Mi corazón, pájaro del desierto,
ha encontrado su cielo en tus ojos
El Jardinero - Rabindranath Tagore, 1915.
Al afecto intenso se le da el nombre de Amor. Siempre y cuando este afecto sea ternura, gusto y extinción de sí mismo en la persona amada en su forma extrema, este amor es una subdivisión de la locura. Al que padece la "enfermedad del amor", se le da el nombre de amante.
Hay dos categorías de amantes: El amante que sufre de amor metafórico y el enamorado del Amor Real.
El afligido de Amor Real es llamado Amante de Dios. Estos son los amantes de Alí, Alabado y Glorificado sea. Este grupo está formado por los ángeles, los Mensajeros de Dios Todopoderoso, y los santos que son sus herederos.
La vida del derviche es el Amor, su íntimo yo es el Amor:
eso es todo lo que hay que decir...
"Si no das la vida por tu amor,
no te atrevas a llamarte amante."
El amor metafórico se da cuando un ser siente amor profundo por otro ser, hasta el grado de perderse en su amad@. Sin embargo, el amor metafórico lleva al Amor Real.
Mientras exclamaba "Layla, Layla", Majnum experimentó la unión con Dios. Los que se quedan con Layla y no encuentran a Dios, son dignos de compasión. Pues significa que Layla es un velo que les oculta a Dios, y en este sentido se convierte en su desgracia.
El verdadero nombre de Majnum en la leyenda era Qays. Se le dió el nombre o mejor dicho el apodo de Majnum, debido a su amor por Layla. Su amor era tal, que cuando visitaba el pueblo nativo de su amada, besaba los ojos y las patas de los perros diciendo a quienes intentaban detenerlo:
"¡Déjenme en paz! Estos ojos han visto a Layla. Estos pies han andado por donde Layla pisó. Los ojos que la han contemplado, y las patas que han tocado sus huellas son sagrados para mí y dignos de ser besados."
Algunos le decían: "¡Layla es una mujer sin gracia, flacucha y morena! Te buscaremos una más bonita, de aterciopelados ojos de gacela y esbelta".
Pero él respondía:
"Si vieran a mi Layla como yo la veo,
no me harían ese ofrecimiento".
Quienes aman a Dios, deben amarlo sólo a El. Por lo menos, no deben considerar lo que aman como distinto de Dios, pues lo que les hace ver la verdad en aquello que aman, es esencialmente Dios.
Todo lo bueno, todas las cualidades específicas de los seres, todo lo que amamos es Su obra. Si amamos el efecto, tenemos que amar la causa.
Por eso el sabio nunca podrá separar
el efecto de la verdadera causa.
Así como a Moisés se le manifesta la palabra de Dios en el Monte Sinaí, para el amante el objeto de su amor es como el Monte Sinaí. Las virtudes y cualidades especiales que ve ahí son la manifestación del Verdadero Amado y Amigo en el ser del objeto de su amor.
Es por eso que no hay que tomar el efecto por la causa, los nombres por lo nombrado, ni el signo, la palabra, por la cosa significada.
Mi corazón, pájaro del desierto,
ha encontrado su cielo en tus ojos.
El Jardinero - Rabindranath Tagore, 1915.
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