicaba yoga, aunque solo hasta conseguir serenarse y poder continuar el diálogo con el espíritu de la profundidad. Pero en aquel entonces se abría un abismo entre él y su prójimo.

 Necesitaba encontrar la forma de elaborar el material 
y emprender el camino de vuelta: 


“Mi ciencia fue el medio y la única posibilidad de salir de aquel caos”.


Solo mediante la demostración de que tales experiencias son reales —porque actúan—y que como experiencias colectivas pueden repetirse también en otros, podría suturar el mundo interno con el externo. Tarea que se convertiría, en cierta forma, en el sentido de su vida y obra:

“Me costó cuarenta y cinco años, por así decirlo, incluir en el costal de mi obra científica las cosas que entonces sentía y anotaba […] tropecé con esta corriente de lava, y las pasiones que existían en su fuego transformaron y reestructuraron mi vida. Tal era la materia prima de la cual se formó, y mi obra constituye un esfuerzo mas o menos acertado de incorporar esta materia candente en la ideología de mi época”.

El espíritu de la profundidad llama a una aventura espiritual; en definitiva, a narrar con la propia vida esa historia inaccesible de la que ya hablamos:


“En alguna parte, alguna vez,
 hubo una Flor, una Piedra, un Cristal; 
una Reina, un Rey, un Palacio; 
un Amado y una Amada, 
hace mucho, sobre el Mar, 
en una Isla, hace cinco mil años… 

Es el Amor, 
es la Flor MÍstica del Alma, 
es el Centro, es el Si-Mismo...”




2 comentarios: