Galatea era una ninfa del mar, que despuntaba entre todas por su hermosura y su cuerpo albino como la espuma de las olas.
Ella, estaba prendada de Acis, un joven pastor de la isla de Sicilia, que se acercaba todas las tardes a la orilla del mar para ver y hablar con la hermosa Galatea.
En la mitología clásica, Galatea era una de las 50 nereidas, que se llamaban así por el color blanco de su piel. Es un nombre derivado del término gala, genitivo de gála-aktos, que quiere decir "leche", y la terminación -eia, que es adjetival. Por lo tanto sería "blanca como la leche", apodo que se utilizaba para las nacidas de piel extremadamente blanca. De esta etimología deriva también el nombre de la galaxia La Vía Lactea.
En la mitología griega encontramos dos mitos que tienen como protagonistas a Galatea, aunque no se trata de la misma. La más reconocida es la que robó el corazón del cíclope Polifemo y acabó en tragedia.
Galatea era la hija de Nereo y era una bella ninfa marina que heredo la belleza de su madre Gea siendo representada siempre como una joven virtuosa y de tez blanca. Vivía en el mar y siempre fue el objeto del cíclope gigante Polifemo.
Este cíclope era feo, enorme y bruto, la antítesis de Galatea. Era el hijo de la ninfa Toosa y del dios del mar y los océanos, Poseidón. Por más que éste la desease, Galatea sólo tenía su corazón para el bello mancebo Acis, hijo de otra ninfa y el dios del pan.
Ambos eran amantes. Una noche, mientras se encontraban descansando a la orilla del mar Polifemo los descubrió. Invadido por los celos, el furioso gigante de un solo ojo le lanzó una enorme roca a Acis y lo mató. Algunas versiones del mito comentan que después de la tragedia, Galatea correspondió a Polifemo y de su unión nacieron Gálata, Celto e Ilirio.
Un día, tanto Acis como Galatea descansaban y se lo pasaban bien a orillas del mar, mirándose, hablando y sonriéndose de manera cómplice, cuando fueron descubiertos por Polifemo y desde entonces, todos los días los vigilaba a escondidas, porque era la única forma de poder estar un poco cerca de su amada.
En una de estas escapadas, Acis intentó hacer algo a Galatea que no gustó nada a Polifemo, quien salió de su escondite asustándolos a todos, especialmente al joven, a quien acabó matando lanzándole una pesada roca sobre él mientras éste huía despavorido del gigante de un solo ojo.
Galatea, fue corriendo hacia su amado que yacía en el suelo sin vida, intentó reanimarlo por todos los medios, pero no pudo hacer absolutamente nada, ya no estaba en el mundo de los vivos.
Galatea sólo tenía ganas de llorar y llorar por la pérdida de su querido amado, completamente devastada, Galatea acudió a los dioses, quienes hicieron que la sangre que salía del cuerpo de Acis y las lágrimas de Galatea en un río muy profundo y grande, para que pudieran estar eternamente juntos, mezclados el uno con el otro. La sangre de Acis corrió como el río de límpidas aguas que hasta hoy lleva su nombre.
De este mito hay muchas versiones, las cuales han ido apareciendo a lo largo de la historia. Otra de ellas era la que dice que Galatea se dedicó a satisfacer y a adorar a Polifemo en lugar de a Acis o incluso otra en la que se dice que Galatea decidió aceptar el amor de Polifemo y que llegó a tener tres hijos con él: Gálata, Celto e Ilirio, de quienes se dice que son los epónimos de los gálatas, celtas e ilirios, aunque, obviamente, se trata de una leyenda.
También se cuenta que Galatea pertenecía en cuerpo, alma y corazón al imponente Polifemo, pero Acis fue quien se enamoró de ella, y cuando el cíclope lo supo, intentó matarlo lanzándole unas rocas. Para poder huir, y antes de que lo pudieran alcanzar, el joven se transformó en un río y así evitó la tragedia.
Otra leyenda cuenta que Galatea se llamaba la estatua erigida por Pigmalión, rey de Chipre. Éste vivía en soledad, lejos de cualquier mujer, hasta que un día comenzó a esculpir una estatua de mujer de hermosos rasgos, tan hermosas que se enamoró de ella.
Durante una celebración en honor a la diosa Afrodita, Pigmalión suplicó a la diosa que le concediera vida a su amada de marfil, pero ésta le respondió con una señal que el rey no comprendió y regresó a su casa. Decepcionado, contempló la estatua durante horas y luego la besó. Allí Pigmalión ya no sintió los fríos labios de marfil.
Volvió a besarla y la estatua cobró vida, enamorándose perdidamente de su creador. La diosa Afrodita terminó de complacer al rey concediéndole a su amada el don de la fertilidad.
De esa unión nació Pafo, que dio su nombre a la isla de Pafos.
Ninfa, de Doris hija, la más bella,
adora, que vio el reino de la espuma.
Galatea es su nombre, y dulce en ella
el terno Venus de sus Gracias suma.
Son una y otra luminosa estrella
lucientes ojos de su blanca pluma:
si roca de cristal no es de Neptuno,
pavón de Venus es, cisne de Juno.
...Purpúreas rosas sobre Galatea
el Alba entre lilios cándidos deshoja:
duda el Amor cuál más su color sea,
o púrpura nevada, o nieve roja.
De su frente la perla es, eritrea,
émula vana. El ciego dios se enoja,
y, condenado su esplendor, la deja
pender en oro al nácar de su oreja.
Luis de Góngora
(1561-1627)
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