«Nacisteis juntos y juntos estaréis por siempre. Estaréis juntos cuando las alas blancas de la muerte esparzan vuestros días. Oh, sí, estaréis juntos incluso en el silencioso recuerdo de Dios».
Kahlil Gibran explica que la unidad en la amistad que llamamos Anam Cara
derrota incluso a la muerte.
No tienes que alejarte de tu yo para entrar en conversación con tu alma y los misterios del mundo espiritual. Lo eterno tiene un lugar... dentro de ti. Lo eterno no está en otra parte; no es remoto. No hay nada tan próximo como lo eterno. Lo dice la bella frase celta: Tá tir na n-ógar chulán tí -tírálainn trina chéile-. «La tierra de la juventud eterna está detrás de la casa, una hermosa tierra contenida en sí misma».
El mundo eterno y el mortal no son paralelos; están unidos.
Así lo dice la hermosa expresión gaélica fighte fuaighte:
«tejidos entretejidos».
«tejidos entretejidos».
Detrás de la fachada de nuestra vida normal, el destino eterno forja nuestros días y caminos. El despertar del espíritu humano es un regreso a casa. Sin embargo, irónicamente, nuestro sentido de lo conocido suele militar contra ese regreso.
“Anam” significa “alma” y “Cara”
significa “amigo”, así que decir “Anam Cara” es decir alma gemela, amigo
íntimo, amigo del alma.
Esta relación se basa en la
creencia celta de que
todo en el universo está vinculado,
todo en el universo está vinculado,
al margen del tiempo
y del espacio.
Cuando una persona se encuentra
por primera vez con su Anam Cara experimenta la extraña sensación de conocerse
con anterioridad, de saber cosas no dichas, y percibe una conexión particular.
Este “Anam Cara” es la persona a
la que podemos abrir libremente nuestro corazón, nuestra mente, y nuestro
espíritu, en especial aquellos rincones más oscuros, en la confianza de
sentirnos protegidos y comprendidos.
Un “Anam Cara” no se busca, aparece; no se elige, se
reconoce;
no se pide, se recibe de forma incondicional.
Cuando se ha caminado por la vida lo suficiente como para reconocer a un “Anam Cara” se abre un nuevo espacio en el que se aprende y se enseña, buscando siempre el beneficio del otro, con la certeza de que, suceda lo que suceda, ese vínculo, que ya existía, nunca desaparecerá.
La presencia humana es un
sacramento creativo y turbulento, un signo visible de la gracia invisible. No
existe otro acceso al misterio tan íntimo y aterrador. La amistad es la gracia
dulce que nos libera para afrontar esta aventura, reconocerla y habitarla. Este
libro quiere ser un espejo indirecto donde vislumbrar la presencia y el poder
de la amistad interior y exterior.
La amistad es una fuerza creadora
y subversiva. Asegura que la intimidades la ley secreta de la vida y el
universo. El viaje humano es un acto continuo de transfiguración. Afrontados
con amistad, lo desconocido, lo anónimo, lo negativo y lo amenazante nos
revelan poco a poco su secreta afinidad.
El ser humano, en tanto que artista,
está siempre activo en esta revelación. La imaginación es la gran amiga de lo
desconocido. Invoca y libera constantemente el poder de la posibilidad. Por
consiguiente, no se hade reducir la amistad a una relación excluyente o
sentimental; es una fuerza mucho más extensa e intensa. El pensamiento celta no
era discursivo ni sistemático. Pero en sus especulaciones líricas los celtas
dieron expresión a la sublime unidad de la vida y la experiencia.
El pensamiento celta no estaba
lastrado por el dualismo.
La imaginación celta expresa la
amistad interior que abarca como un todo la naturaleza, la divinidad, el mundo
subterráneo y el mundo humano. El dualismo que separa lo visible de lo
invisible, el tiempo de la eternidad, lo humano de lo divino, les era ajeno. Su
sentido de la amistad ontológica generaba un mundo empírico impregnado de una
rica textura de alteridad, ambivalencia, simbolismo e imaginación. Para nuestra
separación dolorosa, la posibilidad de esta amistad fecunda y unificadora es el
don de los celtas. La concepción celta de la amistad encuentra su inspiración y
plenitud en la sublime idea del anam cara.
Anam es la palabra gaélica que significa «alma»;
cara es «amigo».
De manera que anam cara
significa «alma gemela,
amigo espiritual e íntimo».
amigo espiritual e íntimo».
Anam cara era una persona a quien uno podía
revelar las intimidades ocultas de la vida. Esta amistad era un acto de
reconocimiento y pertenencia. Cuando se tenía un anam cara, esa amistad trascendía todas las convenciones y
categorías. Los amigos espirituales estaban unidos de una manera antigua y
eterna. Inspirándonos en este concepto, la amistad interpersonal. La idea
central es aquí el reconocimiento y el despertar de la antigua comunión que
hace de los dos amigos uno. Puesto que el nacimiento del corazón humano es un
proceso en curso, el amor es nacimiento continuo de creatividad en y entre
nosotros. Exploraremos el anhelo en tanto que presencia de lo divino y el alma
como casa del arraigo. El cuerpo es tu casa de arcilla, la única que tienes en
el universo. El cuerpo está en el alma; este reconocimiento confiere al cuerpo
una dignidad sagrada y mística. Los sentidos son antesalas de lo divino.
La espiritualidad de los sentidos
es la espiritualidad de la transfiguración.
Se dispuso un destino especial
para ti. Pero también se te dio libertad y creatividad para trascender los
dones, crear un conjunto de nuevas relaciones y forjar una identidad
constantemente renovada, que incluye la vieja pero no se limita a ella. Éste es
el ritmo secreto del crecimiento, que obra discretamente detrás de la fachada
exterior de tu vida. El destino crea el marco exterior de la experiencia y la
vida; la libertad encuentra y llena su forma interior. Millones de años antes
de que llegaras, se preparó cuidadosamente el sueño de tu individualidad. Se te
envió a una forma de destino que te permitiría expresar el don singular que
traes al mundo. Cada persona tiene un destino singular. Cada uno debe hacer
algo que nadie más puede. Si otro pudiera cumplir tu destino, sería él quien
ocuparía tu lugar y tú no estarías aquí. Es en lo más profundo de tu vida donde
descubrirás la necesidad invisible que te trajo aquí. Cuando empiezas a
desentrañarlo, tu don y la capacidad de emplearlo cobran vida. Tu corazón se
acelera y la urgencia de vivir reaviva la llama de tu creatividad. Si puedes
despertar este sentido del destino, entras en consonancia con el ritmo de tu
vida.
En cada uno hay un punto de
absoluta desconexión de todo y de todos. Es un tesoro, aunque asusta
reconocerlo. Significa que no podemos seguir buscando fuera las cosas que
necesitamos dentro. Las bendiciones que anhelamos no están en otros lugares o
personas. Sólo tu propio yo puede dártelas.
Su patria es el fuego de tu alma.
«El hombre necesita un valor
temerario
para descender al abismo de sí mismo».
Pero lo cierto es que estos
demonios no ocupan todo el inconsciente. La energía primordial del alma nos
reserva un calor y una acogida maravillosos. Uno de los motivos por los que se
nos puso en la Tierra fue para establecer esta relación con nosotros mismos,
esta amistad interior.
Los demonios nos acosarán
mientras tengamos miedo. Todas las aventuras mitológicas clásicas exteriorizan
los demonios. Al presentar batalla, el héroe se engrandece, alcanza nuevos
niveles de creatividad y equilibrio. Cada demonio interior es portador de una
preciosa bendición que curará y liberará. Para recibir ese don, debes dejar a
un lado tu miedo y afrontar el riesgo de pérdidas y cambios que trae consigo
cada encuentro interior.
Los celtas poseían un maravilloso conocimiento
intuitivo de la complejidad de la psique. Creían en varias presencias divinas.
Lugh era el dios más venerado. Era un dios de luz y de los dones. El Luminoso.
La antigua festividad de Lunas a lleva su nombre. La diosa de la Tierra era
Anu, madre de la fecundidad. También reconocía el origen divino de la negatividad
y la oscuridad. Había tres diosas madres de la guerra: Morrigan, Macha y Bodbh.
Las tres cumplen un papel crucial en la antigua epopeya, Taín. Losdioses y las
diosas siempre estaban vinculados con algún lugar. Las presencias divinas se
manifestaban sobre todo en árboles, manantiales y ríos. Alentada por esa rica
trama de presencias divinas, la psique antigua jamás estuvo tan aislada y
alienada como la moderna.
Para remediar esa alienación de nuestro tiempo es
vital que recuperemos el alma. En términos teológicos o espirituales, podemos
concebir esta desconexión absoluta con la totalidad como un vacío sagrado en el
alma que nada exterior puede colmar. A veces tratamos desesperadamente de
colmarlo con posesiones, trabajo o creencias, pero éstas nunca se afirman.
Siempre caen y nos dejan más inermes e indefensos que nunca.
Llega el momento
en que te das cuenta de que ya no puedes seguir disimulando ese vacío. Mientras no
oigas su llamada, serás un fugitivo interior, huyendo de refugio en refugio,
nada que se parezca a una casa. La naturalidad es santidad, pero es muy difícil
ser natural, es decir, sentirse cómodo con la propia naturaleza. Si estás fuera
de tu yo, si siempre buscas más allá de él, desconoces la llamada de tu propio
misterio. Cuando reconoces la soledad de tu integridad y te acoges a su
misterio, tus relaciones con otros adquieren nuevo calor, aventura, asombro.
La espiritualidad celta reconoce
la sabiduría y la luz lenta que pueden cuidar y dar profundidad a tu vida.
Cuando despierta el alma, tu destino se agita al impulso de la creatividad.
Aunque el destino se revela lenta y parcialmente, intuimos su intención en el
rostro humano. Siempre me ha fascinado la presencia humana en un paisaje.
Cuando uno camina por las montañas y se encuentra con otro, tiene una fuerte
conciencia de que el rostro humano es como un icono proyectado contra la
soledad de la naturaleza. La cara es un umbral donde un mundo contempla el
exterior y otro mira su propio interior. Los dos mundos se reúnen en la cara.
Detrás de cada una hay un mundo oculto que nadie puede ver. La belleza de lo
espiritual reside en la profundidad de una amistad interior que puede cambiar
totalmente lo que se toca, ve y palpa. En cierto sentido, la cara es el lugar
donde el alma se vuelve indirectamente visible. Pero el alma sigue siendo
esquiva porque la cara no puede expresar directamente todo lo que se intuye y
siente. No obstante, con la edad y la memoria la cara refleja gradualmente la
travesía del alma. Cuanto más anciano es el rostro, mayor la riqueza del
reflejo.
La esencia de la vida del alma es
la transfiguración de la Nada. En cierto sentido, nada nuevo puede aparecer si
no hay espacio para ello. Ese espacio vacío es lo que llamamos la Nada.
R.D. Laing, el psiquiatra
escocés, solía decir: «No hay Nada que temer». Esto significa que no es
necesario tener miedo pero a la vez que no se debe temer la Nada, es decir, que
la Nada nos rodea.
Hurtamos el cuerpo a este terreno
y por eso restamos valor al vacío y a la Nada, que desde una perspectiva
espiritual pueden considerarse presencias de lo eterno. Para decirlo de otra
manera, lo eterno viene a nosotros principalmente en términos de Nada y vacío.
Donde no hay espacio, no se puede
despertar lo eterno ni el alma.
El poeta escocés Norman Mac Caig
lo resume en un hermoso poema:
Dones Te doy,
un vacío te doy,
una plenitud,
desenvuélvelos
con cuidado—uno es tan frágil como el otro—
y cuando me des las gracias
fingiré
no advertir la duda en tu voz
cuando digas que es lo que deseabas.
Déjalos en la mesa que tienes
junto a la cama.
Cuando despiertes por la mañana
habrán penetrado en tu cabeza
por la puerta del sueño.
Dondequiera que vayas
irán contigo y donde quiera que
estés
te maravillarás sonriente de la
plenitud
a la que nada puedes sumar y el vacío que
puedes colmar.
Este hermoso poema sugiere el
ritmo dual del vacío y la plenitud en el corazón de la vida del alma. La Nada
es la hermana de la posibilidad. Crea un espacio urgente para lo nuevo,
sorprendente e inesperado. Cuando sientas que la Nada y el vacío roen tu vida,
no debes desesperar. Es tu alma la que te llama, te advierte sobre nuevas
posibilidades en tu vida.
También es una señal de que tu alma anhela
transfigurar la Nada de tu muerte en la plenitud de una vida eterna que ninguna
muerte puede tocar.
Yo estoy aquí. Tú estás allá. La persona más
entrañable para ti, tu ser amado, es un mundo distinto del tuyo. Es el aspecto
patético del amor. Dos personas muy unidas quieren ser una, pero sus espacios
no les permiten franquear esa distancia que los separa. En el espacio, siempre
estamos separados. El otro componente de la percepción y la identidad es el
tiempo. Éste también nos separa. El tiempo es ante todo lineal, discontinuo,
fragmentado. Tus días pasados han desaparecido; se han desvanecido. El futuro
aún no ha llegado. Sólo te queda el pequeño peldaño del presente, que es un
momento. Al abandonar el cuerpo, el alma se libera del peso y el dominio del
espacio y el tiempo. Es libre de ir donde quiera. Los muertos son nuestros
vecinos más próximos.
El Maestro Eckhart se preguntó: «¿A dónde va el alma de una
persona cuando muere?». Y respondió: «A ninguna parte». ¿A qué otro lugar
podría ir el alma?
¿En qué otro lugar está el mundo
eterno? Sólo puede estar aquí.
Lo hemos desfigurado al
espacializarlo. Hemos expulsado lo eterno hacia una suerte de galaxia remota.
Sin embargo, el mundo eterno no parece ser un lugar, sino un estado del ser
distinto.
El alma de la persona no va a
ningún lugar
porque no hay un lugar donde ir.
Con frecuencia nuestra soledad y
aislamiento se deben a una falta de imaginación espiritual. Olvidamos que no
existe el espacio vacío. Todo el espacio está colmado de presencia, en especial
la de aquellos que ocupan una forma eterna, invisible. Para los muertos también
cambia el mundo del tiempo. Aquí estamos atrapados en el tiempo lineal. Hemos
olvidado el pasado; se ha perdido. No conocemos el futuro. Para los muertos, el
tiempo debe ser totalmente distinto porque viven en un círculo de eternidad.
En el espacio espiritual no hay
distancia. En el tiempo eterno no hay separación entre el hoy, el ayer o el
mañana. En el tiempo eterno, todo es hoy; el tiempo es presencia. Creo que éste
es el significado de la vida eterna: una vida donde todo lo que buscamos:
bondad, unidad, belleza, verdad y amor, no están lejos de nosotros, sino
presentes en toda su plenitud.
R.S. Thomas escribió un hermoso
poema sobre la concepción de la eternidad. Es deliberadamente minimalista en su
forma, pero muy poderosa:
Creo que tal vez estaré un poco más seguro de estar un poco más cerca.
Eso es todo. La eternidad es comprender que ese poco, es más que suficiente.
Cuando escuchas con el alma, entras en el ritmo y la armonía de la música del universo.
La amistad y el amor te enseñan a sintonizar con el silencio, llegar a los umbrales del misterio
dónde tu vida y la de tu amado se penetran mutuamente.
Kahlil Gibran explica que la
unidad en la amistad que llamamos anam cara derrota incluso a la muerte:
«Nacisteis juntos y juntos estaréis por siempre. Estaréis juntos cuando
las alas blancas de la muerte esparzan vuestros días. Oh, sí, estaréis juntos incluso
en el silencioso recuerdo de Dios».
Me gustaría terminar este
capítulo con una bella plegaria escrita en Persiaen el siglo XIII.
Algunas noches
quédate despierto
como suele hacer la
Luna para el Sol.
Sé un cubo lleno,
alzado del fondo oscuro del pozo.
Algo abre nuestras
alas, disipa el dolor.
Llenan la copa que
tenemos delante, sólo probamos lo sagrado.
“No hay camino alguno que conduzca al Grial;
es él mismo quien sirve de guía”
Extractos de Anam Cara, el Alma Druida
No hay comentarios:
Publicar un comentario