“En sus sueños, rocas intentaban pronunciar palabras. 'Todo tiende a ascender', decía una voz. 'Ven, apúrate, para que dejes un espacio que pueda ser llenado por tu hermano, y el de éste, por un animal, que permitirá ascender a un vegetal y a un mineral. Sube, disuelve tu forma para ayudarlos, porque hay números exactos”. (Miguel Serrano)
El Maestro invitó al
discípulo a visitar el templo. Pero ahora no se alejó de la sombra del árbol.
-El templo eres tú -le
dijo-, es tu propio cuerpo. Un día, también yo recorrí el mundo, visitando sus santuarios,
desde el monte Kailas, en los Himalayas, hasta el cabo Comorin, en el extremo
sur. En todos ellos hay templos, y ofrendé sacrificios. Me bañé en los ríos
sagrados y busqué la ciudad de los inmortales afuera de mi mismo, para venir a
comprender, al fin, que lo externo es un reflejo imperfecto de lo que está en
mí. El verdadero Kailas se halla adentro, también el lejano sur y la ciudad de
Agarthi.
El cielo mismo tiene la forma de tu cuerpo, los astros sólo reproducen centros de luz que hay en ti. Por ello, todo viaje cósmico se realiza en verdad adentro. Los que buscan afuera son los que morirán. Alcanzarán los astros sólo en apariencia y los hallarán vacíos. La tierra es nada más que un punto de tu gran cuerpo cósmico, o es posible que tú seas un punto de la tierra. Eres un templo de una sola columna y varias puertas. Debes encontrar la entrada en tu propio laberinto y luego sellarla. Por allí, al centro, arriba, está el Kailas y la ciudad de Agarthi.
Pero ahora parecieran
encontrarse sumergidos, bajo el mar. Deberás primero descender al fondo para recuperar
las llaves entre las ruinas de un viejo continente. Y, ¿sabes tú qué es este
mundo sumergido? Es el antiguo cerebro de los hombres-dioses, que aún está en
ti, pero que ha sido cubierto por una nueva corteza, por un nuevo país.
Con la desaparición de lo
antiguo, de un viejo sol, los hombres-dioses se sumieron en los montes y en las
aguas, en espera de la resurrección. Todo aquello que se cumplía con la ayuda
de los hombres-dioses, escapa hoy a tu voluntad; la dirección del curso de los
astros, los procesos automáticos de tu cuerpo son en verdad dirigidos por esos
dioses sumergidos y caprichosos, que están siempre a la espera de que se apague
el nuevo sol que hoy nos alumbra.
El camino que te enseño va
debajo de las aguas, en busca de la tierra perdida de los dioses, de los guías simiente,
de los dioses-instinto; va de un sol nuevo a otro antiguo, sumergido, para
poner a flote un continente legendario, encontrando los caminos, los puentes
que lo unan al presente, pudiendo heredar así de los viejos sacerdotes, de los
guías, la dirección de los trabajos en el templo.
* * *
El Maestro habló al
discípulo de las flores de loto, de los chakras:
-Están ahí -dijo- aun
cuando en verdad son flores inexistentes. Son más bien una posibilidad, una
virtud del alma. Ellas crean tu doble etérico, tu cuerpo de aire. Pero tendrás
que inventarlas. Es como un jardín en sombra; para que puedas ver tus flores,
tienes que hacer la luz. La luz se llama Kundalini; encendiéndola, encontrarás
los estrechos senderos que te llevan de flor en flor. Kundalini es, además, la
abeja que liba en cada flor.
Todo esto que no existe, es
mas verdadero que lo existente. La inmortalidad es como una flor que nadie ha visto.
Deberá ser inventada. No de otro modo eres inmortal. Ciego, sin ver, deberás
cultivar de noche las flores de tu jardín.
Y el Maestro entró a
describirle las distintas flores de loto, o chakras. Le explicó su color su
número de pétalos, comenzando por la flor de los genitales, la de la base de la
columna vertebral, siguiendo por las del vientre, del corazón, de la garganta,
del entrecejo, hasta llegar a la de mil pétalos, que se abre en la cabeza y que
es también el monte Kailás, donde Siva se ha reunido con Parvati. Existe allí
un lago diamantino, le dijo, que hay que cruzar en un barco guiado por un
barquero ciego, en una embarcación submarina con luces encendidas bajo el agua,
o en el lomo de la serpiente ígnea, para alcanzar a un vacío que ya no se sabe
si está dentro o fuera, porque tal vez no esté en ninguna parte, porque es como
estar en ninguna parte. La boda, o unión, se cumple en la flor de mil pétalos.
En el entrecejo hay una flor de dos pétalos, como alas de paloma.
Al abrir esta flor, nace un
tercer ojo y nos es permitido ver las puertas de la ciudad de Agarthi.
Hay, sin embargo, más flores -continuó el Maestro-. Pero éstas, por lo general, no se abren; son flores prohibidas. Las hay en tus pies, en tus rodillas. Son centros de conciencia diferente, pensamientos de los dioses-gigantes del antiguo sol. Un mago kaula deberá abrir todas sus flores, pero sin permanecer largo tiempo en ellas.
En el paisaje fantasmal de
tu jardín hay un árbol. En él se enrolla la serpiente. Este árbol es también
los Himalayas.
En lenguaje siempre
parabólico y estableciendo analogías entre lo de adentro y lo de afuera, entre
lo invisible y lo visible, el Maestro se refirió a esos canales o ríos llamados
nadi y que son como los filamentos del alma, por donde circula la terrible energía
del mundo de los gigantes.
-Kundalini es un cálculo,
una interna pootencia. Está dormida. Es la durmiente. Hay que despertarla, inventarla.
Mas, nada se crea sin que exista virtualmente.
Kundalini es la posibilidad de
esa fuerza que destruye un mundo para crear otro.
Está enrollada a los pies del
árbol, amarrada allí con cadenas, formando un nudo, en el lugar mismo de donde
parten todos los caminos. Para alcanzar hasta ese oculto recinto de la durmiente,
deberás cruzar selvas y valles. Armado con una espada, llegarás al fin.
Cortarás las cadenas, despertarás a la dormida, abrirás los tres senderos y
subirás con ella en un carro de fuego. Juntos iréis libando en cada flor. Tú
eres una mitad, ella es la otra. Como es ciega, sólo contigo de la mano puede alcanzar
la cumbre, el borde del gran vacío. Pero aún desposado, el último salto deberás
darlo solo.
Es muy posible que al final del viaje todo vuelva a reproducirse, pero de una manera y en una realidad que sólo se parecen. Una gran duda te toma al dar el salto. Además, el viaje no es continuo; es en espiral. En cada flor el jardinero se detiene y se cansa, vuelve a dormirse, regresa a la raíz del árbol, a su caverna oscura.
Deberás nuevamente
descender a despertarlo. Caes así muchas veces y te vuelves a levantar en este
camino en el que te engendras a ti mismo, en el que te inventas, llegando a ser
tu propio hijo. El hijo del hombre, engendrado por el padre, que a la vez es el
hijo.
El hijo es muy frágil. Es
un hijo innatural. Muere con facilidad, lo destruye un soplo, un mal
pensamiento. En verdad, lo destruye el pensamiento. El hijo del hombre es
engendrado al revés, fecundado por la mujer. Es de pura substancia mental, de
éter invisible. Ha sido creado con la más pura magia de los Sidhas, con el
semen que se derrama a la inversa, hacia adentro.
Algunos afirman que es
innecesaria -la permanencia física de la mujer, dicen que el coito mágico, o
maituna, deberá efectuarse interiormente, sólo con la imagen de la mujer que ha
llegado a ser tu propia alma.
El cuerpo etérico del hombre es femenino, el de
la mujer es masculino. En el amor de los Sidhas, de los kaulas, el alma masculina
de la mujer fecunda tu alma femenina.
Y das a la luz el hijo de la eternidad.
Hay quienes sostienen que
el acontecimiento es puramente simbólico, puramente mental. Los kaulas creemos en
la necesidad de la mujer afuera y de un maituna realizado efectivamente,
conforme a reglas que te revelaré.
En esta época pesada, de
hierro, el cuerpo físico es el instrumento que deberás afinar. Los Sidhas
también resucitaban con este cuerpo.
***
Ella partía siempre y, a veces, tardaba mucho en regresar. Una vez le preguntó donde iba. Ella le respondió que a visitar a su marido.
Comprendía que esa mujer se estaba transformando en energía dentro de él. Su presencia le despertaba ecos, añoranzas que llevaba en sí desde siempre. Una noche soñó con altas cumbres nevadas, que no eran las del Himalaya, con un país en los extremos del mundo y con una mujer de ojos azules y cabellera clara, que lo miraba como si él fuera una ventana y ella pudiera ver a través suyo. Despertó con el rostro cubierto de lágrimas, comprendiendo que era un sueño de mil años más.
Ella, que dormía ahora a su lado, le enjugó las lagrimas con el sari.
-¿Por qué lloras?
Por primera vez la vio como a una extraña.
-Hoy sé que mi rueda continuará girando -le respondió.
-También la rueda del que se ha desposado en la Copa del Árbol ha continuado girando. Existe un matrimonio secreto. Para cumplirse sólo necesita de la luz de una estrella. Te desposas mirando esa estrella, y basta una declaración de amor transmitida por su luz. Si el mensaje llega hasta ti, estás ya desposado en la eternidad.
-Siento que me he desposado así en el futuro -dijo él.
Llegó la noche en que ella le enseñó a besar. Se recostó desnuda sobre la hierba y le llamó a su lado. Le envolvió con sus largos miembros y aproximó sus labios a los del penitente. Fue sólo un roce suave, imperceptible, envuelto en un perfume de resinas.
Al día siguiente, ella partió. Y él supo que no volvería esa noche. Se reclinó junto al umbral y se concentró intensamente. Tuvo una sospecha: Alguien, quizás él mismo, podía estar pensando, o soñando, todo esto.
* * *
Sobre el suelo de finas maderas se ha dibujado el nuevo yantra, usándose para ello polvo de oro y plata, tierras coloreadas, pasta de sándalo. Tiene nueve entradas, pues, aún cuando simboliza el universo, también representa el cuerpo del hombre. Es un laberinto. Se han dibujado, asimismo, un triángulo, un cuadrado, un hexágono y un círculo.
Mientras tanto, las viejas mujeres y los magos consultan a los astros para conocer si son propicios.
Dentro del yantra hay un trípode. Sobre éste un cáliz. En el suelo, diversos manjares y dos urnas conteniendo vino y agua.
Es de noche.
Llega el iniciado kaula, cubierto por un a túnica blanca. El cabello le cae sobre los hombros y huele a cenizas. Percibe el yantra y comienza una danza que se parece a la del ave del paraíso. Busca la entrada que le corresponde. La encuentra y puede alcanzar el centro.
Se abren las puertas y se presentan los testigos, que vienen acompañados de sus mujeres. Se distribuyen en torno al círculo, con movimientos rituales. Ninguno de ellos tocará el centro.
La espera nocturna se prolonga hasta que aparece la mujer. La siguen sus servidoras. También la cubre un manto y entra en el yantra con los ojos cerrados, como dormida, pero sin dudar ni confundir los movimientos.Las servidoras también entran con ella.
El y ella se reclinan, una al lado del otro, en la espera. Se oye una voz que invita al festín. Se consagran los manjares con mantrams y signos, coreados y repetidos por las servidoras y los huéspedes. Primero se consagra el agua y el vino:
¡Introduce tu alegría en este vino para que sea curso de eterna vida felicidad e indestructible placer!
¡Introduce la esencia de la ambrosía la que representa todos los sabores del universo y es el esperma de la segunda creación de los nacidos dos veces!
Se escancia el vino en el cáliz y se recita el mantram del sol:
¡Kang, Bang, Tapinyai, Namah!
¡Kang, Bang, Tapinyai, Namah!
¡Gang, Phang, Ngang, Ngang!
¡Chang, Dhang, Jhang, Tang, Nyang!
¡Nang, Thang, Dang, Thang, Dan!
Se llena tres cuatros de una copa con el vino, el resto con agua y se recita ahora el mantram de la luna:
¡Ung, Soma, Mandalaya,
Sodaza, Kalatmane, Namah!
Se ha transformado el vino en néctar, destruyéndose la maldición que pesaba sobre él desde antiguo. Es ahora el mágico brebaje, que ayuda a cruzar el umbral, es sangre del sol y de la luna.
BARAKA
Extracto de ELELLA por M.Serrano
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