"Cuando el cielo quiere salvar a un hombre, le envía amor" Lao-Tse. Que el amor sea tu única guía, sin mapas, sin dogmas, sin maestros, sólo amando...
Sospecho que hoy empiezo a Ser Canción, si seco un llanto. Y la canción con alma echó a volar y desde entonces los dos, vivieron más despacio, a pesar de su tiempo y de su espacio. Y un día como lluvia, ellos caerán y mojaran todo y su misterio crecerá verde sobre el mundo" Silvio Rodriguez.

miércoles, 4 de abril de 2012

Desde el cordón dorado...


La iniciación al Paraiso...


Dante Gabriel ROSSETTI, "Dante's Dream at the Time of the Death of Beatrice," 1871


“El terapeuta va en busca del alma perdida” Carl Gustav Jung, psicoanalista suizo. “Según Jung, nadie está nunca completamente individuado".


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Del “Don de la Palabra”, la Individuación y Hess... 

Emerge sencilla LA VIDA, que dentro de mí late, pues ahora se que nada en mi morirá si mi espíritu así lo decide. Igual que la muerte será certera ante todo aquello de lo que debamos despojarnos para nacer a lo que nosotros somos, tu y yo: “Mi amigo, mi guía…” Yo Soy Odin. Y Somosuno. Conmigo, Contigo, y con el Mundo. UNO. YO.


“Su libro tiene el mejor final posible, y es allí, en donde todo lo anticipado tiene también en la realidad un final, y todo de nuevo comienza, esto es, con lo que el libro comienza, con el nacimiento y el crecimiento de una nueva persona”.

C.G.Jung  (Sobre Demian, de H.Hesse, 3.12.1919)


Hesse, en la introducción al libro señala:

“...He sido un hombre que busca y lo soy aún, pero no busco ya en las estrellas ni en los libros: comienzo a escuchar las enseñanzas que mi sangre murmura en mí. Mi historia no es agradable, no es suave ni armoniosa como las historias inventadas; sabe a insensatez y a confusión, a locura y a sueño, como la vida de todos los hombres que no quieren mentirse más a sí mismos...

En esta historia nos relata el autor,  remontándose a la infancia,  el camino que Emil Sinclair hubo de vivir para dejar de mentirse a sí mismo, e ir tras aquella verdad que consideraba célula de su interior. A través de sus personajes, logra plasmar la intuición de revelaciones arquetípicas, o más bien, porciones de realidades psíquicas, que fuera de él constituyen los guías de su camino. 

Kromer, Demian, Pistorius y Eva representan imágenes de un ser eminentemente interior, que en su manifestación consciente comunican, dirigen y edifican lo que más tarde, constituirá, como lo dijera Jung a Hesse en su comentario a esta obra, el nacimiento y crecimiento de una nueva persona.  El autor, en contacto con todo este caos que se le presenta en forma de opuestos, aparentemente no-integrables, inmerso en el desorden que para un ser racional esto puede significar, se ve pues, en la necesidad de escribir y establecer un diálogo interno, para así darle forma a lo que a primera vista no encuentra cabida en el mundo del sentido y así, poder nombrarlo.



EL CONCEPTO DE INDIVIDUACIÓN


Jung lo describe como la posibilidad de integrar contenidos inconscientes en la conciencia, implica la capacidad de síntesis; una realización de sí mismo. La finalidad de la individuación no es otra que la de liberar el sí mismo, por un lado de los envoltorios postizos de la “persona” y, por otro lado, del poder sugestivo de las imágenes inconscientes.  Esto se logra, no de forma racional, sino dialéctica, que el hombre transforma en diálogo con sí mismo. En otras palabras, Jung se refiere a este proceso como la búsqueda de asimilación del “anima”, utilizando este término como arquetipo de la vida relacionado con lo irracional. 


DEMIAN Y EL ENFOQUE JUNGNIANO

El primer capítulo llamado Dos Mundos, revela ya, el primer contacto de Sinclair con su realidad, una que se ve dividida por opuestos, y en la que él toma lugar en ambas partes. La naturaleza de estos dos mundos es excluyente, y por lo tanto, a pesar de pertenecer especialmente al mundo luminoso, se ve ya dividido, pues algo de él vive también en el otro lado. 

“Yo pertenecía por supuesto al mundo luminoso y recto, era el hijo de mis padres; pero donde quiera que tendiese mi vista o mi oído, encontraba siempre lo otro, y yo mismo vivía también en aquel otro mundo, aunque muchas veces me pareciese extraño e inquietante y acabase siempre por infundirme miedo y enturbiar mi conciencia”.

Es la aparición de Kromer, un niño que pertenece al otro mundo, la que marca el comienzo del proceso de crecimiento en el protagonista. Este personaje, a partir de una mentira de Sinclair, le induce a una serie de tareas que debe realizar a condición de no ser delatado. Estas tareas le introducen pues, a descubrir la parte suya que pertenece a ese mundo oscuro, que hasta entonces conocía tan solo superficialmente y le parecía ajena.

“Con el corazón helado tuve que presenciar cómo se convertía en pasado y se desligaba de mí todo mi universo, toda mi vida dichosa y buena, mientras me sentía sujeto ya al mundo tenebroso y desconocido (...). Por vez primera saboreé la muerte; la muerte que sabe amarga porque es nacimiento, porque es angustia y temor ante una terrible renovación”

Según Jung, el espíritu puede presentarse en la figura de un niño o jovencito. En los hombres puede ser positiva y tiene entonces el sentido de una personalidad “superior”, pero también puede ser negativa y significa, en este caso, la sombra infantil. No se puede  afirmar con seguridad absoluta que las figuras de los espíritus sean moralmente buenas. Con frecuencia presentan signos no sólo de dualidad, sino de malignidad. Sin embargo, Jung insiste en que las bases generales, sobre las cuales se edifica la vida inconsciente de la psique, son tan poco firmes,  que no podemos nunca saber cuánta maldad se necesita para atraer la bondad, ni cuánta bondad es capaz de inducir a la maldad. 

Kromer, encarna pues, este arquetipo del espíritu, en su aspecto negativo, y a través de tareas, en las que Sinclair debe trabajar para él, hace que el niño empiece a dejar ir, dejar morir su mundo luminoso, porque es necesario para esta terrible renovación, de la que nuestro personaje, hasta el momento, poco conoce y de allí su carácter de terrible e incierta.

Ante la fatalidad y la revelación de este mundo tenebroso, aparece un nuevo guía, un nuevo espíritu, también con aspecto juvenil, pero ahora, manifestando el aspecto positivo y superior del arquetipo que antes habíamos mencionado.

“Mi salvación de aquellos tormentos me llegó de una parte totalmente inesperada, y con ella entró en mi vida algo nuevo (...). Se llamaba Max Demian.” 

A través de la historia de Caín y Abel, Demian se presenta a Sinclair, con cuestionamientos nuevos de aquello que para él hasta entonces había representado una verdad incuestionable.  ¡Caín un hombre noble y Abel un cobarde! ¡La marca de Caín una distinción! Todo esto parecía no tener ningún sentido para el niño, sin embargo, reconocía cómo, él habiendo sido una especie de Abel, y ahora hundiéndose profundamente en “lo otro”, llevaba la señal en su frente. Su perversidad y desgracia le hacían sentir superior a su padre, quien ahora aparecía como un ser ingenuo, despreciable y exclusivo del mundo luminoso, lejos de él.

Con frecuencia, el arquetipo del espíritu, plantea preguntas, a fin de guiar hacia el conocimiento de sí mismo y al acopio de fuerzas morales; esto hacía Demian precisamente: poner en duda lo establecido como punto de partida para la iniciación. 

“Durante mucho tiempo, esta historia de Caín, el homicidio y la señal, fue el punto de partida de todas mis tentativas de conocimiento, duda y crítica”.

Aunque estas nuevas imágenes aparecen en el mundo consciente del niño como difusas y contradictorias, es el inconsciente, a través de los sueños, el que revela el sentido oculto de tales disertaciones. Sinclair describe uno de sus sueños:

“Kromer afilaba un cuchillo y me lo ponía en la mano, (...), acechábamos a alguien, yo no sabía a quién, (...) vi que era mi padre”.

El homicidio del padre, representa de nuevo la muerte de aquella parte interiorizada que debe ser abandonada, dejar morir al padre bueno significa ahora una nueva tentativa de descubrir la sombra.

El Arquetipo del Espíritu, proporciona los medios mágicos necesarios, es decir, la fuerza inesperada e inverosímil, capaz de conducir al éxito, que representa una característica especial de la personalidad unificada en el bien y en el mal. Y es así, de forma mágica, que Kromer deja de acechar a Sinclair por intervención de Demian, quien le asegura al niño que nunca le volverá a molestar.

A partir de esto, Sinclair huye de todo este caos, e intenta refugiarse de nuevo en su mundo infantil, en el núcleo filial, huyendo también así, de aquello que le había salvado, pues de alguna forma también le empujaba al crecimiento, de nuevo a la renovación, terrible renovación.

“Retorné al paraíso perdido; al luminoso mundo parental, (...) a la bondad de Abel, agradable a los ojos de Dios.” (...) Rescatado por una mano amiga, corrí ciegamente a refugiarme en el regazo de mi madre. (...) me hice más niño, más pueril y más dependiente de lo que era”.

Más adelante reflexiona:

“De no haber obrado así hubiera tenido que acogerme a Demian y confiarme a él. (...), pero Demian hubiera exigido de mí mucho más de lo que exigieron mis padres. Habría intentado hacerme más independiente(...) Hoy sé ya muy bien que nada en el Mundo repugna tanto al hombre como seguir el camino que ha de conducirle a sí mismo”

En este momento se presentaba ante Sinclair el conflicto entre los dos factores psíquicos fundamentales, por un lado, la conciencia que intenta defender su razón y protegerse, y por el otro, el inconsciente que lucha por fluir libremente y establecer su dominio.

Su reflexión hace referencia a lo tenebroso e incierto del viaje hacia sí mismo, a su inconsciente, al caos, en donde los opuestos no tienen cabida, y en donde solo a través de un proceso de vida irracional se llega a rozar la armonía, expresada en símbolos definidos. Este ha sido pues, tan solo el inicio de un camino que trae consigo muchos más obstáculos.

La naturaleza primordial y ancestral del arquetipo del espíritu encarnado en Demian, es descrita por el autor como un rostro de un hombre, una mujer, milenario, ajeno al tiempo, más parecido a los animales, los árboles o las estrellas, en sus palabras, “...un espíritu...”

Las enseñanzas de este espíritu le invitan a considerar e interpretar los dogmas de manera más libre, más personal. Disertan sobre todo, en cuanto a la naturaleza de Dios, a esa dualidad que el Dios Cristiano divide, y deja para él, tan solo lo bueno, lo noble y paternal. Empieza a nacer lo que constituye el paso más evidente en cuanto a la armonización de los opuestos, y que a través del símbolo de la Divinidad, adquirirá forma a través de la novela y de esta manera se podrá nombrar, darle un significado. 

“Pero el mundo se compone también de otras cosas. Y todas estas cosas se adjudican al diablo; toda esa parte del Mundo, toda esta mitad, es  encubierta y silenciada. Se glorifica a Dios como Padre de toda la vida y se oculta y silencia la vida sexual, fuente y sustrato de la vida misma, declarándola pecado y obra del demonio.”

La respuesta de Sinclair a las palabras de Demian, refleja la noción del autor de lo que para Jung significa el Inconsciente Colectivo, aquel estrato del inconsciente, innato, más profundo, cuyos contenidos son los mismos en todas partes y en todos los individuos. 

“Lo que Demian había dicho sobre Dios y el diablo, (...), era exactamente mi propio pensamiento, mi propio mito, mi concepción de los dos mundos: el luminoso y el oscuro. El descubrimiento de que mi problema era un problema de todos los hombres, un problema de toda vida y todo pensamiento, se cernió de pronto sobre mí como una sombra divina, y me sentí penetrado de temeroso respeto al advertir cuán profundamente participaban mi propia vida y mi pensamiento personal en la corriente eterna de las grandes ideas”.

Las circunstancias separan a Sinclair de su guía, se ve envuelto en una profunda soledad, en donde se abandona a una vida banal envuelta de borracheras y fanfarronería. Sin embargo, es esta sensación de soledad la que trae consigo el desasosiego necesario para avanzar en esa búsqueda y experimentar  esa transición definitiva, el adiós al núcleo parental. 

“Hay muchos caminos por los que Dios puede llevarnos a la soledad y conducirnos a nosotros mismos. (...) Hay sueños así en los que yendo hacia el palacio de la princesa encantada se queda uno atascado en un lodazal(...) Así me sucedió a mí, y tal fue el proceso nada bello que me estaba destinado cumplir para llegar a la soledad e interponer entre el paraíso de mi niñez y yo una puerta vedada. (...)  Fue un comienzo, un despertar de la nostalgia de mí mismo”.

Jung arguye en su obra El Yo y el inconsciente, que los padres son para el niño los parientes más próximos y más influyentes. Pero tarde o temprano, se reaccionará contra esta influencia; las imágenes de los padres son alejadas en lo posible de la conciencia, y por su influencia persistente,  e incluso represiva. 
 
Para la realización del sí mismo, dice Jung, es imprescindible que el sujeto se dé cuenta de su invisible sistema de relaciones con el inconsciente, o sea con el anima, para poder diferenciarse de ella.  Y como la madre, es la primera portadora de la imagen anímica, la separación de ella es un asunto tan delicado como importante, asunto de máxima significación educadora. La princesa encantada, la meta final de este camino, representa el encuentro con ese arquetipo del Anima diferenciado del sí mismo. 

En este momento en que Sinclair enfrenta su soledad, enfrenta también los primeros destellos de una imagen femenina, que no posee forma determinada, y descubre que esta imagen femenina abarca incluso su propio ser. 

“Me parecía como un ícono o una máscara sagrada, a medias masculina, y femenina a medias, sin edad, (...). Parecía conocerme desde siempre, como una madre.(...) Y poco a poco fue apoderándose de mí la sensación de que no era Beatrice, ni tampoco Demian a quien representaba, sino a mí mismo”.

El ánima es una personificación de todas las tendencias psicológicas femeninas en la psique de un hombre, tales como vagos pensamientos y estados de humor, sospechas proféticas, captación de lo irracional y relación con el inconsciente.

En su manifestación individual, el carácter del ánima, adopta la forma de la madre.

El ánima, como todos los arquetipos, presenta aspectos positivos y negativos. Hesse por su lado despliega más bien, la representación de un arquetipo del ánima que desempeña el papel de poner la mente del hombre a tono con los valores interiores y, por tanto, abrirle el camino hacia profundidades interiores más hondas. No es ninguna casualidad, que a este retrato pintado por Sinclair, se le llame Beatrice, quien en la Divina Comedia de Dante, hace de guía e iniciadora en el Paraíso

A través de esta proyección del  ánima, en esta figura, Hesse logra plasmar la función positiva del arquetipo. Toma en serio los sentimientos, esperanzas y fantasías enviadas por su ánima, y las fija, por escrito, o en pintura y de esta manera  surge entonces el material inconsciente.  

La contemplación de esta imagen como un ser real conlleva a que el proceso de individuación se vaya haciendo paulatinamente la única realidad y puede desplegarse en su forma verdadera. 

Más tarde, Sinclair reconocerá que el retrato que ha pintado es la imagen de la madre de Demian, a quien nunca había visto antes. Su encuentro con Eva, -nombre que hace alusión a la fecundidad, a la imagen cristiana de la madre de todas las criaturas-  ilustra la función que esta imagen desempeña en la obra:

Por primera vez se fundían para mí el mundo exterior y el interior en una pura armonía, fiesta del alma que hace amable la vida. (...) Su saludo significaba retorno al hogar.
 

Este proceso de individuación se desarrolla paralelo a la realización de la conexión del ser humano con la colectividad. El proceso de llegar al sí mismo, implica una creciente conciencia del propio lugar en el mundo y del sentido de la existencia humana. 

Dice Jung, que a  partir de la introspección y el conocimiento de sí mismo, se crea una conciencia más allá del carácter personal. Una función de relación, vinculada a lo objetivo, que pone al individuo en una incondicionalidad, obligatoria e indisoluble comunidad con el mundo.

Aquí podrá entonces suceder que el Inconsciente produzca contenidos que sean válidos no solo para el individuo, sino también para los demás, incluso para muchos, y quizá para todos.

 De esta manera, son varias las conversaciones en que Sinclair y Demian dirigen hacia el espíritu de la época y la condición humana. Una de ellas se refiere a la guerra:

“La comunidad es algo muy bello. Pero lo que ahora vemos florecer en todas partes no es la comunidad verdadera. Esta surgirá, nueva del conocimiento mutuo de los individuos y transformará por algún tiempo el Mundo (...) Siento iniciarse ya graves conflictos que no pueden tardar en surgir. (...) (La guerra) revelará la miseria de los ideales actuales y obligarán a derrocar toda una serie de dioses de  la edad de Piedra. Este mundo, tal y como es, quiere morirse y se hundirá”.

El último capítulo simboliza la renovación, El principio del fin.

Un nuevo comienzo que inicia con la muerte, y que marca el camino hacia la vida, la individuación, paralela al nacimiento de un nuevo Mundo.

Hesse reflexiona de nuevo acerca de la guerra, una guerra que por ser interna, devela la oscuridad en el afuera, y dispara en contra del enemigo, el de afuera, el distinto, que más bien resulta el blanco principal de nuestras proyecciones, porque tiene algo nuestro, algo nuestro que no podemos reconocer como propio.

Los sentimientos primordiales, incluso los más violentos, no iban contra el enemigo; “…su obra sangrienta tan solo era una irradiación de lo interno, del alma disasociada y dividida, que quería enfurecerse y matar, aniquilar y morir para nacer de nuevo”.

El proceso continúa, tan solo se ha alcanzado el fin para volver a empezar.

Esta vez, Sinclair conociendo que debe escuchar dentro de sí, pues Demian le ha dicho que al hacerlo, advertirá que su presencia ya no estará fuera sino dentro de él mismo. El sufrimiento no ha cesado, pero esta vez el camino no es en soledad, le acompaña él, su sí mismo.

“...La cura me hizo daño. Todo lo que después me ha sucedido me ha hecho daño. Pero cuando alguna vez encuentro la llave y desciendo a mí mismo, allí en donde en un oscuro espejo, dormitan las imágenes del destino, me basta inclinarme sobre su negra superficie acerada para ver en él mi propia imagen, semejante ya en todo a él, a él, mi amigo y mi guía...”.



Ahora puedo decir: La felicidad está en tí, y sí a la felicidad se llega fundamentalmente a través del Amor...amor propio, conocimiento de uno mísmo, amor que a la larga podrás dar a los demás sin pedir nada a cambio.


AMA. Porque al Dar te Das.
Ama igual los caminos que sus bifurcaciones...
Ambos te llevarán a tí.
No se lo que buscas en mi,
pero aquello que busques lo encontrarás.

Navego

Porque Yo Soy Tú. Y Tu eres Yo.
Esa es la llave.

 “Es el Amor y no el tiempo, el que cura las heridas” 

MAKTUB


VIVE BARAKA BARAKA VIVE

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