"Cuando el cielo quiere salvar a un hombre, le envía amor" Lao-Tse. Que el amor sea tu única guía, sin mapas, sin dogmas, sin maestros, sólo amando...
Sospecho que hoy empiezo a Ser Canción, si seco un llanto. Y la canción con alma echó a volar y desde entonces los dos, vivieron más despacio, a pesar de su tiempo y de su espacio. Y un día como lluvia, ellos caerán y mojaran todo y su misterio crecerá verde sobre el mundo" Silvio Rodriguez.

jueves, 5 de febrero de 2015

Raíces en el Cielo



"Tú, pilar de muchos de mis puentes, 
paisaje despejado y verde siempre"


El Axis Mundi: 
las ramas se invierten y vuelven raíces en el cielo; 
las raíces del árbol son las ramas del cosmos, 
flores de la luz distante, puentes vivientes.


En la antigüedad había un vinculo misterioso entre el árbol y el cosmos, ambos imágenes de un centro ubicuo en torno al cual giramos, un mapa psíquico y arquetípico. El árbol, como las estrellas, es visto como un ancestro (un abuelo) y de igual manera como el sustento y suministro (techo y fuente): las estrellas en la visión cosmogónica de las antiguas tradiciones son origen; hogar de los dioses pero también de aquello que nos creó, como sabemos hoy, de la sustancia misma que nos anima, ese polvo de estrellas y ese núcleo en el que se forman los elementos con los que se agrupa nuestro cuerpo y conciencia. Al igual que la rueda de las estrellas es un lenguaje, los árboles son un alfabeto (como ocurre entre el chamanismo druida en el que basa su texto La diosa blanca Robert Graves).

Pijamasurf nos muestra esta vez esta serie de imágenes de árboles contra fondos de estrellas y galaxias, desde dónde Beth Moon explora esta antigua relación, viva en el fondo de nuestra memoria e instinto. 

Imágenes tomadas en Makgadikgadi Pans, Botswana, nos regresan a esta relación prístina, de la luz y la salvia, del motor inmóvil y las estrellas fijas. La autora cita estudios que muestran que los árboles crecen más rápido cuando existen niveles más altos de radiación cósmica y su crecimiento sigue ciclos de la Luna y otros planetas. 

“El roble parece cambiar con Marte, el haya con Saturno y el abedul con Venus”, –una influencia que según el trabajo de Lawrence Edwards es afectada por los alambrados eléctricos cercanos; una influencia que es central en la agricultura biodinámica y en la medicina espagírica.

En las imágenes vemos esta idea de los árboles como centros de recolección de la energía del cosmos, no sólo del Sol sino también de la faceta nocturna más sutil. Y como las estrellas, también cumplen una función más sutil, de encantamiento estético, de seducción.


La ASHERA ASIRIA [Árbol de la Vida] es el árbol sagrado que representa el curso del año [la vida, la naturaleza, que se reproduce y repite año tras año]. 



Estudiando varios símbolos puede verse que hay una tradición constante en el arte y en la literatura desde la Edad de Piedra a la Edad Media a profundizar en el significado de determinados símbolos, que parecieran estar unidos a nuestras memorias más antiguas, por ejemplo, la rueda del sol, la esvástica, el árbol de la vida, el pez, la cruz, la cruz egipcia llamada ank, el barco, el barco-carro, el hacha, la espiral, el laberinto...

El culto al árbol parece remontarse hasta el Paleolítico. En 1935, Alfred Rust encontró en Ahrensburg, cerca de Hamburgo (Alemania), en un yacimiento arqueológico del período Magdaleniense, un buen número de renos jóvenes sumergidos en una especie de estanque con una gran piedra atada al pecho, lo que se interpreta como un sacrificio ritual de los cazadores en
honor del dios de la vida. 

En el borde del estanque habían levantado un gran poste, donde pusieron una cabeza de reno. Nos encontramos, pues, con un sacrificio ritual donde se unen el agua y el tronco muerto de árbol, y esto sucedió hace tal vez unos quince mil años atrás […]. Kossina descubrió en los primeros años del siglo XX que en el antiguo germano se usaba la misma palabra para decir dios que para designar al tronco del árbol […]. 

Los materiales disponibles de hace cuatro mil años muestran que el tronco de árbol era una forma abreviada o abstracta del Árbol de la Vida o del Árbol del Mundo. Este Árbol del Mundo se simbolizaba con la asherah. La asherah, ashera o asera, etc., aparece en distintas formas a lo largo de la historia conocida en diferentes partes del mundo. 

Entre los cananeos eran famosas, entre otros muchos lugares desconocidos, las que había en lo alto de montes tales como Garizim, Carmelo, Moria y Sinaí. Un altar en el punto más alto de cada montaña sagrada era el centro del santuario; junto al altar estaba el árbol sagrado, la asherah, y una piedra en forma de pilar, la massebah.

Las descripciones de estas asherahs son similares a las que se conocen, unos dos mil años después, para el Irmensul germánico. La ashera, o Árbol de la Vida o Árbol del Mundo, podía ser un árbol real o un tronco de árbol. Se podía encontrar en estado natural, con las raíces ancladas en el suelo, abatido, o cortado.




Asherah, era también la esposa de Yaveh, en las visiones que sobre el proceso de la creación tuvieron los primeros hombres, 
esta era entendida como el producto de la Hierogamia Divina. 
Potencia, energía y forma eran una trinidad sagrada por la cual el mundo se recreaba de manera permanente e incesante. 


No debemos pensar que la concepción de la divinidad en este caso, era un concepción fragmentada de la misma o que esta visión fragmentara la unidad de lo creante. Por el contrario, Asherah es el aspecto femenino de la Divinidad, es su complemento, lo que le da a la Divinidad su conformación integral y abarcante.

Esta diosa madre, cuyo símbolo era el árbol de la vida y la paloma (o Espíritu Santo), era adorada en los templos erigidos a Yaveh. El símbolo del árbol estaba grabado en las propias puertas del templo, en cuyo centro y detrás de los altares, ejercían sus rituales las niñas sacerdotisas tejiendo la púrpura.




Según las últimas evidencias encontradas, estas sacerdotisas que tejían la púrpura, eran vírgenes que se dedicaban a mantener indelebles los aspectos femeninos de la divinidad y recrear a su vez la Hierogamia entre el cielo y la tierra. El nombre con el que se las designaba era Miriam o María…


La cruz ansada, o el nudo de Isis. Lo vertical y lo horizontal entramados bajo el nudo de Isis, símbolo de absoluto poder de transformación y fecundidad. Símbolo del principio femenino. Urdimbre que representa las líneas verticales y horizontales de la cruz cósmica.
Ankh. 




El místico Abraham Abulafía, decía que el éxtasis producido a través de la transmutación de la consciencia, por su entrada a los planos de encuentro directo con el Ser, tenía como suceso y logro mayor, desellar el alma, desanudar los múltiples nudos que la oprimen para llegar a vivenciar finalmente la totalidad. Pero ya desde mucho tiempo atrás, las niñas iniciadas en las liturgias en honor a lo femenino de la divinidad, vivían solamente para vincular alma-mundo, o alma-mundos, a través del ritual del tejido sagrado. El reverso del nudo era pues más bien símbolo de vida, de inmortalidad, el vínculo, la unión, el abrazo…

Las manos de una niña, vinculada profundamente a la soledad de la tierra, son predestinadas a tejer la púrpura. Esta virgen, adosada a su telar, establecerá la representación del universo en un marco de madera. El ángulo de arriba es el “enjulio del cielo”. El de abajo representa la tierra desde donde se establecerá el vínculo. 

Como en un acto de alumbramiento, dice Jean Chevalier, “Cuando el tejido está terminado, la tejedora corta los hilos que lo sujetan al telar y, al hacerlo, pronuncia la fórmula de bendición que dice la comadrona al cortar el cordón umbilical del recién nacido”.




La soledad de la tierra. Ella, nuestra niña, debe buscar lo iridiscente en la aridez de la tierra. La púrpura al fondo de los ojos. Pero esa policromía del mundo debe recortarse sobre el fondo del dolor humano. Son las hilanderas quienes abren y cierran las heridas del alma y de la tierra. Del ámbito humano y del cosmos.

Dentro de esta suerte de lucha por mantener la inocencia inalterable, La perpetua inocencia, ¿por qué ha de ser una niña, por qué una mujer? Creemos que el hombre es el gran mancillador de los espacios, el cazador de espacios. Pero la dueña del ovillo ha sido siempre ella. 


Son sus manos y sus dedos quienes muestran la entrada y la salida. Pero más allá de la entrada y la salida, están la vida y la muerte. 



"Por eso sólo seremos salvados por la gracia del vínculo, del nudo".

La iniciación de este especialísimo caso, será el ceder y el entregarse de “Ella” a lo omniabarcante, a lo trascendente, a pesar de que en los procesos arquetipales que sustentan los mitos (elaborados por el hombre), y ya en la explicación revelada a través del dogma de la religión, es usualmente el héroe o el sacerdote quien transciende hacia lo trascendente.

Sin embargo, en este caso, ella es la heroína, la que debe permanecer inmancillada. Su capacidad para la renuncia debe estar más allá de su imponente miedo, de su duda. Por ello la absoluta entrega a la soledad, al silencio exasperado del color. Ella tendrá por fuerza que dejarse morir, aunque sea simbólicamente, para traspasar su miedo y su duda, para iniciarse en la senda de la soledad, soledad que nos marca el camino que sólo puede recorrer ella misma.

El epílogo de este drama cósmico. Donde una niña nos muestra que el laberinto que el ser humano recorre es la eterna re-creación, será su conciencia, su propio reconocimiento de la muerte y la soledad. Pero reconocer esa muerte y esa soledad, es también reconocer a la totalidad del ser.

El Tejido, el nudo, el vínculo y aún más, el sacrificio de nuestra niña hilandera iniciada, nos representa el eterno vínculo de lo humano con la totalidad del ser (masculino-femenino), proclamando por siempre esos espacios vírgenes, que aún siendo mancillados por la huella del cazador de espacios, permanecen en una transformación inalterable, santificados por la realidad absoluta, salvados por ella…

… El tronco del árbol de la vida, Axis Mundi donde todo converge, construido con los maderos de una cruz donde acaece el encuentro que reconcilia a los contrarios aparentes y la multiplicidad de las cosas manifestadas y visibles nos expresan la unidad por ellas constituida, centro donde lo visible sólo sirve para expresar lo invisible, donde la creación del mundo se reproduce incesantemente como la repetición del acto cósmico: fuerza centrífuga empujándonos más allá de la realidad dimensional, al encuentro de los mundos (materia y trascendencia) que aunque incomprensible para nosotros, nos deja una sensación creciente e intensa de estar a un “tiempo” con el todo, nutridos, sostenidos, acogidos, consolados por ella…



Una rama infinita

En la joya más profunda de tu pecho

Cuerpo del espíritu

Que ya no es padre ni hijo

Sólo necesidad y llanto

A los pies de ese árbol

Que yo llamo mi madre.

La Diosa Blanca


Flores de la luz equidistantes, puentes vivientes.



Gracias a las páginas amigas por arrojar su luz: http://diosablanca.org y Pijamasurf




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