"Cuando el cielo quiere salvar a un hombre, le envía amor" Lao-Tse. Que el amor sea tu única guía, sin mapas, sin dogmas, sin maestros, sólo amando...
Sospecho que hoy empiezo a Ser Canción, si seco un llanto. Y la canción con alma echó a volar y desde entonces los dos, vivieron más despacio, a pesar de su tiempo y de su espacio. Y un día como lluvia, ellos caerán y mojaran todo y su misterio crecerá verde sobre el mundo" Silvio Rodriguez.

domingo, 14 de abril de 2013

Anam Cara: eterno y mortal unidos





«Nacisteis juntos y juntos estaréis por siempre. Estaréis juntos cuando las alas blancas de la muerte esparzan vuestros días. Oh, sí, estaréis juntos incluso en el silencioso recuerdo de Dios».


Kahlil Gibran explica que la unidad en la amistad que llamamos Anam Cara 
derrota incluso a la muerte.


No tienes que alejarte de tu yo para entrar en conversación con tu alma y los misterios del mundo espiritual. Lo eterno tiene un lugar... dentro de ti. Lo eterno no está en otra parte; no es remoto. No hay nada tan próximo como lo eterno. Lo dice la bella frase celta: Tá tir na n-ógar chulán tí -tírálainn trina chéile-. «La tierra de la juventud eterna está detrás de la casa, una hermosa tierra contenida en sí misma». 


El mundo eterno y el mortal no son paralelos; están unidos. 
Así lo dice la hermosa expresión gaélica fighte fuaighte: 
«tejidos entretejidos».


Detrás de la fachada de nuestra vida normal, el destino eterno forja nuestros días y caminos. El despertar del espíritu humano es un regreso a casa. Sin embargo, irónicamente, nuestro sentido de lo conocido suele militar contra ese regreso. 

“Anam Cara” es una expresión del idioma gaélico, la lengua celta de Irlanda, aunque también existen el gaélico escocés y el gaélico manés (isla de Man).

“Anam” significa “alma” y “Cara” significa “amigo”, así que decir “Anam Cara” es decir alma gemela, amigo íntimo, amigo del alma.


Esta relación se basa en la creencia celta de que 
todo en el universo está vinculado, 
al margen del tiempo y del espacio.


Cuando una persona se encuentra por primera vez con su Anam Cara experimenta la extraña sensación de conocerse con anterioridad, de saber cosas no dichas, y percibe una conexión particular.

Este “Anam Cara” es la persona a la que podemos abrir libremente nuestro corazón, nuestra mente, y nuestro espíritu, en especial aquellos rincones más oscuros, en la confianza de sentirnos protegidos y comprendidos.


Un “Anam Cara” no se busca, aparece; no se elige, se reconoce; 
no se pide, se recibe de forma incondicional.





Cuando se ha caminado por la vida lo suficiente como para reconocer a un “Anam Cara” se abre un nuevo espacio en el que se aprende y se enseña, buscando siempre el beneficio del otro, con la certeza de que, suceda lo que suceda, ese vínculo, que ya existía, nunca desaparecerá.

La presencia humana es un sacramento creativo y turbulento, un signo visible de la gracia invisible. No existe otro acceso al misterio tan íntimo y aterrador. La amistad es la gracia dulce que nos libera para afrontar esta aventura, reconocerla y habitarla. Este libro quiere ser un espejo indirecto donde vislumbrar la presencia y el poder de la amistad interior y exterior.

La amistad es una fuerza creadora y subversiva. Asegura que la intimidades la ley secreta de la vida y el universo. El viaje humano es un acto continuo de transfiguración. Afrontados con amistad, lo desconocido, lo anónimo, lo negativo y lo amenazante nos revelan poco a poco su secreta afinidad. 

El ser humano, en tanto que artista, está siempre activo en esta revelación. La imaginación es la gran amiga de lo desconocido. Invoca y libera constantemente el poder de la posibilidad. Por consiguiente, no se hade reducir la amistad a una relación excluyente o sentimental; es una fuerza mucho más extensa e intensa. El pensamiento celta no era discursivo ni sistemático. Pero en sus especulaciones líricas los celtas dieron expresión a la sublime unidad de la vida y la experiencia.


El pensamiento celta no estaba lastrado por el dualismo. 
No dividía lo que propiamente ha de estar unido.




La imaginación celta expresa la amistad interior que abarca como un todo la naturaleza, la divinidad, el mundo subterráneo y el mundo humano. El dualismo que separa lo visible de lo invisible, el tiempo de la eternidad, lo humano de lo divino, les era ajeno. Su sentido de la amistad ontológica generaba un mundo empírico impregnado de una rica textura de alteridad, ambivalencia, simbolismo e imaginación. Para nuestra separación dolorosa, la posibilidad de esta amistad fecunda y unificadora es el don de los celtas. La concepción celta de la amistad encuentra su inspiración y plenitud en la sublime idea del anam cara.


Anam es la palabra gaélica que significa «alma»; cara  es «amigo». 
De manera que anam cara significa «alma gemela, 
amigo espiritual e íntimo».


Anam cara era una persona a quien uno podía revelar las intimidades ocultas de la vida. Esta amistad era un acto de reconocimiento y pertenencia. Cuando se tenía un anam cara, esa amistad  trascendía todas las convenciones y categorías. Los amigos espirituales estaban unidos de una manera antigua y eterna. Inspirándonos en este concepto, la amistad interpersonal. La idea central es aquí el reconocimiento y el despertar de la antigua comunión que hace de los dos amigos uno. Puesto que el nacimiento del corazón humano es un proceso en curso, el amor es nacimiento continuo de creatividad en y entre nosotros. Exploraremos el anhelo en tanto que presencia de lo divino y el alma como casa del arraigo. El cuerpo es tu casa de arcilla, la única que tienes en el universo. El cuerpo está en el alma; este reconocimiento confiere al cuerpo una dignidad sagrada y mística. Los sentidos son antesalas de lo divino.


La espiritualidad de los sentidos 
es la espiritualidad de la transfiguración.


Se dispuso un destino especial para ti. Pero también se te dio libertad y creatividad para trascender los dones, crear un conjunto de nuevas relaciones y forjar una identidad constantemente renovada, que incluye la vieja pero no se limita a ella. Éste es el ritmo secreto del crecimiento, que obra discretamente detrás de la fachada exterior de tu vida. El destino crea el marco exterior de la experiencia y la vida; la libertad encuentra y llena su forma interior. Millones de años antes de que llegaras, se preparó cuidadosamente el sueño de tu individualidad. Se te envió a una forma de destino que te permitiría expresar el don singular que traes al mundo. Cada persona tiene un destino singular. Cada uno debe hacer algo que nadie más puede. Si otro pudiera cumplir tu destino, sería él quien ocuparía tu lugar y tú no estarías aquí. Es en lo más profundo de tu vida donde descubrirás la necesidad invisible que te trajo aquí. Cuando empiezas a desentrañarlo, tu don y la capacidad de emplearlo cobran vida. Tu corazón se acelera y la urgencia de vivir reaviva la llama de tu creatividad. Si puedes despertar este sentido del destino, entras en consonancia con el ritmo de tu vida.

En cada uno hay un punto de absoluta desconexión de todo y de todos. Es un tesoro, aunque asusta reconocerlo. Significa que no podemos seguir buscando fuera las cosas que necesitamos dentro. Las bendiciones que anhelamos no están en otros lugares o personas. Sólo tu propio yo puede dártelas. 


Su patria es el fuego de tu alma.

«El hombre necesita un valor temerario 
para descender al abismo de sí mismo».


Pero lo cierto es que estos demonios no ocupan todo el inconsciente. La energía primordial del alma nos reserva un calor y una acogida maravillosos. Uno de los motivos por los que se nos puso en la Tierra fue para establecer esta relación con nosotros mismos, esta amistad interior.

Los demonios nos acosarán mientras tengamos miedo. Todas las aventuras mitológicas clásicas exteriorizan los demonios. Al presentar batalla, el héroe se engrandece, alcanza nuevos niveles de creatividad y equilibrio. Cada demonio interior es portador de una preciosa bendición que curará y liberará. Para recibir ese don, debes dejar a un lado tu miedo y afrontar el riesgo de pérdidas y cambios que trae consigo cada encuentro interior. 

Los celtas poseían un maravilloso conocimiento intuitivo de la complejidad de la psique. Creían en varias presencias divinas. Lugh era el dios más venerado. Era un dios de luz y de los dones. El Luminoso. La antigua festividad de Lunas a lleva su nombre. La diosa de la Tierra era Anu, madre de la fecundidad. También reconocía el origen divino de la negatividad y la oscuridad. Había tres diosas madres de la guerra: Morrigan, Macha y Bodbh. Las tres cumplen un papel crucial en la antigua epopeya, Taín. Losdioses y las diosas siempre estaban vinculados con algún lugar. Las presencias divinas se manifestaban sobre todo en árboles, manantiales y ríos. Alentada por esa rica trama de presencias divinas, la psique antigua jamás estuvo tan aislada y alienada como la moderna. 

Para remediar esa alienación de nuestro tiempo es vital que recuperemos el alma. En términos teológicos o espirituales, podemos concebir esta desconexión absoluta con la totalidad como un vacío sagrado en el alma que nada exterior puede colmar. A veces tratamos desesperadamente de colmarlo con posesiones, trabajo o creencias, pero éstas nunca se afirman. Siempre caen y nos dejan más inermes e indefensos que nunca. 

Llega el momento en que te das cuenta de que ya no puedes seguir disimulando ese vacío. Mientras no oigas su llamada, serás un fugitivo interior, huyendo de refugio en refugio, nada que se parezca a una casa. La naturalidad es santidad, pero es muy difícil ser natural, es decir, sentirse cómodo con la propia naturaleza. Si estás fuera de tu yo, si siempre buscas más allá de él, desconoces la llamada de tu propio misterio. Cuando reconoces la soledad de tu integridad y te acoges a su misterio, tus relaciones con otros adquieren nuevo calor, aventura, asombro.

La espiritualidad celta reconoce la sabiduría y la luz lenta que pueden cuidar y dar profundidad a tu vida. Cuando despierta el alma, tu destino se agita al impulso de la creatividad. Aunque el destino se revela lenta y parcialmente, intuimos su intención en el rostro humano. Siempre me ha fascinado la presencia humana en un paisaje. Cuando uno camina por las montañas y se encuentra con otro, tiene una fuerte conciencia de que el rostro humano es como un icono proyectado contra la soledad de la naturaleza. La cara es un umbral donde un mundo contempla el exterior y otro mira su propio interior. Los dos mundos se reúnen en la cara. 

Detrás de cada una hay un mundo oculto que nadie puede ver. La belleza de lo espiritual reside en la profundidad de una amistad interior que puede cambiar totalmente lo que se toca, ve y palpa. En cierto sentido, la cara es el lugar donde el alma se vuelve indirectamente visible. Pero el alma sigue siendo esquiva porque la cara no puede expresar directamente todo lo que se intuye y siente. No obstante, con la edad y la memoria la cara refleja gradualmente la travesía del alma. Cuanto más anciano es el rostro, mayor la riqueza del reflejo.

La esencia de la vida del alma es la transfiguración de la Nada. En cierto sentido, nada nuevo puede aparecer si no hay espacio para ello. Ese espacio vacío es lo que llamamos la Nada.

R.D. Laing, el psiquiatra escocés, solía decir: «No hay Nada que temer». Esto significa que no es necesario tener miedo pero a la vez que no se debe temer la Nada, es decir, que la Nada nos rodea.
Hurtamos el cuerpo a este terreno y por eso restamos valor al vacío y a la Nada, que desde una perspectiva espiritual pueden considerarse presencias de lo eterno. Para decirlo de otra manera, lo eterno viene a nosotros principalmente en términos de Nada y vacío.


Donde no hay espacio, no se puede despertar lo eterno ni el alma.


El poeta escocés Norman Mac Caig lo resume en un hermoso poema: 


Dones Te doy,
un vacío te doy, 
una plenitud,
desenvuélvelos con cuidado—uno es tan frágil como el otro— 
y cuando me des las gracias
fingiré no advertir la duda en tu voz
cuando digas que es lo que deseabas.

Déjalos en la mesa que tienes junto a la cama.
Cuando despiertes por la mañana
habrán penetrado en tu cabeza
por la puerta del sueño.
Dondequiera que vayas
irán contigo y donde quiera que estés
te maravillarás sonriente de la plenitud
 a la que nada puedes sumar y el vacío que puedes colmar.


Este hermoso poema sugiere el ritmo dual del vacío y la plenitud en el corazón de la vida del alma. La Nada es la hermana de la posibilidad. Crea un espacio urgente para lo nuevo, sorprendente e inesperado. Cuando sientas que la Nada y el vacío roen tu vida, no debes desesperar. Es tu alma la que te llama, te advierte sobre nuevas posibilidades en tu vida. 


También es una señal de que tu alma anhela transfigurar la Nada de tu muerte en la plenitud de una vida eterna que ninguna muerte puede tocar.


Yo estoy aquí. Tú estás allá. La persona más entrañable para ti, tu ser amado, es un mundo distinto del tuyo. Es el aspecto patético del amor. Dos personas muy unidas quieren ser una, pero sus espacios no les permiten franquear esa distancia que los separa. En el espacio, siempre estamos separados. El otro componente de la percepción y la identidad es el tiempo. Éste también nos separa. El tiempo es ante todo lineal, discontinuo, fragmentado. Tus días pasados han desaparecido; se han desvanecido. El futuro aún no ha llegado. Sólo te queda el pequeño peldaño del presente, que es un momento. Al abandonar el cuerpo, el alma se libera del peso y el dominio del espacio y el tiempo. Es libre de ir donde quiera. Los muertos son nuestros vecinos más próximos. 

El Maestro Eckhart se preguntó: «¿A dónde va el alma de una persona cuando muere?». Y respondió: «A ninguna parte». ¿A qué otro lugar podría ir el alma?


¿En qué otro lugar está el mundo eterno? Sólo puede estar aquí.


Lo hemos desfigurado al espacializarlo. Hemos expulsado lo eterno hacia una suerte de galaxia remota. Sin embargo, el mundo eterno no parece ser un lugar, sino un estado del ser distinto.


El alma de la persona no va a ningún lugar 
porque no hay un lugar donde ir.


Con frecuencia nuestra soledad y aislamiento se deben a una falta de imaginación espiritual. Olvidamos que no existe el espacio vacío. Todo el espacio está colmado de presencia, en especial la de aquellos que ocupan una forma eterna, invisible. Para los muertos también cambia el mundo del tiempo. Aquí estamos atrapados en el tiempo lineal. Hemos olvidado el pasado; se ha perdido. No conocemos el futuro. Para los muertos, el tiempo debe ser totalmente distinto porque viven en un círculo de eternidad.

En el espacio espiritual no hay distancia. En el tiempo eterno no hay separación entre el hoy, el ayer o el mañana. En el tiempo eterno, todo es hoy; el tiempo es presencia. Creo que éste es el significado de la vida eterna: una vida donde todo lo que buscamos: bondad, unidad, belleza, verdad y amor, no están lejos de nosotros, sino presentes en toda su plenitud.

R.S. Thomas escribió un hermoso poema sobre la concepción de la eternidad. Es deliberadamente minimalista en su forma, pero muy poderosa:


Creo que tal vez estaré un poco más seguro de estar un poco más cerca.
Eso es todo. La eternidad es comprender que ese poco, es más que suficiente.



Cuando escuchas con el alma, entras en el ritmo y la armonía de la música del universo. 
La amistad y el amor te enseñan a sintonizar con el silencio, llegar a los umbrales del misterio 
dónde tu vida y la de tu amado se penetran mutuamente.


Kahlil Gibran explica que la unidad en la amistad que llamamos anam cara derrota incluso a la muerte:

«Nacisteis juntos y juntos estaréis por siempre. Estaréis juntos cuando las alas blancas de la muerte esparzan vuestros días. Oh, sí, estaréis juntos incluso en el silencioso recuerdo de Dios».

Me gustaría terminar este capítulo con una bella plegaria escrita en Persiaen el siglo XIII.


Algunas noches quédate despierto
como suele hacer la Luna para el Sol.
Sé un cubo lleno, alzado del fondo oscuro del pozo.

Algo abre nuestras alas, disipa el dolor.
Llenan la copa que tenemos delante, sólo probamos lo sagrado.



“No hay camino alguno que conduzca al Grial; 
es él mismo quien sirve de guía”




Extractos de Anam Cara, el Alma Druida







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