«¡Qué sordo y torpe he sido! -meditó a paso ligero-. Si alguien lee un escrito para buscarle un sentido, no desprecia los signos y las letras, ni los llama engaño, casualidad o cáscara inútil; al contrario, los lee, los estudia, los ama letra por letra. Sin embargo, yo quería leer el libro del mundo y el de mi propio carácter; sin embargo, he despreciado los signos y las letras en favor de un sentido imaginado ya de antemano; llamaba al mundo visible un engaño, consideraba mi ojo y mi lengua como apariencias casuales y sin valor. No, esto ha pasado ya: ahora me he despertado, realmente he conseguido desvelarme; y hoy, por fin, he nacido.»
«Realmente mi vida ha seguido un
curso muy especial, dando muchos rodeos. De chiquillo sólo oía hablar de dioses
y sacrificios. De mozo sólo me entretenía con ascetas, pensamientos,
meditaciones, buscando a Brahma, venerando al eterno atman.
Ya de joven seguía los ascetas,
viví en el bosque, sufrí calor y frío, aprendí a pasar hambre, aprendí a apagar
mi cuerpo. Entonces la doctrina del gran buda me pareció una maravilla; sentí
circular en mi interior todo el sabor de la unidad del mundo, corno si se tratara
de mi propia sangre. No obstante, tuve que alejarme del mismo buda y del gran
saber. Me fui y aprendí el arte del amor con Kamala, el comercio con Kamaswami;
amontoné dinero, malgasté, aprendí a contentar a mi estómago, a lisonjear a mis
sentidos. He necesitado muchos años para perder mi espíritu, para olvidarme del
pensar y la unidad. « ¿No parece que he precisado dar grandes rodeos para
convertirme paulatinamente en un hombre, para dejar de ser filósofo y vivir
como una persona vulgar?»
Y, a pesar de todo, ha sido un buen camino, no ha muerto completamente el pájaro que se alberga en mi interior. Pero, ¡qué camino es ése!
He tenido que sobrevivir a tanta
ignorancia, vicio, error, asco y desengaño, tan sólo para volver a ser un
hombre que no piensa, como los niños, y así, poder empezar de nuevo. No obstante,
todo ha ido bien, mi corazón se alegra, mis ojos ríen. He tenido que sufrir con
desesperación, me he visto obligado a rebajarme hasta la idea más necia, la del
suicidio, para poder recibir la gracia de sentir el Om, para volver a dormir
bien y a despertarme mejor. Tuve que convertirme en un ignorante para poder
encontrar al atman en mi interior. He tenido que pecar para volver a resucitar.
«¿Hacia dónde me seguirá llevando este camino? Mi sendero sigue un itinerario
absurdo, da rodeos, y quizá también vueltas.
¡Que siga por donde quiera! ¡YO lo seguiré!» Sintió en su pecho una alegría maravillosa.
«¿De dónde sale esa alegría tan
grande? -preguntó a su corazón-. ¿Acaso te viene de ese largo sueño, que tanto
bien te hizo? ¿O proviene de la palabra Om, que pronuncié? ¿O acaso es porque
he conseguido escapar, he logrado la fuga y por fin me encuentro otra vez
libre, como un chiquillo bajo el cielo? « ¡Qué maravilla es poder huir, ser
libre! ¡Qué aire más limpio y puro se respira aquí! ¡ Qué delicia aspirarlo!
Allí, de donde escapé, todo olía a cremas, especias, vino, saciedad, ocio.
¡Cómo odiaba ese mundo de ricos, vividores y jugadores! ¡Cómo me aborrecía, me
robaba, envenenaba, torturaba,
envejecía y maldecía! ¡No, jamás
creeré en mí, como antes, cuando me gustaba pensar que Siddharta era un sabio!
Sin embargo, ahora sí que he obrado bien; ¡me gusta, puedo elogiar mi obra!
¡Ahora termina el odio contra mí mismo, contra esa vida necia y monótona! Te
felicito, Siddharta, ya que después de tantos años de ocio has vuelto a tener
una nueva idea,
has obrado, has oído cantar al pájaro en tu pecho, ¡y le has seguido!»
De esta forma se elogió y se sintió satisfecho de sí mismo, a la vez que oía los rugidos del hambre en su estómago. Un retazo de pena, un mendrugo de miseria: eso era lo que ahora Hermann Hesse Siddharta percibía; en los últimos días había apurado hasta el máximo y luego lo escupió todo; se sació hasta la desesperación y la muerte.
Así era mejor. Hubiera podido quedarse mucho más tiempo con Kamaswami, ganar dinero, malgastarlo, hinchar su barriga y dejar que su alma muriese de sed; habría podido vivir todavía mucho tiempo en aquel infierno suave y bien acolchado, si no le hubiera llegado el momento del desconsuelo total, de la desesperación. Fue aquel instante, cuando se balanceaba por encima de la corriente del agua, dispuesto a destruirse. Había sentido esa desesperación, esa profunda repugnancia, pero no se dejó vencer;
«Es bueno -pensó- probar
personalmente todo lo que hace falta aprender. Desde niño, desde mucho tiempo,
sabía que los placeres mundanos y las riquezas no acarrean ningún bien; pero
ahora lo he vivido.
Y ahora lo sé, no sólo porque me lo enseñaron, sino porque lo han visto mis ojos, mi corazón, mi estómago. ¡Qué bello es saberlo!»
Mucho tiempo permaneció meditando acerca del cambio que se había producido en su ser. Escuchó al pájaro que trinaba alegre. ¿No había muerto el pájaro en su interior, no había sufrido su muerte? No; en Siddharta había muerto algo muy distinto, que desde hacía tiempo deseaba sucumbir. ¿No era lo mismo que en sus ardientes años de asceta había querido apagar? ¿No era su yo, el yo pequeño, temeroso, orgulloso, con que había luchado durante tantos días, el que siempre le vencía, el que después de cada penitencia, volvía a surgir, y le quitaba la alegría, y le daba temor? ¿Acaso no era eso lo que por fin hoy había encontrado la muerte, allí en el bosque, junto a ese río idílico? ¿No era esa muerte por lo que Siddharta había vuelto a ser un niño, y sintió confianza, alegría y temeridad?
Ahora también comprendió por qué había luchado inútilmente contra ese yo, mientras era brahmán o asceta. ¡Se lo había impedido el exceso de sabiduría, de versos sagrados, de reglas para sacrificios, de mortificaciones, la excesiva ambición! Con arrogancia, siempre había sido el primero, el más inteligente, el más sabio, el más diligente; siempre se encontraba un paso más delante de los demás compañeros, sabios, sacerdotes o eruditos. Su yo se había escondido en ese sacerdocio, en aquella erudición e intelectualidad; estaba allí y crecía, mientras Siddharta creía apagarlo con ayunos y penitencias.
Ahora se daba cuenta y observaba que la voz secreta tenía razón: ningún profesor se lo hubiera podido reprimir jamás.
Por ello tuvo que lanzarse al mundo, perderse entre los placeres y el poder, la mujer y el dinero; se había tenido que convertir en comerciante, jugador, bebedor, glotón, hasta que el brahmán y el samana de su interior se murieran. Por tal causa había tenido que soportar esos años monstruosos, ese hastío, vacío y absurdo de una vida monótona y perdida, hasta que por fin, como una desesperación, el vividor y el Siddharta ávido habían llegado a sucumbir. Muerto, un nuevo Siddharta había resucitado. También este se volvería viejo, también tendría que morir algún día;
Siddharta era transitorio, como pasajera es
toda formación.
Pero hoy se hallaba en plena forma, joven como un
chiquillo, un nuevo Siddharta. Estaba lleno de alegría.
Le
parecía que ese río poseía algo especial, algo que aún desconocía, pero que le
esperaba. En ese río se había querido ahogar Siddharta, y en él había sucumbido
el Siddharta viejo, cansado, desesperado. Sin embargo, el nuevo Siddharta
sentía por esa corriente un profundo amor que le obligaba a no abandonarla con
prisas.
YA NO SOY EL QUE FUI
Fragmento de Shiddarta-Hermann Hesse
Algo cantó en mi corazón y segui tu rastro, hasta encontrar-te, o parte de tu alma, fue difícil, hasta que vi tu http. y llegué hasta aquí
ResponderEliminarencontré belleza en los rincones más insospechados que aún no he degustado ni asimilado, hay tanto por descubrir
Gracias Odin por traerme hasta aqui, vuelo como tú, donde el corazón me lleva
Gracias, no dejo de sorprenderme a mi misma
Un cálido abrazo, feliz domingo
sobre tu entrada, sin palabras, sólo sentimiento y admiración
Gracias Arianna...por llegar...sabía que llegarías :-) Me alegro de encontrarte en pleno vuelo mientras el corazón nos lleva a no se sabe nunca que lugar...Cada día más cerca de nosotr@s ¡Ójala que no dejemos nunca de sorprendernos a nosotr@s mism@s...creo que significará que estamos, seguimos en camino¡ Sentimiento y admiración también la mía hacia tu Ser 1122. _/\_
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