"Cuando el cielo quiere salvar a un hombre, le envía amor" Lao-Tse. Que el amor sea tu única guía, sin mapas, sin dogmas, sin maestros, sólo amando...
Sospecho que hoy empiezo a Ser Canción, si seco un llanto. Y la canción con alma echó a volar y desde entonces los dos, vivieron más despacio, a pesar de su tiempo y de su espacio. Y un día como lluvia, ellos caerán y mojaran todo y su misterio crecerá verde sobre el mundo" Silvio Rodriguez.

martes, 11 de noviembre de 2014

Proceso Creador: Bitácora del Viento





A orillas de la nada,
durante la inquietud de los presagios,
vagaron densas hordas de tinieblas
 desplegando una esencia inescrutable
urdida en los telares de la noche 
por arcángeles ciegos.

De pronto,

la palabra
estalló en lo profundo del abismo.

Desnudos silabarios 

encendieron los hachones flamígeros del alba
y derrotaron huecos en jauría 
con su aliento de fuego.

El cosmos fue distancia.


Alzó la arquitectura del oxígeno

rotundos arbotantes que erizaron
nervaduras de agrestes transparencias
hasta alcanzar las altas soledades
más allá de los truenos.

Se reunieron las aguas

en una antología de frescura
que estrelló la obediencia de su espuma
contra la voluntad del arrecife
donde el tenaz asedio del oleaje
golpeaba a contrafreno.

El mundo fue ordenado

según el albedrío de la magia.

Geografías de arcilla contundente

surgieron desde el fondo de la ausencia ocultando
en compactos corredores
sus gérmenes secretos.

Estatuyó la hoguera

el susurro nacido de sí mismo.

Los rituales quemantes de la vida
escanciaron a fuerza de reflejos
el mosto primitivo de los soles
desde alambiques negros
mientras la luna andaba
su intemperie de escarcha cenicienta
entre constelaciones infinitas
laceradas por ráfagas de eclipses
antes que naufragaran las lloviznas
sobre el musgo sediento.

Después reptó la escama

bajo el regazo roto de las ciénagas
y en el advenimiento de los saurios
detonaron membranas las anteras
poblando los recodos de la tarde
con vestigios de helechos.

Hubo un rumor de alas

horadando las vastas lejanías
hacia la inmensidad del horizonte
que paría los signos del crepúsculo
entre los muslos tensos.

Derrotó la memoria

el torpe cautiverio de la greda
expulsando los músculos precarios,
la osamenta, los coágulos fugaces,
la obstinada nostalgia de un destino
a espaldas del silencio.

Bajo la sexta lámpara

la piel nacida inauguró los pactos,
esa alianza de luz acantilada
donde las hierbas propagaban tréboles
y el sonoro lenguaje de los pájaros taladraba el sosiego.

Crecía la esperanza 

entre las madrigueras vegetales.
No existían fronteras, patrimonios, 
amarras, inventarios, apetencias.
Todo era una implacable 
mansedumbre en la orilla del tiempo.

La Tierra Prometida.

En la consumación de las arenas
ese extraño espejismo inalcanzable fraguado por
descalzas inocencias
celebraba los días del origen.

Entonces... llegó el viento.



(...) Morada de las águilas.

Bastión donde el crepúsculo
reproduce naufragios de proas
quebrantadas contra flancos de estrellas
mientras la voz del aire inscribe sus aullidos
entre grietas oscuras como fauces de noche
como fauces salvajes
devorando sin tregua las pisadas desnudas.
Región donde los vientos tallan las soledades
los rostros del sigilo los pómulos terrestres 
al ritmo de sus ráfagas

Aquí sólo la selva conoce los senderos

los rodeos precisos el paso en los breñales.

Sólo el musgo conoce las sílabas del pacto.
Sólo el agua domina el idioma escarpado
que estatuye las claves en medio de la aurora
muy cerca del silencio
más allá de la lluvia.





Apenas una lágrima

Después llegó el despojo.
Después el mundo tuvo nombre y dueño.
Después,
avergonzadas golondrinas 
bordaron relicarios amarillos
entre los bastidores donde el viento tensaba la nostalgia.

Después cubrió el sigilo 
migraciones de crótalos tajantes,
turbas de intolerancia 
a contrafuria empecinadas 
en ceder indultos 
a codicias rastreras como hierbas,
a apetencias compactas.

Después llegó la ausencia,
esa yerma orfandad sin atenuantes 
que hundía los colmillos 
impiadosos en la médula intacta del silencio,
en la seca sustancia de la angustia,
en la pulpa del alma.

Y a veces
el espanto derramaba ceniza en los rincones 
para ocultar los rastros de la muerte
que se alejaba,
ahíta de estertores,
embriagada de coágulos morenos,
largamente saciada...

Sobre el lento exterminio
extendieron murallas los secretos,
sofocaron gemidos moribundos
 con la complicidad del disimulo
como si nadie nunca hubiera sido testigo de la infamia;
como si nadie nunca
hubiera encadenado los sollozos 
al tributo fatídico de un hambre 
que atravesó la piel del desamparo 
a paso de abandonos compulsivos,
a vuelta de mordaza;
como si nunca nadie hubiera 
denunciado cicatrices 
entre las soledades agraviadas 
por tanta cacería inexcusable,
por tantos espinosos latrocinios,
por tanta empalizada.

Así se delinearon
las duras coordenadas del olvido
 en esta longitud de la deshonra,
en esta latitud de la desdicha 
donde la dinastía de la tierra 
obtuvo sus hilachas;
donde el reino vencido recibió
 su racimo de escorbuto,
su cuota de sermones desdentados, 
su alfabeto descalzo, su infortunio,
sus mendrugos de vida a la intemperie,
su urgencia de cucharas.

Así llegó a mi mundo 
este agreste cuaderno de bitácora
apenas un susurro acongojado desciñendo 
su voz sobre los nombres,
las fechas, las leyendas, los caminos,
los sueños, la esperanza;
apenas un susurro,
un ademán de pena redentora 
congregando las voces espectrales 
que se dejan oír en la alta noche
donde espesos murciélagos de sombra 
despliegan su acechanza;
apenas un susurro,
una actitud de fraternal congoja 
por tantas injusticias a destajo,
por tanto apasionado desencuentro,
por tanta hipocresía vindicando 
la sangre derribada; apenas un susurro
perdido en la espesura de los tiempos
como en enmarañados laberintos 
de nocturnas cavernas palpitantes
apenas un desnudo balbuceo...

apenas una lágrima.


La escritora y editora argentina Norma Segades-Manias publicó recientemente varios de sus poemarios bajo el sello editorial creado por ella: Alebrijes.

Palabras bautismales; 
Quetzalcoatl; 
Malintzín; 
La ciudad en el lago; 
Guerreros; 
Tiempo; Maíz; 
En el nombre del padre; 
Todo nace a la muerte; 
Ciudadela.

Pintura: Vladimir Volegov




2 comentarios:

  1. Sumamente honrada por este reconocimiento a mis quehaceres, querido amigo. Siento que está quedando pequeña la palabra gracias. Va mi abrazo fraterno y solidario. Norma.

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  2. Gracias a tí también querida Norma, por honrar de modo tan perfecto todos tus dones y compartirlos en este plano de nuestro Universo, para comprender por dónde pasa la evolución de las almas, y sus hombres y mujeres, el cuerpo en el que ella habita, para conducirnos al espíritu dónde todas sus obras brotan. Abrazo fraterno y circular. Odin.

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